Alicia Torres y Ana Inés Larre Borges produjeron un libro-álbum sobre Marosa, excavando una vez más en su mitología personal.

Marosa di Giorgio (1932-2004), una de las poetas uruguayas con más reconocimiento internacional, fue y es leída con singular interés por distintas generaciones de lectores y estudiosos, pese a que hasta la década del 90 sus adeptos no eran tan visibles como ahora. Respetada por sus pares y recordada con cariño por sus amigos escritores, único clan al que, feliz, aceptó pertenecer; los recitales estremecedores de Marosa parecen retumbar desde aquel entonces. Pero no solo eso.

Su prolífera obra poética se encuentra reunida en el volumen Los papeles salvajes (2008), “edición definitiva” de un corpus orgánico y vital que la poeta salteña sembró tras de sí. Según lo ha expresado la crítica en distintas oportunidades, hablar de Los papeles salvajes es hablar de un enorme códice que estructuralmente se comporta de manera autónoma, coherente, y cuyo universo literario —intenso y nítido a la vez—, es construido gracias a una riqueza imaginativa y expresiva pocas veces vista en la literatura de nuestra lengua.

Pero Marosa di Giorgio no solo trabajó arduamente con la escritura poética, sino que ella misma se convirtió en la poética de su propia escritura y, por ende, en su mayor embajadora y en su fiel defensora. Con el tiempo, el personaje Marosa fue posicionándose como la principal testigo y llave de los misterios y reflexiones que entrañaban sus sagrados “papeles”. Escribir era vivir y viceversa, como si fuesen dos caras que conviven plenamente en el revés de una moneda. La comunión entre su figura autoral y poética quedaba contenida, y aumentaba con cada aparición pública. Eso tuvo como resultado una impronta especial que difícilmente pueda explicar alguien que no la conoció personalmente. Según su amigo Ricardo Prieto, era “casi imposible describir su misticismo aplicado a la vida cotidiana, y su impar manera de demostrarnos que lo visible es sólo uno de los ejemplos de lo real”.

Nuevo intento
Conocedoras de gran oficio, las investigadoras Alicia Torres y Ana Inés Larre Borges se embarcaron en la ardua tarea de excavar una vez más en la mitología personal de Marosa di Giorgio, abriéndose paso entre un montón de materiales conocidos, desconocidos e inéditos, con la finalidad de aportar “algo nuevo, cuando todo parecía exhumado”, tal como indican en la introducción. Este ambicioso proyecto editorial, que había sido seleccionado por el Fondo Concursable para la Cultura del Ministerio de Educación y Cultura en 2017, recién pudo ver la luz en 2019. El recorrido que propone este bello libro en formato álbum, cuyas medidas, vistosidad y buen gusto de edición curiosamente lo asemejan más a un coffee table book que a un trabajo de investigación, permite al lector/escucha/espectador conocer abundantes insumos sobre la autora. La minuciosa composición apunta a “recuperar su imagen completa (…) detrás de la leyenda, de interpretar al personaje que vivió dentro y fuera de su literatura, de atravesar la máscara que eligió usar hasta que se confundió con su rostro”.

El formato álbum les permitió combinar diversos registros discursivos, escenas cotidianas, poemas, miradas, recortes de prensa, correspondencia y fotografías que sirvieron para explorar zonas poco frecuentadas u olvidadas de su biografía. A propósito, no se trata aquí de presentar los datos biográficos de manera tradicional o persiguiendo un orden. La convivencia de estos insumos funciona para contar una historia alternativa, basada en una rica miscelánea compuesta por imágenes, textos y otros documentos de vida pertenecientes al archivo familiar. A su vez, la estrategia de patchwork es utilizada por las estudiosas para introducir fragmentos escogidos con la voz poética de Marosa (que ocupan las páginas en magenta), al tiempo que alternan con las intervenciones de rescate, de análisis o expositivas del trabajo (que ocupan las páginas blancas), como si fuera un libro hecho en estrecha colaboración con la poeta.

Pero acaso este aval o venia autoral sea el aspecto más discutible de toda la operación. En vida, Marosa manifestó siempre su resistencia a cooperar en ciertas ocasiones (las entrevistas, por ejemplo), utilizando la clave poética como gesto evasivo, adoptando una modalidad contestataria y explotando al máximo la ambigüedad en sus declaraciones que, por cierto, casi en su totalidad ofrecía por escrito. Se trata de procedimientos que la poeta aplicó para eliminar cualquier incoherencia interna, contradicción o diversidad entre su clave poética y la clave vivencial. Porque en la palabra de Marosa, en cualquiera de sus registros, el pensamiento se vuelve acción evocativa y regresa sobre sí, reafirmando la vigencia de su identidad. De allí su frase talismán: “volveré y seré la misma”.

En este sentido, se podría afirmar que la autora no hubiese permitido dar a conocer esta “versión” de su vida sin poder controlarla, sin poder elegir qué poner y de qué manera, como era su costumbre hacer o, mejor dicho, su deseo. Pero de otro modo no hubiésemos podido acercarnos un poco más a algunas facetas que este libro permite observar, como la de la actriz independiente, la cronista de bodas de Tribuna Salteña, o sus primeros poemas, o sus juicios sobre Juana de Ibarbourou, o la admiración por la escritora Concepción Silva Bélinzon, o la relación con dos de sus editoras, Conie Lobell y Jean Aristeguieta, o acceder a una carta de la poeta Gloria Fuentes, o conocer otra del escritor Nicolás Olivari (ambos furtivos lectores de su obra), entre otros materiales que promete el álbum.

Testimonios directos
Finalmente, en sus páginas también hay lugar para el homenaje, para que estampen su firma aquellos que asistieron al baile y fueron testigos oculares o de primera mano. A lo largo de la ruta, el lector encontrará anécdotas, semblanzas y juicios de escritores y otros personajes que tomaron contacto directo con la magia de Marosa. Comparecen así la pluma de Alicia Migdal, Hugo Achugar, Milton Fornaro, Panta Astiazarán, Mario Delgado Aparaín, Teresa Porzecanski, Nora Avaro, Alfredo Fressia, Martín Prieto, Luis Bravo, Rafael Courtoisie, Fernando Loustanau, Inés Bortagaray, Roberto Echavarren y Amanda Berenguer.

Con el advenimiento de lo digital, tal vez ya no tenga sentido evocar aquel sentimiento tan particular que provocaba revisitar el cajón/estuche/bolsa o lugar donde se encontraban las fotos familiares. La gestualidad detenida allí, revelada para siempre en esos rectangulitos, dando constancia puntual de aquello que se fue y que, sin embargo, sigue ocurriendo. La experiencia que trasmite este álbum marosiano puede resultar similar a esa: un libro para sentarse y quedarse un rato, un libro para vichar ahí, junto a ella.

MAROSA, de Alicia Torres y Ana Inés Larre Borges (editoras). MEC, 2019. Montevideo, 206 págs.

Fuente: El País