Es primera bailarina del Atlanta Ballet, compañía en la que destaca desde hace 11 años

«¿Querés ser bailarina de ballet? ¿No preferís estudiar para ser abogada o algo parecido?». Eso le contestaban a la pequeña Nadia Mara cuando decía que su sueño era subirse a un escenario a bailar la obra Giselle. Era un Uruguay diferente, donde los sueños de los bailarines generalmente se estrellaban contra la realidad de un ballet local que no levantaba cabeza.

Aún con un panorama que se anticipaba muy cuesta arriba, Mara decidió que su vida transcurriría al ritmo de la música clásica y los pas de deux, siempre consciente de una verdad dura pero inevitable: si quería prosperar, su futuro estaba fuera de fronteras.

Comenzó en una escuelita de ballet en su barrio a los 3 años y a los 8 pasó a formar parte de la escuela de danza de Mariel Odera, que en ese entonces era primera bailarina del Ballet del Sodre (BNS). Cuatro años después entró por primera vez a la Escuela Nacional de Danza.

«De niño uno tiene unos sueños enormes, pero también miedo de fracasar. Por eso me daba miedo audicionar. Era mi cumpleaños y mamá me llevó con la excusa de que me iba a comprar un regalo», contó a El Observador la bailarina, que por estas fechas se encuentra de visita en la casa de sus padres en el balneario Las Toscas. «Quedé seleccionada. Fue el mejor cumpleaños de mi vida».

Mara, que hizo los ocho años de la escuela en seis, egresó a los 18 años y casi inmediatamente surgió la oportunidad que estaba esperando. Gyula Pandi, uno de los directores de la North Carolina School of Arts, se encontraba en el país dando clases, cuando Mara se le acercó para plantearle la posibilidad de emigrar. «En ese momento el Sodre estaba funcionando poco, había pocas producciones, pocas funciones y la situación era un poco desmotivante», recordó.

Pandi se mostró interesado y después de ver a la muchacha en acción, decidió otorgarle una beca en Estados Unidos. De esa manera, el siguiente paso en la carrera de la joven bailarina estaba dado: su sueño continuaría en el continente norteamericano.

Destino Atlanta
Al llegar a Estados Unidos, Mara se hospedó en la casa de Pandi, que la guió durante los primeros meses. Pandi ya tenía experiencia reclutando orientales: él fue quien llevó a María Noel Riccetto y Javier Pérez a bailar a las grandes ligas estadounidenses, dos bailarines con los que Mara entabló relación allí.

En el gigante norteamericano, Mara se encontró con un estilo de ballet diferente al que había aprendido en Uruguay. «Era distinto sobre todo en la rapidez de los movimientos de los bailarines, ellos utilizan mucho el ataque. Allí se aprende más rápido, de forma más ágil», comentó.

Después de bailar un año en la compañía de la ciudad de Charlotte, la que integró luego de los primeros meses en el país, la uruguaya comenzó a sentir que el ballet que se bailaba allí no encajaba con su estilo, por lo que decidió buscar nuevos rumbos.

Por eso, junto a una amiga de la compañía viajó hasta la ciudad de Atlanta para conocer personalmente la compañía de la ciudad, considerada como una de las cinco mejores de Estados Unidos. Nunca más se fue de allí.
Hoy Nadia Mara es primera bailarina del Atlanta Ballet y, después de 11 temporadas en el cuerpo, es la segunda más experimentada. El peso que esta responsabilidad tiene sobre su carrera queda pautado cuando Mara explica su presente, de cómo trata de aconsejar a los más chicos, de cómo busca ser un ejemplo a seguir para los más jóvenes.

«Uno tiene que estar firme en todo momento, mostrando lo que una bailarina con experiencia es y el respeto que hay que tenerle a la danza, al trabajo duro de todos los días», explicó.

La primera obra que bailó en su actual compañía fue Giselle, la misma que la hacía soñar de niña. «Fue la experiencia más linda de mi vida. Significó que había llegado a donde quería, y que trabajar por los sueños vale la pena. Todos los sacrificios que hice para llegar ahí, las tristezas que pasé, extrañar a mi familia, a mis amigos, al país, todo se pagó».

Para Mara, la posibilidad de cambiar de compañía es algo distante, ya que desde el primer momento que tomó contacto con el cuerpo sintió que estaba en casa. Uno de los atractivos que le ofrece es la posibilidad de trabajar con coreógrafos de distintas partes del mundo, y abordar un tipo de ballet que rompe con el clásico molde de representar obras ya clásicas.

La pregunta obvia surgió al final, cuando la conversación derivó en sus últimos años en Atlanta: ¿Cuánto falta para ver a Nadia Mara bailando en el BNS? «Me tienta, creo que es necesario para mí venir a bailar, al menos de invitada. Es una materia que tengo pendiente, importante para mí y para mi familia que casi no me ha visto bailar. Hemos estado hablando con Julio (Bocca) y estamos planificando algo para el futuro, quizás para el año que viene», anunció. La tentación surge no solo por ser, al fin, profeta en su tierra, sino también por experimentar in situ al BNS, del que hasta ahora ha visto desde la grada. Recientemente, asistió a una de las últimas funciones de Don Quijote.

«Me emocionó ver a la sala repleta aplaudiendo de pie. Todo el mundo estaba conectado desde el principio. Ese fervor yo no lo viví, cuando me fui era totalmente diferente. Ahora el ballet se aprecia mucho, dedicarse a ello tiene un prestigio, se entiende más, interesa más, se apoya mucho más. Es increíble como levantó el nivel de la compañía. Me pone muy feliz», finalizó.

Fuente: El Observador