La ganadora de la única medalla de plata panamericana ganada por Uruguay en Canadá, es la uruguaya más joven en obtenerla y la primera clasificada para Rio de Janeiro 2016.

«Cuando llegué de la medal race (final) abracé a mi entrenador y él me dijo ‘Lola, sos plata’. Yo no entendí y le dije: ‘¿Eh?’ Y me dijo: ‘Sí, Lola. Empataste con la segunda y como en esta regata sumás doble, desempataste y le ganaste’. Ahí me puse a gritar todavía más», cuenta entre risas Dolores Moreira, quien con tan solo 16 años obtuvo la primera medalla en estos Panamericanos para Uruguay, siendo la primera sudamericana y uruguaya en clasificar a los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro 2016 en Láser Radial y convirtiéndose en la deportista más joven en ganar una medalla panamericana para el país.

«Cuando me la colgaron en el cuello y vi subir la bandera se me caían lágrimas. Estaba súper orgullosa por mi país», cuenta «Lola» con una voz que connota felicidad por el triunfo, con una mezcla de timidez que solo sienten aquellas personas que son de muy bajo perfil, logran grandes cosas y hacen historia en un país.

Dolores estudia quinto año humanístico en el Colegio y Liceo de Nuestra Señora del Huerto, de Paysandú. Allí vive junto a sus padres Mariela y Ernesto. Sus hermanas mayores, Victoria de 18 años y Agustina de 20, ya no viven con ellos, ya que como muchas personas del interior debieron trasladarse a Montevideo para realizar estudios terciarios.

«Es muy mimosa de las hermanas, que le dan muchas mañanas, pero no nos podemos quejar porque son muy unidas», cuenta la orgullosa madre. «Para que Lola compita, la familia hace sacrificios y tiene que ajustarse el cinturón muchas veces, porque no recibimos el apoyo externo necesario. Pero Dolores lo retribuye con mucho agradecimiento».

Este fue el primer panamericano para la joven sanducera de 16 años. Compitió en 12 regatas en la serie de apertura, donde fue primera en dos ocasiones —el debut y la octava carrera— y clasificó cuarta en el ranking general para disputar la medal race.

Allí compitió con las mejores ocho y logró el segundo puesto. Como en esta carrera valen doble los puntos que se suman, desempató a la brasileña Fernanda Demetrio y obtuvo la plata. El oro lo ganó la estadounidense Paige Railey.

«Ver una sonrisa en la cara de un hijo, cuando está haciendo lo que le gusta y logra sortear cosas complicadas, es de los mejores regalos que puede recibir una madre», dice Mariela. Esa sonrisa, que llena de emoción a sus padres y hermanas, es la que la mamá siempre quiso ver en Dolores cuando terminara cada regata a pesar del resultado.

«Siempre fue muy autoexigente y nosotros nunca tratamos de presionarla. Una vez, hace años, se fue muy enojada de una regata porque las cosas no le habían salido. En ese momento hubo una reunión familiar y le dijimos a Dolores que así no iba más, que nos esforzábamos para acompañarla y hacerlo para verla triste o enojada, no daba; que siempre se tenía que quedar con lo positivo de la experiencia, más allá de los premios».

El comienzo

Dolores comenzó a competir en vela cuando su hermana mayor Agustina lo hizo. Al principio lo hacían en Paysandú y en el río Uruguay. Luego se animaron a llegar hasta Montevideo y Punta del Este. «Nosotros vivimos frente al río, siempre nos gustó mucho. Cuando Dolores tenía ocho años, mi sobrino tenía un optimist. Mi esposo se lo iba a comprar como chinchorro, pero cuando Lola se enteró dijo que ella lo iba a usar y de ahí no se bajó más», cuenta Mariela.

Santiago Balbi, periodista del diario El Telégrafo de Paysandú, contó una anécdota que ejemplifica el amor entre hermanas y la vela. «Cuando Agustina cumplió 15 años, en 2010, la familia había preparado todo para la fiesta; pero ambas estaban clasificadas a un campeonato en Canadá, en el lago Ontario, justamente donde compitió ahora en Toronto 2015. Entonces la cumpleañera prefirió canjear la fiesta porque ella y su hermanita menor pudieran competir allí y que su familia las acompañase. Se terminaron yendo todos a Canadá. Así de importante es para ellas la vela».

La unión de las hermanas vuelve a destacar en otra anécdota que sucedió en 2013. Su madre Mariela contó que fue Agustina quien le prestó su barco —que había pagado con sus propios ahorros— a la ganadora de la primera medalla panamericana para Uruguay, para que fuera a la clínica de entrenamiento donde quedó seleccionada para competir en los Juegos Sudamericanos de la Juventud, en Lima, Perú.

Allí, obtuvo el oro, «y se fascinó con el barco láser», categoría en la que compitió e hizo historia en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015.

Fotos

Fuente: El País