El New York Times publicó una columna de opinión sobre Uruguay. En ella, el escritor Uki Goñi reseña los logros del país, sus posturas progresistas y el carácter de los uruguayos, del que destaca su «sana desconfianza» hacia los «líderes mesiánicos». «América Latina tiene mucho que aprender del pequeño Uruguay», afirma.

El escritor y columnista Uki Goñi publicó este martes en el New York Times una nota en la que habla sobre nuestro país y su espíritu democrático. Goñi comienza citando la frase «acá nadie es mejor que nadie», que califica como uno de los «dichos más queridos» por los uruguayos y que considera un buen resumen del sentir hacia el país.

Goñi luego explica que lo que le falta a Uruguay en número (en relación a su población y territorio) lo compensa con el hecho de aparecer en rankings de países más democráticos y menos corruptos. En este sentido, retoma la antigua nominación de «la Suiza de América» y entiende que eso habla de «un profundo respeto a la ley».

El columnista destaca que en Uruguay está «ausente» ese «apasionado nacionalismo que prevalece en cualquier otro lado» y que, en su opinión, es «frecuentemente estimulado por líderes populistas que intentan mantenerse en el poder más allá de los plazos presidenciales».

Goñi continúa enumerando los puntajes perfectos de Uruguay en los índices de libertades civiles y de sus procesos electorales y los compara con los vecinos Argentina y Brasil que están entre las «democracias defectuosas».

Señala como única «mancha» en el prontuario uruguayo el hecho de que en nuestro país -que en épocas coloniales supo ser centro de comercio de esclavos- persistan actitudes racistas hacia los afrodescendientes. Así lo afirma basado en declaraciones del percusionista Fernando Núñez, que relata su experiencia como afrouruguayo.

Además de citar a este artista, en la columna el autor recoge la palabra del músico Fernando Cabrera, que opina que la uruguaya es una sociedad «extremadamente liberal» que es fruto de una herencia de la primera mitad del siglo XX y sus avances progresistas.

Luego repasa los avances más actuales, como la legalización del aborto y la regulación del mercado de la marihuana. «Esta utopía es posible solo por algo que el profesor

[Gerardo] Caetano llama ‘el contrato social’ que distingue a Uruguay. Los uruguayos parecen tener un acuerdo tácito de resolver sus diferencias en las urnas, en lugar de reunir multitudes en plazas para poner a prueba el peso de las facciones opositoras, como pasa en Argentina», escribe Goñi.

Según el columnista los uruguayos tienen una «sana desconfianza» de los líderes mesiánicos, lo que los protege de la »pesadilla» de tener «presidentes que extienden dudosamente los límites de su mandato», y cita como ejemplos de esto último a Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Luego Goñi dedica un pasaje a analizar la laicidad de nuestro país y recuerda una entrevista que le hizo en 2014 al entonces presidente José Mujica, en la que el mandatario dijo que no asistiría a la asunción del papa Francisco porque Uruguay era un país laico. «Respeto a Francisco como persona y líder religioso, lo he visitado, pero oficialmente no tengo nada que hacer allí».

Finalmente, Goñi recuerda su visita al país y su paseo por el puerto, en el que apreció los molinos de viento esperando ser ensamblados. Esto le da pie para destacar el trabajo de Uruguay en lo que refiere a las energías renovables.

«Es una ilustración concreta de cómo el pequeño Uruguay, impulsándose por propio esfuerzo, se ha transformado en una de las naciones más progresistas del planeta. Su vecino, Argentina, cuya ventosa región patagónica clama por parques eólicos, continúa no obstante con el fracturamiento hidráulico y nuevas plantas nucleares. América Latina tiene mucho que aprender del pequeño Uruguay», cierra Goñi.

Fuente: Montevideo Portal