El artista uruguayo, recientemente nombrado Embajador Iberoamericano de la Cultura por la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), se somete al carrusel de preguntas de este diario.

Cantante, autor, músico, compositor y médico, Jorge Drexler (Montevideo, 1964) acumula ahora otro título más el de Embajador Iberoamericano de la Cultura que le ha concedido la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), con la que ha participado en el libro colaborativo “Iberoamérica en Décimas”, presentado esta semana en Madrid, junto con el repentista cubano Alexis Díaz-Pimienta. El artista lanzó una propuesta en redes sociales para recoger breves poemas en décimas —su estrofa octosilábica favorita, con fuerte presencia en América Latina— que incluyeran el lema: #Diferentementeiguales.

La respuesta superó las expectativas y recibieron versos de 22 países.

Drexler acepta con “humildad” el nombramiento con el que espera contribuir a acercar ambas orillas del Atlántico, entre las que vive viajando con un jet lag casi permanente.

“Me queda muy grande, me parece una exageración maravillosa para mis conocimientos diplomáticos que son nulos… yo lo agradezco mucho y espero poder tender puentes”. Dice que no sabe de diplomacia, pero tiene madera, a juzgar por la amabilidad que atendió a todos los que se acercaron tras la presentación del libro. Desde un grupo de estudiantes colombianos, a un joven que le leyó un poema. Por si fuera poco, se sometió después al carrusel de preguntas de este diario.

De pequeño quería ser…
¡Futbolista!

No le quiero comprometer, pero… ¿Peñarol o Nacional?
Peñarol. No es un compromiso.

¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?
Aprende a hacer algo con las manos, me dijo mi madre.

¿Con quién le gustaría quedar atrapado en un ascensor?
Uhm…[risas]. Pues… ¡con un bombero que me saque de ahí! Tengo algo de claustrofobia…

Algún sitio que le inspire en especial
El Cabo Polonio, en Uruguay, y Cádiz, tengo dos lugares de inspiración.

¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Probablemente viendo alguna comedia romántica de segunda en el avión, que siempre me pilla desprevenido. Porque es un sitio que entre la despresurización y el alcohol tiene efectos muy paradojales y eso combinado con películas que no vería en casa, me hace estallar las emociones. Tengo una canción en el disco que se llama Estalactitas que viene de eso, de una emoción de ver la película Sing String. Los de al lado pensarían ‘qué hace ese señor mayor llorando’.

¿El mejor regalo que ha recibido?
Una guitarra de Paracho que me regaló mi tío Gabriel y que todavía está viva, es tocada.

¿Qué significa ser músico?
Ser músico es tener el privilegio de una disciplina con la que uno puede aprender a conocerse a sí mismo y al mundo que lo rodea de una manera bastante clarividente. La música tiene el don de enseñarnos cosas de lo que nos rodea.

En el ámbito laboral ¿de qué es de lo que más se enorgullece?
De vivir de lo que me gusta hacer, que es un privilegio muy grande.

Premio Oscar 2005, Goya 2011 y ahora cinco nominaciones a los Premios Grammy Latinos ¿Para qué sirven los premios?
Son algo muy subjetivo, pero que funciona como un aliciente, algo para recibir un estímulo y algo en lo que es muy importante no pensar.

¿Qué canción mataría por haber escrito?
Volando voy de Kiko Veneno. Me parece una de las canciones más geniales del idioma español. Tiene algo en la combinación de música con letra que es increíble, lo vigente que está y la frescura… es un dínamo, no sé cómo explicarlo.

¿Qué personaje del cine o la literatura se asemeja a usted?
Dice mi mujer que a Ross el de Friends, pero bueno… ella sabrá por qué lo dice.

En una fiesta de disfraces ¿de qué se disfrazaría?
Qué buena pregunta… fíjate… me disfrazaría de octosílabo, con ocho sílabas subiendo de abajo hacia arriba (risas).

Lleva 23 años viviendo en España, así que ya se le puede preguntar, ¿la tortilla con o sin cebolla?
A mí me gusta sin cebolla, pero ¡hay gente que se enoja!

¿Dónde no querría vivir jamás?
En Las Vegas. Me produce una desazón muy grande con el paso de los días, una deshumanización…

¿Qué le deja sin dormir?
Los viajes. El jet lag permanente de los viajes, es un estado crónico que tengo por los viajes. Cruzo el Atlántico un promedio de 20 veces al año, así que 40 veces, más los viajes interamericanos. Estoy viajando todo el tiempo.

¿Cómo se siente cuando ve su foto en los periódicos?
No tengo problema, es un pacto que yo he elegido, mi trabajo requiere cierta exposición pública, por eso estamos haciendo esta entrevista, por eso me dejo sacar fotos y lo agradezco, mi trabajo necesita difusión para que la gente sepa cuándo son mis conciertos, cuándo salen los discos… lo que no me gusta es cuando involucra a gente de mi alrededor, mi familia, que realmente no participan de ese pacto que yo he hecho

¿Cuál es la noticia que siempre ha esperado leer?
Que se ha firmado la paz entre Israel y Palestina, que es algo que me quita mucho el sueño y no estoy seguro de ver en mi generación. Que hay un acuerdo de paz nuevo después del de Oslo.

¿Qué le diría a Tabaré Vázquez si le tuviera delante?
Que espero que no me tenga que atender nunca ¡porque es oncólogo!.

¿Cómo ve el futuro de Uruguay?
Pues yo soy optimista respecto al futuro de Uruguay, hay gente que no está muy de acuerdo con eso, pero yo lo veo desde fuera y veo que a pesar de la convulsión enorme que está sacudiendo a sus dos vecinos, Brasil y Argentina, que son dos países con un peso muy fuerte en el país, Uruguay viene manteniendo un entorno de diálogo democrático y de libertades individuales y de sensatez que, a pesar de las muchísimas cosas que hay para arreglar, en educación y en seguridad, yo soy optimista. Estoy orgulloso de ser de Uruguay y veo a mi país con buenos ojos y creo que el mundo lo ve también con buenos ojos.

Fuente: EL PAÍS MADRID