Aunque viajar es parte fundamental de su vida, Luciano Supervielle dice que Uruguay es su lugar en el mundo.

Pieza esencial del colectivo rioplatense Bajofondo desde su inicio, socio de Jorge Drexler, con quien acaba de terminar una gira conjunta de dos años por decenas de países alrededor del globo, músico de cine y arreglador; Supervielle editó el año pasado su tercer disco solista “Suite para piano y puso velado”, donde el instrumento que lo acompañó siempre es protagonista. Al disco de piezas para piano se le suma un libro de partituras editado en Uruguay y Argentina.

Supervielle estará llevando la Marca País Uruguay en sus próximos conciertos por Perú, Colombia y México en abril y por Europa en mayo. Antes se presentará en Montevideo, el 15 y 16 de marzo en el Auditorio del Sodre, con un recital llamado “Otro día en Uruguay”. El espectáculo contará con visuales de Agustín Ferrando, creador de la serie web Tiranos Temblad, un particular resumen de noticias uruguayas con partes iguales de humor y poesía.

– ¿Cómo nació el concepto de Suite para piano y pulso velado?

-Salvo un par de temas, todas las composiciones nacieron antes de que pensara en hacer un disco. Diría que el concepto viene de algo que hemos practicado mucho en Bajofondo que es ahondar en nuestra cultura, en nuestra identidad y en nuestra formación musical. Por eso aparece la música clásica que tiene un lugar importante en mi formación y en mi trayectoria. Estudié muchos años en forma académica y me parecía interesante que eso se reflejara en mi música. Lo clásico siempre estuvo presente, pero acá se desarrolla más. Y en el “pulso velado” se mantienen las referencias al hip hop, ese acercamiento a la música que siempre me acompañó. Es parte de mi formación y creo que es de las cosas más interesantes que tengo para decir, esas influencias del hip hop aplicadas a otros estilos han sido un sello personal. Eso está siempre, incluso en música que he hecho para cine. Por ejemplo en la película La Redota, donde la música no tiene nada que ver con el hip hop, pero las técnicas del género están ahí. En estas piezas está en lo rítmico y lo hipnótico, que salvo en el minimalismo no son cosas comunes en la música clásica.

-¿Y cómo entra lo visual en esas piezas?

-A la hora de componer esas cosas salen naturalmente. La música instrumental tiene una parte visual importante o fácilmente trasladable a lo visual. Mi contacto con la música para cine y mi interés personal por el cine me hace tener esa sensibilidad, muchos de mis compositores favoritos son músicos de cine. Ennio Morricone, Nino Rota, por nombrar a los más famosos, pero también Gustavo Santaolalla que es un gran compositor de bandas de sonido. Al hacer un disco como este no es que esté pensando en una escena en particular, más bien hay un espíritu contemplativo.

-Hiciste música para la serie Tiranos Temblad de Agustín Ferrando, que aparecen en el disco como “Pianos tiranos”. ¿Cómo fue esa experiencia?

-Compuse la música especialmente para el programa. Mi proceso creativo fue generar horas y horas de improvisación y luego elegir pequeños momentos que me parecía, funcionaban bien y a partir de ahí construir el tema. Yo conocía muy bien el lenguaje de Tiranos Temblad, su lógica narrativa y me identificaba con esa visión poética de la vida cotidiana que tiene el programa en particular y Agustín en general. Agustín es alguien muy importante en mi carrera en los últimos diez años. Hemos colaborado mucho, tanto en trabajos en vivo, como en videoclips, o en proyectos suyos como Tiranos Temblad. Hay una búsqueda de generar un lenguaje en el que la imagen y la música se complementan. En donde ambas cosas sean esenciales.

Me identifico mucho con Agustín también en el hecho de estar siempre recolectando ideas. Él está siempre filmando cosas, le dedica mucho tiempo a generar material. Yo también. Ya sea estando de viaje o estando en Montevideo, cuando aparece algo que veo como una idea, la escribo en un papel o la tarareo en el teléfono. No dejar escapar los momentos. Agustín está todo el tiempo generando esa clase de material y eso se va a ver en este show. Todo el material audiovisual va a ser original.

– A fines de los años noventa te fuiste a vivir a Francia, ¿qué te llevó a volver a Uruguay?

-Cuando me fui a Francia en 1999 fui con la idea de, por un lado ir a estudiar y por el otro desarrollar mi música, que iba para el lado del hip hop instrumental o la música electrónica. Tenía un montón de temas compuestos y alguno de esos temas llegaron a tener cierta repercusión en Francia; salieron en un par de compilaciones de revistas muy importantes, por ejemplo. Era un comienzo de carrera interesante. Pero al poco tiempo y a partir de esos mismos temas, surgió la posibilidad de trabajar en el proyecto Bajofondo con Juan Campodónico y Gustavo Santaolalla. Y para mi Bajofondo fue un estímulo artístico muy fuerte. Estando en Francia encontré en el concepto Bajofondo -que al principio tenía que ver con mezclar el mundo del tango con el de la música electrónica- una manera de tener un sonido propio, una identidad, que me distinguía de otro montón de músicos que estaban en la misma que yo. Para mi fue una apuesta artística y fue una decisión importante el renunciar a un montón de cosas que estaban empezando a ocurrir en Francia, para apostar a Bajofondo volviendo a Montevideo. Agradezco esa decisión, viajamos por todo el mundo, hice mis discos estando muy cercano a la familia Bajofondo, producidos por Juan y Gustavo. Y hoy en día estoy instalado en Uruguay y no pienso en irme.

Cuando me fui a Francia lo hice también porque me sentía franco-uruguayo, pero cuando fui para allá me di cuenta de que era mucho más uruguayo que francés, por mis costumbres, mis códigos, mi cultura en general. Hay cosas que uno no se da cuenta pero que te definen como uruguayo, desde la manera de relacionarte con las personas a como percibir distintos estímulos.

-¿Sentís que vivir en Uruguay afecta tu música?

-El contexto en el que vivís condiciona mucho el resultado artístico de lo que hacés. Yo interactúo mucho con artistas uruguayos que me nutren muchísimo. Una de las grandes ventajas que tiene vivir en Montevideo es que podés interactuar con muchas personas de distintas ramas. He trabajado con gente del área visual, de la coreografía y con músicos de todo tipo. También es cierto que viajo mucho. Y eso ha sido una constante en mi vida, desde antes de dedicarme a la música. Y eso ha hecho también que tenga una percepción especial del lugar en el que vivo. Es un apego al lugar en el que vivo que convive todo el tiempo con el desapego. Yo siempre estoy extrañando un lugar en el que no estoy.

La ciudad me influye también. Son cosas con las que uno convive y que a veces no te das cuenta que están en ti. Cuando viajo no pudo dejar de tener como referencia la geografía de Montevideo para compararla con la ciudad donde estoy.

– Como decías, siempre has estado viajando por el mundo, ¿sentís que la percepción sobre Uruguay a nivel internacional ha cambiado en estos últimos años?

A nivel latinoamericano nos hemos posicionado a nivel cultural. Hay un concepto muy bueno de Uruguay a nivel cultural que quizás antes no existía tanto, más que nada por desconocimiento. Y Montevideo tiene un aura de ciudad donde pasan muchas cosas, donde hay una movida importante. Hay muchas cosas que han ayudado a que Uruguay se conozca a nivel internacional, por ejemplo el ballet del Sodre.

– ¿Qué influencias uruguayas destacarías en tu música?

-Es difícil darse cuenta estando tan por dentro. Lo rítmico sin dudas. Uno de mis artistas favoritos es Ruben Rada, el mundo rítmico de Rada es algo con lo que siempre me he identificado. Esa mezcla que tiene el Uruguay de lo brasileño, de lo negro, de lo europeo. Esa influencia tan variada, de distintas épocas y lugares que han confluido aquí. Te das cuenta en los artistas tan diferentes que ha dado Uruguay y en sus influencias. Darnauchans y su influencia francesa, Eduardo Mateo y lo hindú. Son cosas muy distintas que confluyen y que terminan generando una identidad propia.

Entrevista: Andrés Torrón
Fotografía: Fernanda Montoro