‘El Guerrero de la Basura’, un documental sobre el arquitecto estadounidense Michael Reynolds inspiró a Tagma, la ONG que impulsa la idea.

En el límite entre Canelones y Montevideo, a un costado de las filas de autos que avanzan en la ruta Interbalnearia durante todo enero, puede verse un peculiar cartel de “Escuela” fabricado con botellas plásticas pintadas. Aunque aparezca sin sentido aparente entre los árboles, el cartel fue colocado por alumnos de la escuela Nº 294 de Jaureguiberry con un propósito claro: marcar el lugar donde estará la primera escuela pública sustentable de América Latina, y tal vez del mundo.

“Escuelas de gestión pública de este tipo no hemos encontrado en ninguna parte de Latinoamérica, y la verdad es que tampoco encontramos casos concretos en otros lados. Pero como no nos animamos a decir que esta es la primera escuela sustentable del mundo, sí seguro lo es de América Latina”, explicó a Búsqueda Martín Espósito, responsable de Tagma, la ONG que impulsó el proyecto.

La futura escuela fue innovadora desde su propio nacimiento, pues la idea se originó con una herramienta alejada de las tradicionales licitaciones, pliegos y procesos burocráticos: YouTube.

“Hay ciertos documentales que se transmiten. Y este fue uno de ellos. ‘El Guerrero de la Basura’ es un documental sobre Michael Reynolds que me recomendaron unos amigos y me impresionó. Empezamos a investigar la mecánica de trabajo de Reynolds y descubrimos que la hace en diferentes países. Lo busqué y logré contactarme con él para que lo que veíamos en el documental pudiéramos también hacerlo en Uruguay”, relata Espósito.

Reynolds es un arquitecto estadounidense de 70 años, reconocido globalmente por su barba y melena encanecidas pero sobre todo por su reformador enfoque hacia el diseño y la construcción. Defensor entusiasta de la vida sostenible, creó en 1969 Earthship Biotecture, una organización asentada en el estado de Nuevo México pero que recorre el mundo realizando bioconstrucciones en aventuras integradas tanto por miembros propios como por personas de diferentes países que pagan una inscripción para aprender y trabajar en los proyectos.

Las estructuras construidas por la organización utilizan artículos de basura diaria como latas de aluminio, botellas de plástico y neumáticos usados, y son autosuficientes en la generación de agua corriente, energía eléctrica y calefacción.

Tras contactar a Reynolds en 2010, se inició para Espósito y Tagma un proceso de cinco años guiado, entre otros, por el objetivo de conseguir un terreno para levantar una escuela pública, el tipo de edificación que decidieron más conveniente para impulsar por “sus implicaciones educativas, culturales y sociales”.

Ese objetivo requirió un largo proceso para conseguir la autorización de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), que finalmente otorgó un predio ubicado en Jaureguiberry y cedido por la Intendencia de Canelones, a casi 750 metros del peaje de Solís Grande y en el lado sur de la ruta Interbalnearia. La elección del lugar por parte de la ANEP obedeció a un criterio básicamente demográfico: la Escuela Nº 294, de categoría rural, recibió alrededor de 30 alumnos en 2015, pero podría albergar a más que por cuestiones de espacio físico concurren a las escuelas Nº 95 de Cuchilla Alta y Nº 22 de Solís Grande.

Períodos cortos

Hoy, los 800 habitantes y los visitantes veraniegos de Jaureguiberry, el último balneario de Canelones, aprovechan la calma de esta agreste desembocadura en el Río de la Plata. Pero los tranquilos días de verano se terminan: a partir del 1º de febrero llegarán para construir la escuela 140 personas de diferentes orígenes, incluidos algunos relativamente exóticos como Marruecos. La mayoría son estudiantes que se inscribieron para participar de la iniciativa y otros veinte pertenecen al equipo de Reynolds (entre ellos el propio arquitecto) , que vendrán a dirigir la construcción e impartir las clases a los estudiantes.

Serán jornadas muy intensas pero también muy breves. Tan breves que el 28 de febrero la escuela prácticamente quedará pronta. “La organización de Reynolds trabaja en períodos cortos. Todos los días se hacen clases teóricas y prácticas; mientras un grupo trabaja el otro va a estudiar en un salón conjunto, y así sucesivamente. De esa forma, el 28 de febrero la construcción quedará lista”, señaló Espósito. En ese momento el grueso de la gente se marchará y quedarán algunas terminaciones por cerrarse, por lo cual los alumnos ya podrán concurrir en marzo, algunos días después de que el año lectivo se haya iniciado.

Dolor profundo

Al norte de Jaureguiberry, 500 metros rectos en cruce a la ruta Interbalnearia, se encuentra la actual escuela Nº 294. Es una casa alquilada propiedad de un particular, y como tal tiene el formato de un hogar no pensado para dar clases. El comedor es pequeño, hay solamente un baño y frecuentemente se corta la luz. También es complicado desarrollar actividades deportivas o talleres. La nueva escuela será más espaciosa, cuidadosamente distribuida y mejor iluminada, razones por las cuales Milagros Medina, directora de la escuela desde 2014, abrazó apenas la escuchó a la singular idea de una construcción fabricada con cartón y latas.

“En esta realidad de la enseñanza actual se debe gestionar para que las cosas sucedan. Y para poder tener una nueva escuela nosotros lo hicimos, más allá del proceso que sucedía en ANEP”, dijo Medina a Búsqueda.

La directora, que fue un motor fundamental para el éxito del proyecto, deberá mirar su concreción desde Rocha, a 250 kilómetros de distancia, ya que no logró elegir el cargo para 2016. “Me dio un dolor tan profundo que me fui como directora a Barra del Chuy”, dice de forma jocosa para tratar de disimular la tristeza. Mientras estudia en uno de los salones de la escuela para las pruebas de concurso que debe dar, sostiene que la nueva directora eligió el cargo motivada por el tema de la sustentabilidad, y que en los próximos años muchos alumnos también querrán anotarse en Jaureguiberry por la originalidad de su escuela.

“Jaureguiberry estaba fragmentado y esta iniciativa le dio identidad a la comunidad. Este año la escuela espera tener cerca de 40 niños, pero está pensada para albergar hasta 100 porque se espera que en el futuro vayan muchos más”.

La nueva escuela recibirá niños de 3 a 12 años (desde inicial hasta 6º año). Ocupará una superficie de 270 metros cuadrados divididos en tres aulas de 50 metros cuadrados cada una, dos baños y un pasillo de distribución que también será invernadero para cultivar alimentos orgánicos. Necesitará de dos mil neumáticos, dos mil metros cuadrados de cartón y 8.000 latas de aluminio.

“Es un edificio normal. La particularidad es que tiene un 60% de material reciclable, como neumáticos, latas, botellas y cartón. Después también tenés madera, tierra, pedregullo, arena, vidrio y cemento, por lo que es un edificio pensado para durar como cualquier otro”, indicó Espósito.

Respecto a su autosuficiencia, el techo está diseñado como una gran superficie de recolección de agua de lluvia que va a acumularse en diez tanques de 3.000 litros cada uno ubicados detrás de la construcción. Habrá paneles solares para la generación de energía propia y una temperatura promedio durante todo el año de entre 18º y 25º grados. “No se necesita calefaccionar. Por su orientación tiene una superficie vidriada al norte y está cubierta hacia el sur, enterrada como en una especie de terraplén”, explicó Espósito.

La obra se concretará gracias a la donación realizada a ANEP por la empresa Nevex, que aporta prácticamente el 90% de lo necesario en materiales. Su costo aproximado es de U$S 150.000 , mayoritariamente en materiales, ya que la mano de obra es gratuita pues la pagan a Earthship Biotecture los estudiantes que se inscriben en el proyecto.

Desde Tagma confían en que marque un antecedente en el desarrollo de escuelas públicas sustentables en Uruguay. Actualmente, el precio promedio de construir una escuela de tiempo completo (que es más grande que una rural) es de entre U$S 1.500.000 y U$S 2.000.000, por lo que este tipo de métodos puede ser viable en términos económicos y de calendario. “La idea es ver cómo resulta. Esto es algo diferente y a veces capaz que los sistemas están hechos para funcionar de otra manera, pero encontramos en ANEP personas dispuestas”, dijo Espósito.

Una de ellas es Héctor Florit, integrante del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) y su director general cuando la iniciativa surgió. Florit afirmó que antes que nada corresponderá “evaluar una obra de estas características”, pero que espera que cumpla “criterios de salvaguardia ambiental que están muy detallados” por Primaria.

Por lo pronto, esos criterios parecen cumplirse. Detrás del cartel de botellas se encuentra un plano básico de la obra, pero en tamaño real, hecho con algunos de los neumáticos que se usarán después. Espósito ilustra con precisión el concepto: “Como verás, tratamos de aprovechar todos los materiales, absolutamente todos”.

Fuente: Búsqueda