«Se produjo un noviazgo», anunció este miércoles Luis Barbeito, director ejecutivo del Instituto Pasteur de Montevideo, frente a una decena de investigadores, autoridades del rubro científico y representantes de la industria.

Barbeito presentó a las dos partes de esta nueva relación científica: el investigador Eduardo Osinaga y una empresa uruguaya dedicada al software que decidió invertir en biotecnología (De Larrobla & Asociados).

«Es un proceso inusual y muy positivo para Uruguay», dijo a Búsqueda Osinaga, investigador principal del Instituto Pasteur y profesor titular del Departamento de Inmunobiología de Facultad de Medicina de la Universidad de la República. El sector privado se animó y entendió que «invertir en biotecnología es un negocio».

Este «noviazgo» se concretó mediante un instrumento de la ANII (llamado i i) que tiene como objetivo financiar trabajos conjuntos entre la industria y la academia. Habilita a que proyectos que están en el ámbito de la academia «vuelquen» esta experiencia para trabajar con miras a un «producto final» con fines comerciales, explicó Barbeito.

Años. Esta no es una iniciativa «improvisada», aclaró Osinaga. Junto a su equipo de investigación desarrolló una molécula capaz de detectar el cáncer. Ahora apunta a mejorar sus características para que pueda ser utilizada para mejorar el diagnóstico de varios tipos de cáncer y también en tratamientos.

Luego de «25 años de experiencia en ‘la molécula’, ahora estamos sacándole el jugo; hay resultados preliminares muy buenos», indicó el investigador que se formó en Uruguay y en el exterior.

La molécula tuvo varias modificaciones. Fue inicialmente un anticuerpo que, luego de haber sido transformado por ingeniería genética y tras estudios de investigación, pasó a tener una parte humana y otra de ratón en su versión más moderna que llaman «chimera». Se comprobó que reconoce células tumorales. También que cuando se aplicaba en ratones que estaban desarrollando cáncer de mama, la molécula lograba en la mayoría de los casos detener el proceso.

Para que pueda tener un uso aplicable «potencialmente» en humanos, Osinaga y su equipo necesitan que la molécula sea más pequeña. Con las mismas funciones, pero más chica. «Tenemos la oportunidad enorme de hacer realidad lo que planteamos», destacó.

La ANII y la empresa De Larrobla & Asociados aportarán 140.000 dólares en mitades iguales para esta etapa. «Hay inversión que nos permite evaluar una gran cantidad de tumores y grupos de moléculas más chicas para elegir la mejor. Tenemos dos años para hacerlo; vamos con todo porque las condiciones lo permiten», aseguró Osinaga.

Lograr una molécula más pequeña con iguales funciones permitiría usarla para el diagnóstico de varios tipos de cáncer, como el de colon, mama, pulmón, ovario y próstata. Realizar una Tomografía por Emisión de Positrones (conocida como PET) con el uso de esta molécula podría permitir «mejorar la precisión» del diagnóstico. Otro uso sería «pegarle fármacos» a la molécula. Un proyecto de nanotecnología en curso apuntará a que el fármaco pueda llegar al tumor rápidamente junto con la molécula y actuar directamente allí.

«Al ser pequeña puede llegar más rápido a los tumores. La molécula chica es versátil», explicó Osinaga. «En el corto plazo priorizamos su aplicación en diagnóstico y en el mediano plazo ya estamos empezando a trabajar en la aplicación hacia nuevos tratamientos», anunció.

Al mercado. Apuntan con este proyecto a lograr resultados en un plazo de dos años que puedan proteger mediante patentes. Colocar el producto en el mercado requiere un dinero con el que los investigadores no cuentan y la inversión de empresas en diferentes etapas es imprescindible para avanzar. Si se logran patentes habrá otras firmas que podrán entrar en juego y formar conglomerados hasta que «ojalá dentro de tres o cuatro años el proyecto pueda ser trabajado por una big pharma (una gran empresa farmacéutica)» y el Pasteur y De Larrobla tengan un porcentaje. «Este es el camino», resumió Barbeito.

Fuente: Búsqueda