La fantasía y la ciencia ficción propiciaron la creación de varias subculturas como los trekkies, los furries y los whovians. Están en todo el mundo, incluso en este rincón del sur.

El domingo, en una iglesia metodista de Estados Unidos, el pastor apeló al fallecimiento de Leonard Nimoy, el eterno Sr. Spock de Star Trek, para su sermón. Ese religioso es amigo de Martín Pérez (35), «MaGnUs», guionista de historietas y diseñador gráfico uruguayo, además de fundador en 1998 del USS Artigas, el club de fans local de la serie; los trekkies uruguayos. Según dice, eso muestra la universalidad y la trascendencia que tuvieron para millones de personas en todo el mundo las aventuras del Enterprise y su tripulación, mucho más que una serial televisiva de ciencia ficción.

«Lo que destacó a la serie fue su espíritu: que la gente se podía sobreponer a problemas de discriminación y conflictos, en busca del bien común y el conocimiento», dice MaGnUs. Emitida por primera vez en 1966, su creador, Gene Roddenberry, hizo que se tocaran los temas más polémicos de ese tiempo (Guerra Fría y racismo). Por caso, «el primer beso interracial que mostró la televisión se vio en esta serie», apunta Martín. «El Sr. Spock era mitad humano, mitad vulcano. Él no era aceptado del todo en ninguna de las dos culturas, salvo en la tripulación».

Aceptación, esa es la palabra clave en grupos como los trekkies, los furries, o whovians. Eventos como Montevideo Cómics, que se celebran desde 2002, han demostrado que estas tribus urbanas, subculturas o —quizá el nombre adecuado— fandoms (contracción de fanatic kingdom: «reino fan»), casi siempre vistas como ajenas, también están en Uruguay. El pertenecer a estos grupos tan basados en el mundo fantástico o de ciencia ficción —ellos mismos lo reconocen— muchas veces les ha significado sufrir prejuicios, burlas o el incómodo mote denerds (término que, lapidario en los 80 y 90, hoy está casi de moda). Para ellos, simplemente es sentirse cómodos con gente que, por raro que parezca para los profanos, comparte un gusto en común.

Furries

El término proviene de fur (pelaje, en inglés) y furry (peludo). Es el gusto por los animales —reales o de fantasía— antropomorfizados, capaces de moverse, hablar o sentir como seres humanos. Muchos adoptan una personalidad (fursona) que puede quedase en un plano virtual o en el real; en este último caso hace falta un traje (fursuit) para interactuar en las reuniones (furmeets).

En Uruguay hay al menos tres grupos de Facebook de furries: Uruguay Furry, Furry Uy + Plus y Furry made in Uruguay. Entre los tres suman 152 integrantes. Muchos adoptan un estilo inocentón para sus fursonas y otros se decantan por uno decididamente sexy. Algunos parecen basados en Disneylandia y otros en el animé japonés. «Va en gustos», señala Gustavo (41), supervisor de redes y técnico en informática, cuya personalidad adoptada es una mezcla de mapache con tanuki (un cánido asiático muy parecido, justamente, al mapache). Para él, hay tantas motivaciones como furries en el mundo: «Yo siempre adoré el estilo de animales antropomorfizados, me crié viendo dibujos animados como el Súper Ratón, o los de la Warner (Bugs Bunny y compañía). Y simplemente encontré gente que le gustaba lo mismo que a mí». Natalia (29), diseñadora gráfica, llegó a este universo por el lado de la animación. «A mí siempre me gustó el proceso de hacer las cosas. Ver un animal haciendo las cosas de un hombre es algo totalmente mágico. Ahora estoy en un cómic, ¡y el próximo paso es hacer una animación!». Su fursona es una leona.

En Uruguay, señala Gustavo, las actividades dependen de cada grupo. Reunirse suele ser complicado. «Muchos estudian o trabajan, y juntarse es algo que cuesta un poco. Cada tanto tratamos de hacerlo, para salir de la virtualidad». Varios han sacado sus fursonas a pasear al Parque Rodó o 18 de Julio. «La gente es muy receptiva», afirma. Hacerse un traje «parcial» —cabeza, patas o manos y cola—puede salir entre 350 y 400 dólares si uno contacta un furmaker. «De ahí para arriba, hay fursuits de 10 mil dólares». Como en todos, hay diferencias entre el primer y el tercer mundo. Anthrocon, que se celebra cada julio en Pittsburgh, Estados Unidos, es la mayor convención furry del planeta, y el año pasado llegó casi a los 6.000 asistentes. Ahí pueden verse diseños espectaculares. Natalia, con metas más modestas, sueña con que la edición 2015 la tenga a ella como participante: «Yo hace unos años me hice mis propias garras, sobre todo se trata de darse maña».

Conocedores del costado freak de eso de adoptar identidades de animales, los furries se atajan: «Acá hay todo tipo de gente. Es un lugar donde lo único que nos une es un gusto en común», señala Martín (20), cuya fursona mezcla un búho y una gata. Hay gente sociable y otros que si no fuera por Internet no tendrían contacto con el resto del mundo. Sí parece un fandom con una interna que sabe de sus tensiones: en el grupo Furry made in Uruguay se advierte textualmente: «Para aquellos que se sienten mal en otros grupos de furry, en este grupo el bullying es inaceptable».

Whovians

La británica Doctor Who, la serie televisiva de mayor duración de la historia (fue emitida entre 1963 y 1989, y retomada de 2005 hasta hoy), también tiene sus fans uruguayos, aglutinados en el grupo de Facebook Uruwho, con 377 miembros.

«A mí siempre me gustó la ciencia ficción. Y esta serie se combina con el drama, con muchos niveles y matices de complejidad. Es un universo vasto», dice Cecilia Ferreira (25), whovian y asistente de odontólogo recién recibida. Las actividades de esta tribu son básicamente virtuales y las reuniones se limitan al aniversario de la primera emisión, los 23 de noviembre. Cuando se cumplieron los 50 años abarrotaron el Movie Center. Según Cecilia, es un grupo muy tranquilo donde las mayores discusiones se dan sobre cuál fue mejor «doctor» que otro. «¡Somos nerds sociables!», se ríe.

Trekkies

Posiblemente los seguidores de Star Trek (anteriormente más conocida aquí como Viaje a las estrellas) sean los más famosos de todos. En Uruguay, según Martín Pérez, que hoy tiene el grado honorífico de almirante del USS Artigas (que por supuesto está en Facebook), hay entre 120 y 130 trekkies. «Nos reunimos para compartir comentarios, pasarnos piques de material, hacer pequeñas maratones de capítulos. Hemos participado en convenciones, en los primeros Montevideo Cómics con uniformes y réplicas de partes de la nave. Lo hicimos tanto para divertirnos como para acercar a más gente».

Martín está casado hace trece años y tiene un hijo de diez. La parte más espiritual de la serie —algo resaltado por todo trekkie que se precie de tal— le ha sido útil con fines formativos. «A mí me ha servido verla con mi hijo para discutir temas sociales, a modo de fábulas modernas. No nos quedamos solo con lo superficial». Es usual que este gusto sea transmitido de generación en generación. Entre los asociados al USS Artigas ya se cuentan abuelos con sus nietos. «Por supuesto, todos nos acercamos a la serie por la ciencia ficción», aclara.

Y sobre el infaltable qué dirán, MaGnUs se encoge de hombros. «Yo que sé, la respuesta es muy sencilla: people is people, como dicen en Estados Unidos. El de afuera, el que no entiende que preferís ver un capítulo de Star Trek antes de ir a bailar, va a buscar formas de agredirte. Mi filosofía es: disfrutalo y compartilo. Hay quien puede tener obsesiones desmedidas con un hobbie o una serie, pero eso también te pasa con el fútbol. Y nunca vas a ver a un loquito de Star Trek que vaya y le pegue un tiro a alguien».

Estigma en televisión

Las reuniones de estas subculturas han sido generalmente estigmatizadas por los medios. En 2003, durante la cuarta temporada de la serie policial televisiva CSI: Las Vegas, en un capítulo llamado Pelaje y rechazo, la trama gira en torno a un asesinato ocurrido durante una convención furry.

«Ese capítulo mostró una versión muy parcializada y estereotipada de lo que es el furry fandom«, señala Gustavo, el mapache-teraki uruguayo. «Nosotros varias veces tuvimos que salir a aclarar que se trataba solo de un programa de ficción».

Fuente: El País