Adán Martínez nació en pueblo San Jorge, una localidad del departamento de Durazno con poco más de 300 habitantes, hace más de 60 años y ha pasado la mayor parte de su vida en el exterior.

Vivió en Buenos Aires, allí estudió y trabajó en el Teatro Colón; luego en Caracas, donde fue jefe de vestuario, peluquería y maquillaje en el Teatro Teresa Carreño por 18 años y desde hace más de 15 años reside en Bogotá, adonde llegó convocado por Gloria Zea, directora general de Ópera de Colombia, para una producción y allí se quedó. En Bogotá ha realizado más de 100 producciones entre títulos de ópera, musicales, teatro y hasta producciones de cine. El diseño y la realización del vestuario de la película Del amor y otros demonios, basada en la obra homónima de Gabriel García Márquez y con dirección de la cineasta Hilda Hidalgo llevan la firma de este vestuarista uruguayo.

Pero más allá de su exitoso recorrido profesional, este uruguayo de gesto sereno, mirada chispeante y modos exquisitos, se sigue sintiendo un hijo de la educación gratuita y laica del Uruguay. Fue en una escuela rural, de la mano de su primera maestra, Asunción Cortazzo, que descubrió su sensibilidad artística. Después estudió en Montevideo, primero en el liceo de Maroñas y luego en la Escuela de Bellas Artes donde se sumergió en aquel espacio fermental para dar rienda suelta a una vocación que encontró en las telas un vehículo para el lenguaje estético y artístico más integral.

Era el fin de la década del 60` y recuerda como una marca de fuego la frase que Jorge Errandonea repetía en los salones de Bellas Artes: `Acá les daremos clase de estudio pero no les vamos a dar diploma de artistas, jamás`. Eso es justamente lo que enseña cada vez que lo han convocado a dar clases. «Me gusta mucho la docencia y cuando lo hago me ocupa tiempo y energía. Me gusta enseñar la historia del traje y la realización. En cuanto al diseño, más allá de las pautas que le toca dar al docente, cada alumno tiene que encontrar su propio lenguaje».

En 1990, becado por el Teresa Carreño, tuvo una residencia de estudios en Francia. Se perfeccionó en la Ópera de París, la Comedie Française y el Thétre National de Strasbourg: una experiencia sustantiva para Adán. «Aquello fue un punto de inflexión en mi vida. Hay un antes y un después en mi carrera».

Integral

«Me interesa el vestuario más allá del objeto `ropa`. Es decir, el vestuario como complemento sí, pero como parte de un concepto y un criterio estético integral a favor del espectáculo; sea un vestuario de época o sumamente actual», explica pausadamente y agrega: «Cada vez que me convocan para un nuevo proyecto, leo, escucho, estudio y voy a la primera reunión con el director o directora con una idea básica. Ese es el primer approach. Si hay entendimiento, entonces empieza un proceso que es muy rico; día y noche pensando en el espectáculo. Sí, 24 horas diarias literalmente con eso en la cabeza y continuamente dialogando con el director. Como no soy un gran dibujante (aunque mis bocetos son muy claros y se entienden bien) y además tengo la suerte de ser el realizador de mis propios diseños, con todo mi equipo en el taller, es precisamente en el maniquí donde desarrollo al máximo mi tarea creativa», puntualiza.

Trabajar en Uruguay es siempre un desafío importante para el diseñador. En el Solís se pudo ver su trabajo en la producción de la ópera Lucia di Lamermoor o Falstaff y en la resonante versión de La dama boba de Lope de Vega, que presentó la pasada temporada la Comedia Nacional. Ahora vuelve con Manon Lescaut de Puccini, la ópera que se estrena el próximo domingo 17 de agosto, nada más y nada menos que con María José Siri en el rol protagónico.

Dice que «siempre es grato volver al Solís, a esa sala en la que he vivido tantas noches inolvidables», pero también tiene recuerdos para el viejo Estudio Auditorio. «En la esquina de Andes y Mercedes pasaba lo mejor de la música sinfónica y lírica de Montevideo en mi época de juventud». Si bien todavía no ha realizado ningún trabajo en el nuevo Auditorio, sí ha asistido a ver ballet cada vez que una de sus estadías aquí ha coincidido con una de las puestas del Ballet del Sodre. «Conocí a Julio (Bocca) en su época de Caracas, cuando él bailaba allá y yo trabaja en el teatro. Él era muy joven. Después siguió su camino e hizo una gran carrera y me da mucho orgullo que ahora esté acá. En 1985 diseñé el vestuario de La fille mal gardée para él. Hoy lo haría tan distinto…», cuenta sonriendo.

Ante la pregunta sobre en qué se siente mejor, si en la ópera, el ballet o el teatro, no demora un segundo en responder que lo que lo seduce son los proyectos en sí mismos más allá de su género. «Amo lo que hago y me gusta hacerlo con seriedad, más allá de lo que sea. He hecho varios ballets y me encantan; el teatro siempre da mucha versatilidad. Acabo de hacer el vestuario de Ella en Shakespeare, una obra teatral de Alejandra Borrero que fue muy premiada en Bogotá; y la ópera… ¡ay la ópera! (exclama y hace una pausa con la mirada perdida, toma un poco de café y continúa). La ópera es una obra de arte integral de enorme vigencia. Son tantas las posibilidades y es tal la diversidad. Me gustan los compositores tradicionales pero también los más actuales, que son quizás más teatrales que los propios belcantistas. Siempre he soñado con hacer Moisés y Aarón de Schönberg y creo que hoy no la haría tan bíblica sino muy actual, muy como tú o como yo».

Las tentaciones de un regreso al lugar donde todo comenzó

Hace unos años era impensable imaginar en hacer un vestuario de ópera o ballet para Montevideo. Hoy es moneda corriente. A Martínez le hace feliz lo que está sucediendo acá y al hablar sobre sus sueños para Uruguay y los proyectos que le gustaría hacer aquí, dice que le vienen muchas ideas y que está siempre abierto a las invitaciones. «Me encantaría hacer una nueva producción o quizás pensar en presentar alguna de las más emblemáticas que hemos desarrollado». También acaricia la idea de volver. «A esta altura de mi vida se mezcla la nostalgia y la ilusión. A menudo me acongoja la idea de vivir junto al mar uruguayo; disfrutando mi país y mi gente, y compartiendo con mis compatriotas lo poco o mucho que sé hacer, ya sea desde el escenario o desde la docencia, enseñando a las nuevas generaciones; pero por ahora eso es solo una bella idea».

Fuente: El País