El País cabalgó en medio de la columna de unos 4.000 jinetes que “sitió” el Parlamento para la asunción de Luis Lacalle Pou.

Por Eduardo Barreneche

Yo supe camperear en las extensas ondulaciones del campo del norte. Ahí aprendí que el caballo es buen compañero. Como el perro, termina conociendo el humor de quien lo monta incluso en un tiempo breve.

El desfile de ayer fue para mí como regresar en el tiempo o recuperar un tiempo perdido. Recordé los campos del norte mientras montaba un buen tordillo por campos montevideanos en dirección al Prado donde se iban a reunir todas las sociedades nativistas, troperos, peones y aficionados que querían participar a caballo en la asunción del presidente Luis Lacalle Pou. Sí. Porque Montevideo también tiene campo y sociedades criollas como otros departamentos. Y los montevideanos que andan a caballo son muy orgullosos de su origen como pude observar en la marcha.

Los preparativos
Pasadas las 8:30 llegué al establecimiento de Daniel “Nito” Posse, ubicado en la Ruta 5 frente al kilómetro 11.

Desde la entrada, observé que en los corrales habían varios caballos y que tres gauchos ensillaban otro. Era un hermoso overo, algo cabortero, que luego sería montado por el propio Nito. El caballo tenía todos los aperos de rigor; incluso un lazo de cuero que le cubría las ancas. Nito cría casi un centenar de caballos en su establecimiento.

A mí me tocó un tordillo hermoso, bien alimentado y suficientemente manso que me permitió sacar fotos y filmar durante el desfile que duró varias horas. Para trabajar más cómodamente seguí el consejo de Nito: crucé las riendas y las até encima del pescuezo del animal. Los gauchos bromeaban: “Caballo manos libres”.

Antes de partir, di un paseo por uno de los potreros del establecimiento y supe que se trataba de un animal noble.
También percibí que mi destreza arriba de un caballo estaba siendo analizada por los gauchos de la Agrupación Tradicionalista Troperos de La Tablada. Su bandera es de color verde. Esa sociedad criolla tiene cinco jinete campeones del Prado y otros más reconocidos por su destreza en las domas.

El grupo de jinetes me integró enseguida. Partimos del establecimiento cabalgando por el costado de la Ruta 5 hasta alcanzar María Orticochea. Esos primeros minutos me permitió conocer la nobleza del tordillo. Cuando debí galopar para alcanzar a mis compañeros, respondió.

Por la avenida María Orticochea comenzaron a verse las primeras muestras de simpatía y respeto por los gauchos y los caballos. Personas que salían de sus casas para aplaudir al grupo. Otros que tocaban bocina. Esas muestras de alegría y camaradería fueron una sorpresa para el excampero del norte. No las esperaba tan pronto.

Al finalizar la avenida María Orticochea, el grupo de La Tablada giró por la calle para desembocar en el Prado. Fue como un río que desemboca en el mar: varios cientos de jinetes, con distintivos nativistas de todas partes del país, aguardaban la partida. Chinas con ropas coloridas, niños y niñas de unos cinco años luciendo la vestimenta típica. Concentrados encima de sus caballos. Confiados. Hay que ser de hierro para no emocionarse. Gauchos de “punta en blanco”: sombreros “panza de burro” y de fieltro, camisas blancas, pañuelos celestes, bombachas haciendo tono, botas de cuero y facón cruzado con empuñadura de oro o plata.

Los rebenques merecen un capítulo aparte. Trenzados, de todos los tamaños, con empuñaduras de piedras. Rebenques antiguos, sacados de aperos del abuelo o del padre ya anciano.

La cabalgata se detuvo en la Avenida Agraciada y Santa Fe. Hasta el momento no había percibido el calor. Grupos de caballos y jinetes procuraban cualquier sombra para protegerse. Vecinos solidarios daban baldes de agua para los caballos y botellas para los jinetes.

Cientos de personas esperaban a los jinetes en el Palacio Legislativo. Aplausos. Gritos “Viva la Patria”. Cada tanto algún viva el Partido Nacional.

Eduardo “Vasco” Echevarne, el organizador de la marcha y conductor de la radio oficial de la Expo, dijo a El País que los jinetes superaron los 4.000. En un principio, agregó, los organizadores tenían la información de que vendrían 3.370 jinetes.

“Pero vinieron cinco camiones más de caballos y Canelones trajo más de 750 cuando pensábamos que iban a venir unos 400”, dijo.

Durante la asunción como presidente, Lacalle Pou llamó por teléfono al “Vasco” Echevarne. “Che, Vasco, no van a entrar todos alrededor del Palacio Legislativo”.

El “Vasco” le dijo: “Quedate tranquilo. Van a entrar”.

Echevarne cumplió con su palabra. Entraron todos los jinetes. El último fue José Irureta Goyena, de San Ramón.

Fuente: El País