Como líder silencioso, reconstruyó la selección, refundó el fútbol de la celeste y es la fuente de inspiración de las nuevas generaciones.

Por Luis Eduardo Inzaurralde

Inspirador de las nuevas generaciones. Modelo para sus coetáneos. Diego Forlán puso punto final este martes a la carrera de un jugador que se transformó en un referente histórico del fútbol uruguayo y en el más influyente de la historia moderna de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF).

Con ese sesgo lleno de polémica que genera colocar a un jugador por encima de otro, a lo largo de sus 19 años como futbolista profesional (los últimos 15 meses en los vivió como retirado del fútbol, jugando al tenis, disfrutando la paternidad y viajando por el mundo como imagen de FIFA, no cuentan), Forlán construyó una carrera llena de triunfos, goles y prestigio. Se sobrepuso a los prejuicios de ser el hijo de…. Emigró para evitar contaminarse de las limitaciones que establecen esas comparaciones y fue lo que quiso ser: el mejor.

Siempre fue de maduración lenta, como lo reconoció en charlas con Referí. Le llegó tarde su pase a Europa, recién a los 23 años, y el desembarco en la selección. Sin embargo, se preparó para ser el mejor de un mundial y protagonizar cuatro años en la elite del fútbol mundial (2007-2011) con la sabiduría e inteligencias de unos pocos.

Sin las destrezas de otras figuras mundiales, pero con sacrificio, inteligencia para saber cuáles eran los tiempos y trabajo moldeó lo que quiso.

A Forlán lo definen como autodidacta. Por esa razón, como autodidacta le adosó a su recorrido en el fútbol lo que fue necesitando.

“A medida que vas desarrollando la carrera vas perfeccionando tu preparación. Recuerdo que cuando estaba en Manchester, salía a entrenar solo con mi hermano (Pablo) en los parques. Eso me ayudó en los trabajos técnicos. Él en su etapa de jugador fue defensa, y lo que hacía era perfeccionar la técnica enfrentándolo y realizando trabajos específicos. Eso fue en Manchester. Y así fue siempre. En 2007 me crucé con Santiago (Alfaro), recomendado por Guillermo González, un amigo, y comencé a realizar una preparación específica, trabajos físicos de potencia”, explicó Forlán en una entrevista con Referí en 2013.

Tuvo la capacidad de leer el futuro. Entender cuál era el camino, a partir del sacrificio. El Mundial de 2010 lo encontró en el punto más alto de su carrera profesional. Se preparó para eso. Nada fue casualidad.

“Entrené mucho, muchísimo. Mientras todos los jugadores en los últimos tres meses de la temporada realizaban un entrenamiento al día, yo hacía tres. Pero sucedió todo en forma paulatina. No fue de un día para el otro. Al principio hacía algunos trabajos en casa, después fue aumentando la intensidad y la confianza que te brinda el entrenamiento. El punto más alto se registró en 2010. Recuerdo que para el Mundial me empecé a preparar tres meses antes. En ese período, en el que todos bajan la carga de trabajo –como te decía–, yo hacía triple horario. En un mes de los demás jugadores de mi club, yo entrenaba tres. Esa era la realidad, y en tres, nueve meses. Un día en aquellos tiempos, cuando ya me había venido a Montevideo: entrenaba entre la hora 6 y 7.30 en Biguá, me duchaba, desayunaba, y me iba al Complejo de la AUF para practicar con la selección de 10 a 12. Una siesta, y volvía a trabajar en la cancha de 15.30 a 17.30. Alimentación, descanso, entrenamiento. Después alcanzás un rendimiento importante, pero es todo en base a sacrificio. También, un día el cuerpo no da más”.

Y un día, se empezó a apagar.
Su ciclo más valioso se puede ubicar entre 2004 y 2011, entre sus 24 y 32 años en los que defendió a Villarreal y Atlético de Madrid. No obstante, su punto de consolidación absoluta se reflejó cuando en 2007 llegó a los colchoneros y en la selección encontró en Óscar Washington Tabárez el aliado para avanzar en el camino que pretendía. Atrás había quedado el último horneado que recibió en Villarreal y las diferencias con Jorge Fossati que lo habían llevado a dar un paso al costado en la selección. Fue así que Tabárez en la planificación y Forlán en la realización, protagonizaron la película perfecta.

Entre 2007 y 2011 se consagró. Goleador de España y de Europa, campeón de la segunda copa de Europa, de la Supercopa, mejor jugador del Mundial de Sudáfrica, goleador en ese mismo torneo y cuarto con la selección, y campeón de América en Argentina.

“Un día el cuerpo no da más”, reconoció en 2013 a Referí. Sin embargo, ya había realizado todo. La obra que despertó admiración y reconocimiento, y su liderazgo silencioso en el combinado fue el pilar fundamental para construir la nueva versión de la selección.

Tabárez lo utilizó como referente, como modelo del proyecto que quería para el fútbol uruguayo. Lo hizo segundo capitán, en una función simbólica porque nunca fue tal, pero sí se transformó en el líder futbolístico de Uruguay. Lo más difícil de conseguir en un país que está lleno de líderes anímicos y en el que escasean los futbolísticos.

Bajo su ala se formaron Luis Suárez y Edinson Cavani, sus sucesores y quienes lo destronaron como goleador histórico, una racha que Forlán rompió después 81 años de intentos frustrados por alcanzar a Scarone, en 2011. Diego Lugano se recostó en el talento de Cachavacha para hacer su parte desde lo anímico. Y en silencio, se transformó en el jugador más influyente de la historia moderna del fútbol uruguayo.

Por estos días, en los que Luis Suárez deslumbra con su potencia y sus goles, Edinson Cavani trasciende por su crecimiento y consolidación, o Diego Godín se consagra en Europa, el legado de Forlán parece quedar soslayado frente a estas figuras. Sin embargo, el tiempo se está encargando de poner en el pedestal que le reserva la historia, a quien este martes se transformó en exfutbolista, porque ninguno fue capaz en los años siguientes de repetir lo que hizo Forlán: guiar a la selección a una semifinal del mundo o un título continental, aunque lo intentaron y tuvieron suficientes individualidades como para superar lo que hizo Diego.

Forlán, que se transformó en leyenda cuando se retiró de la selección en 2015, este martes terminó de completar los trámites de jubilación que ya había sellado cuando hace 15 meses tocó por última vez una pelota en una cancha de fútbol en Hong Kong y su nombre será reconocido por siempre como el líder silencioso de la generación que refundó a la selección nacional.

Fuente: El Observador