El uruguayo se presentó, con entradas agotadas, el martes y miércoles en Montevideo

La versión de “La aparecida” incluida en su primer disco (disco no, casete) La luz que sabe robar, de 1992, tiene una llevada rítmica que destila raíz folclórica; una guitarra eléctrica juguetona que es bien spinettiana, e incluso cierto aire del rockero argentino en la forma de cantar. Pero encontrarse con ese Drexler de “La aparecida” hoy es encontrarse con una obvia influencia de Fernando Cabrera, que con el tiempo, las canciones y los discos, se fue diluyendo para darle paso a uno de los fraseos con más personalidad y color propio de la música uruguaya actual. Si suena Jorge Drexler, cualquiera que lo haya escuchado alguna vez es capaz de reconocerlo.

Sin embargo, esa influencia de Cabrera tan presente entonces, en aquellos comienzos hace alrededor de 30 años, apareció en el escenario apenas arrancó el recital del martes. Porque para abrir Silente, que es el espectáculo con el que el cantautor uruguayo está girando en la actualidad, eligió irrumpir solo en un escenario prácticamente vacío, en compañía de una cajita de fósforos.

De allí vino el único sonido sobre el que primero disparó unas décimas, a modo de explicación sobre el rol que juega el silencio en este show. Porque si su último disco, Salvavidas de hielo, se creó alrededor de la sonoridad de la guitarra, este espectáculo parece estar articulado alrededor del silencio o, mejor dicho, en el silencio como un espacio habitable.

Y con esa cajita de fósforos, como Cabrera cuando hace “Viveza”, Drexler hizo su canción “Transporte” y dio comienzo a dos horas de una experiencia medio mágica. Drexler, el más destacado de los músicos uruguayos por las academias internacionales, abre su gira actual haciendo música con cerillas, metáfora bastante precisa de una obra que guarda el misterio de lo que es simplemente bello.

Unas horas antes, en el Auditorio, el tour manager de Drexler había advertido que el show me iba a hacer “flipar” porque era “muy teatral”, y de a ratos, más que teatral, la presentación fue un acto de magia. La magia está en sus canciones y también en la forma en que tocó la guitarra, en los colores que aportó con sus pedales, en los elementos que complementaron su performance. Pero hubo magia sobre todo en el trabajo vocal.
Drexler estuvo en movimiento sobre un escenario que estaba microfoneado de manera particular. Eso le permitía correrse de los micrófonos principales sin que se afectara la emisión de su voz, y tener a disposición una serie de efectos y ecos aun estando lejos de su pedalera. Para eso, el trabajo en equipo fue fundamental: a Drexler lo acompaña un plantel que está con él hace mucho, que conoce el funcionamiento de sus puestas al detalle, y que se implica de lleno. En el sonido estuvo Carles Campi Campón, productor de una cantidad de discos suyos, y los stage fueron como los manipuladores del teatro negro, con una serie de rutinas estipuladas (cuando entró el péndulo y se fueron el banco, la guitarra y el micrófono que usó el único invitado, Sebastián Prada, fue como una pequeña coreografía) y una última intervención ya más “protagónica”, para las palmas de “Telefonía” que fue el bis final.

Todos ellos fueron parte de un montaje que desde la austeridad, deslumbó: unos paneles y unas luces utilizadas con inteligencia, bastaron para jugar con las sombras y las proyecciones y generar una fascinación unánime en un auditorio entregado. Una doble silueta recortada de Drexler mientras cantaba “La vida es más compleja de lo que parece”, por mencionar un detalle, sirvió para enfatizar más que nunca eso de que todo es cosa de perspectiva.

En ese marco, Drexler reversionó cada tema, enfocándose en aspectos puntuales. “Deseo”, por ejemplo, que en el registro original está recargada de arreglos de cuerdas, piano, programaciones y un bajo bien negro, acá fue apenas el dibujo hipnótico de su Gibson ES-175, y por esa vez, para 2.000 personas presentes, fue más hermosa que nunca. Ese es, más allá del musical, el gran talento de Drexler: por más que haya dicho que “una vida solo luminosa pierde el sentido”, lograr que por dos horas sólo veamos y escuchemos belleza.

FICHA
Silente [*****]
Artista: Jorge Drexler (voz e instrumentos). Invitado: Sebastián Prada. Dónde: Auditorio del Sodre. Cuándo: 28 y 29 de mayo (la crónica es de la función del 28). Setlist:“Transporte”, “Eco”, “Estalactitas”, “Deseo”, “Guitarra y vos”, “La aparecida”, “Salvapantallas”, «Milonga de ojos dorados» (de Alfredo Zitarrosa), «Abracadabras», «Todo se transforma», «Disneylandia», «Asilo», «La vida es más compleja de lo que parece», «Soledad», «La edad del cielo», «Pongamos que hablo de Martínez», «Universos paralelos», «Antes», «Movimiento», «Silencio», «Telefonía».

Fuente: El País