Uno de los principales diarios de España, El País de Madrid, destacó las diez cualidades que tiene nuestro país para «vivir como un millonario» o «como un gaucho».

El título de la nota es: «Diez flechazos uruguayos», y está escrito por el blog Lonely Planet, del diario madrileño.

Nuestro país «se ha revelado como una joya para los que buscan experiencias diferentes» y recalca «la cosmopolita Montevideo hasta la fiestera Punta del Este, o la pintoresca e histórica Colonia».

Así describen los 10 lugares que «flechan al turista» para visitar el Uruguay.

«1. Mágico carnaval de Montevideo.

Durante todo el mes de febrero, Montevideo hace la competencia a Río de Janeiro, desmelenándose en un Carnaval que llena sus calles de música y baile. Uno de sus momentos clave es el imprescindible Desfile de las llamadas, celebrado durante dos noches a principios de mes, en el que varias comparsas recorren las calles de Palermo y el Barrio Sur.

Las rivalidades entre barrios se disipan mientras una interminable ola de bailarines recorre las calles al ritmo de la percusión candombe, de origen afrouruguayo. El corazón del desfile es Isla de Flores, entre Salto y Gaboto. Los espectadores pueden alquilar una silla en la acera o intentar hacerse con un espacio en los balcones orientados a la calle.

Como en el Carnaval de Cádiz, las murgas son otro de los elementos imprescindibles de este carnaval. Vestidas de vivos colores, representan piezas originales con mucha sátira política. Durante la dictadura uruguaya, estas compañías eran famosas por sus comentarios subversivos. Tocan por toda la ciudad y compiten durante todo febrero en el Teatro de Verano Ramón Collazo del parque Rodó.

El complemento es una visita al Museo del Carnaval o asistir a las sesiones informales de candombe que hay en los barrios de la ciudad durante todo el año.

2- Punta del Diablo:

Hasta hace muy poco, Punta del Diablo era solo una adormecida aldea de pescadores pero ahora es uno de los lugares más cool para las escapadas vacacionales de uruguayos y argentinos. También se ha convertido en el epicentro de la escena mochilera de playa en Uruguay.

Pese a la urbanización salvaje que ya se extiende por esta costa, Punta del Diablo ha podido conservar su ritmo tranquilo de vida y todo su encanto. El lugar es perfecto para practicar surf, montar a caballo por la playa principal, hacer una excursión a pie de una hora hasta el Parque Nacional Santa Teresa o admirar la puesta del sol frente a una hoguera improvisada mientras los lugareños amenizan la velada con sesiones de percusión.

3- Las termas cercanas a Salto:

Salto es la segunda ciudad más grande del país, construida cerca de las cascadas de Salto Grande, en las que el río Uruguay literalmente se desploma. También marca la frontera más septentrional con Argentina, un lugar tranquilo, donde nunca pasa nada, con algunos edificios del siglo XIX y un agradable paseo junto al río. Si los viajeros llegan hasta aquí es por sus cercanas fuentes termales y la zona de recreo situada sobre la enorme presa hidroeléctrica de Salto Grande.

Hay otros atractivos, como el Museo de Bellas Artes y Artes Decorativas, alojado en una antigua mansión con vidrieras de colores y jardín, y el Museo del Hombre y la Tecnología. Pero lo más interesante es laRepresa Salto Grande, una imponente presa hidroeléctrica, 14 kilómetros al norte de la ciudad, que genera más del 50% de la electricidad que se consume en Uruguay y es todo un símbolo nacional. Hay circuitos guiados gratuitos de 90 minutos de duración para visitarla, tanto del lado uruguayo como del argentino.

4- Reservas naturales en el interior:

El interior de Uruguay es el sueño de cualquier amante de la naturaleza, lleno de extensos espacios abiertos. Las infraestructuras turísticas son rudimentarias, pero a muchos viajeros les gusta precisamente eso y se ven recompensados al llegar hasta estos parajes poco visitados. Las dos reservas que mejor reflejan el espíritu salvaje de la región gaucha son el Valle del Lunarejo y la Quebrada de los Cuervos, pero hay otras como la del Cabo Polonio, el Cerro Verde y la Laguna de Rocha.

El Valle del Lunarejo, a 95 kilómetros al norte de Tacuarembó, es un entorno tranquilo y aislado con las aves y los ríos como única banda sonora. Los visitantes pueden pasar la noche en la maravillosa Posada Lunarejo, un restaurado edificio de 1880 a dos kilómetros de la carretera principal. La Quebrada de los Cuervos es un pequeño cañón que atraviesa las ondulantes colinas ubicadas al noroeste de Treinta y Tres (a 325 kilómetros desde Montevideo). Un hábitat húmedo y fresco, ideal para una gran variedad de aves y plantas. Hay un par de senderos autoguiados: uno sigue el curso del cañón y el otro lleva hasta la cascada de Olivera.

5- El encanto de Colonia del Sacramento:

Es la joya colonial del país, con una muralla del siglo XVIII, plazas sombreadas y calles adoquinadas de aire pintoresco. Está a orillas del Río de la Plata, a 180 kilómetros al oeste de Montevideo pero solo a 50 de Buenos Aires (en ferry) y es patrimonio mundial de la Unesco. Su barrio histórico, un núcleo de la época colonial de estrechas calles, ocupa una pequeña península que penetra en el río.

Las hileras de plátanos dan sombra al paseante en verano y la orilla del cauce es ideal para contemplar las puestas del sol. Su encanto y la proximidad a Buenos Aires atraen a miles de visitantes argentinos por lo que es mejor evitar los fines de semana, sobre todo en verano, cuando suben los precios bastante.

El barrio es un auténtico regalo para la vista, lleno de lugares pintorescos para pasear, como la estrecha calle de los Suspiros, un callejón de adoquines flanqueado por casas coloniales; el paseo de San Gabriel, en la orilla occidental del río; el Puerto Viejo o las dos plazas principales del casco antiguo: la enorme Plaza Mayor 25 de Mayo y la frondosa plaza de Armas, también llamada Manuel Lobo, donde se alza la iglesia más antigua de Uruguay. Para hacer buenas fotos podemos ir al faro, del siglo XIX, con unas vistas fantásticas del casco antiguo y el río de la Plata.

Con una entrada única de 50 uyus (1,82 euros) se puede acceder a los ocho museos históricos.

6- Vistas de Cablo Polonio:

Perderse en las dunas y contemplar los leones marinos desde lo alto del Cabo Polonio es una experiencia inolvidable. Se llega por la Ruta 10, al noroeste de La Paloma, donde encontraremos el desvío hacia esta pequeña aldea de pescadores enclavada entre montículos de arena y coronada por un faro solitario.

En Cabo Polonio está la segunda colonia de leones marinos más grande del país y en 2009 la región fue declarada Parque Nacional. A pesar del aumento paulatino del turismo, sigue siendo una de las poblaciones costeras más vírgenes de Uruguay. No hay servicios bancarios y la limitada electricidad del pueblo proviene de generadores y de energías renovables (solar y eólica).

Durante todo el año, aficionados a la observación de fauna acuden a Cabo Polonio. Debajo del faro se pueden contemplar leones marinos sudamericanos (Otaria flavescens) y osos marinos de dos pelos (Arctocephalus australis) retozando en las rocas. También se observan ballenas francas australes entre agosto y noviembre, pingüinos en la playa entre mayo y agosto y el curioso elefante marino del sur (Miroung leonina), entre enero y marzo, en la cercana isla de la Raza.

Antes de llegar a Cabo Polonio, podemos alojarnos en el delicioso hotel ecológico de Laguna Garzón Lodge, un hotel con 12 casitas flotantes que te harán sentir fuera del mundo, rodeadode agua y aves.

7- Una pastilla de carne:

En Fray Bentos, un paso fronterizo hacia Argentina, al sur del río Uruguay, hay una procesadora de carne que ha sido declarada recientemente patrimonio mundial de la Unesco. La Liebig Extract of Meat Company abrió en 1865 y en poco tiempo se convirtió en el complejo industrial más importante del país. En la década de 1920, la compañía británica El Anglo se hizo cargo de la factoría, que al estallar la II Guerra Mundial contaba con unos 4.000 trabajadores que sacrificaban la friolera de 2.000 reses diarias.

Actualmente, contemplando la fábrica abandonada, nadie diría que su producto estrella, las pastillas de caldo de ternera Oxo, formaron parte durante décadas de la vida de millones de personas en todo el mundo. Los cubitos Oxo alimentaron a los soldados en las trincheras de la I Guerra Mundial, Julio Verne cantó sus excelencias en la obra De la Tierra a la Luna y Stanley se los llevó en su búsqueda de Livingstone, mientras que Scott y Hillary disfrutaron de ellos en la Antártida y el Everest.

Hay circuitos guiados que recorren el laberinto de pasillos, corrales y mataderos abandonados que hay detrás del Museo de la Revolución Industrial. Los martes, jueves y sábados a mediodía también se puede visitar la Casa Grande, donde vivía el presidente de la empresa. Dentro de la fábrica, numerosas exposiciones hacen que la historia de la factoría cobre vida.

8- Playa y discotecas en Punta del Este:

No todo es naturaleza y placidez en Uruguay. Para compensar tenemos Punta del Este, el lugar más internacional y glamuroso del país, lleno de argentinos y brasileños, de celebrities de todo el mundo y de uruguayos de la alta sociedad. Aquí se puede tomar el sol, practicar surf, ir al gimnasio, bañarse en la playa y, al caer la noche, bailar sin parar en una de sus famosas discotecas.

Hay playas, elegantes residencias junto al mar, un puerto deportivo, altos edificios de apartamentos, hoteles de lujo y sofisticados restaurantes. Entre los pueblos cercanos que viven de la fama de Punta del Este se encuentran La Barra, al este, y Punta Ballena, al oeste.

El monumento más famoso del pueblo es La Mano en la Arena, en playa Brava, una enorme escultura que emerge de las profundidades de la tierra, y entre las visitas turísticas que todos hacen está la cercana isla Gorriti (a 15 minutos en barco), con playas de arena, un par de restaurantes y las ruinas de las baterías de Santa Ana, una fortificación del siglo XVIII.

9- El decadente encanto de Piriápolis:

Piriápolis recuerda ligeramente a un pueblo costero mediterráneo y tiene un encanto muy particular, gracias a un majestuoso hotel y a su paseo marítimo. Como centro turístico es obra de Francisco Piria, quien a principios del siglo XX construyó el histórico hotel Argentino y el castillo de Piria, una peculiar residencia privada.

Y no hay mucho más, pero es parada obligada para el viajero hacia Punta del Este. Para obtener las mejores vistas de Piriápolis merece la pena subir a un aerosilla y ascender hasta la cumbre del cerro San Antonio, en el extremo oriental del pueblo. Aunque no nos alojemos, es obligado visitar el Hotel Argentino, un elegante spa de estilo europeo, inmenso, con casino, una pista de hielo y otros lujos.

10 Disfrutar de una estancia gaucha:

Las estancias, enormes haciendas en el interior de Uruguay, son un icono cultural nacional y se han convertido en una de las grandes propuestas turísticas para disfrutar del auténtico espíritu del país. Muchas ofrecen alojamiento y otras solo actividades, sobre todo paseos en caballo.

Una de las más impresionantes es la de San Pedro de Timote, de mediados del siglo XIX, a la que no le falta de nada: tiene desde una capilla blanca hasta un patio de palmeras, una biblioteca maravillosamente decorada con azulejos o un corral de piedra.

Es un lugar magnífico para hacer excursiones a caballo, tomar el té en torno a una hoguera o hacer excursiones. Está a 160 kilómetros al noreste de Montevideo por la Ruta 7.

Otras estancias destacables son La Sirena, cerca de Mercedes, Guardia del Monte, en la costa, o Yvytu Itaty, cerca de Tacuarembó».

Fuente: El Espectador