Con apoyo en voluntarios, el colectivo apunta a llegar a 30 centros en Rocha, Maldonado y Montevideo.

Comenzó en 2015 con una prueba piloto en el jardín de infantes de La Pedrera. En 2019 llegaron a 22 escuelas y este año apuntan a estar presentes en 30. En cada escuela en la que están, todos los grupos reciben semanalmente a un voluntario que, durante media hora, les lee en voz alta un cuento o una novela por capítulos y genera una instancia de conversación sobre lo que leyeron, en lo que se intenta que sea un “espacio de libertad, una conversación en la que no hay una respuesta correcta”, dice Laura Lobov, la coordinadora de Nos Vamos Leyendo.

El proyecto busca contagiar el gusto por la lectura y, a la vez, trabajar con las familias y comunidades alrededor de las escuelas. “Lo que hacemos en cada escuela es invitar a las madres, padres y abuelos a tomar un taller de lectura en voz alta, y después los que tienen ganas se suman”, explicó Lobov, escritora argentina radicada en Uruguay, específicamente en Rocha, cerca de La Pedrera, interesada desde hace años en la literatura infantil y juvenil. En cada escuela el colectivo deja 20 libros, que pueden intercambiarse con las escuelas cercanas, y los voluntarios van una vez por semana al grupo asignado (aunque luego aparecen variantes, como los voluntarios de la escuela de La Paloma, que se van rotando los grupos). Con el objetivo de que cada niño tenga “una lectura por placer una vez por semana”, se eligen los textos y se genera un espacio poslectura, “en el que todo es válido”, para conversar sobre lo leído pero no desde una perspectiva académica o curricular.

Tanto las escuelas como las maestras, directoras y los niños han recibido con los brazos abiertos a Nos Vamos Leyendo. “Es impresionante el silencio de los niños mientras se lee, la capacidad de atención: leés un cuento y piden otro, y siguen concentrados. En general, nos tomamos media hora para leer y conversar, y para no invadir el aula, pero me ha pasado de estar 40 minutos leyendo sin parar y que los niños permanezcan escuchando súper atentos, aunque el libro no tenga ilustraciones”, comenta. Lobov menciona que el hecho de que “alguien de afuera” llegue a una clase es un corte, algo que genera cambios, y “los niños en general lo están esperando”. “Si pasás por la escuela un día que no vas a leer, te preguntan cuándo vas, te piden libros. Además, empiezan a conocer a los autores”, agregó.

Las respuestas de las familias y las comunidades son diversas, pero quienes se involucran y participan también se llevan algo. “Trabajamos en algunas escuelas bastante complicadas, y está bueno el efecto que puede tener, para una persona que no está acostumbrada a leer en su vida cotidiana, empezar a leer algo cada semana; aunque sea corto, es como que llega algo diferente a su casa, y en ese sentido puede ser un efecto que se multiplica”, manifestó. En algunas escuelas, como la de La Paloma, el grupo de padres ya hizo propio el proyecto, se autorregula en las sesiones de lectura e, incluso, se movilizó para poder tener una biblioteca propia. “Se consiguió una donación bastante grande y se prestan libros todas las semanas, se han prestado más de 600 libros por año”, contó Lobov, que cree que “cuando se involucran las familias está buenísimo; ahí sé que, aunque yo no vaya, va a haber lectura”. Eso, reconoce, también podría pasar en todas las escuelas después de un tiempo: “El primer año siempre es difícil, pero después se empieza a sumar más gente, comienza a instalarse el hábito”.

Para seleccionar las escuelas, la coordinadora primero presenta el proyecto en la inspección departamental y allí, en función de la conversación en cada caso, puede pasar que sea la propia inspección la que elija las escuelas, que haga una preselección o que les den libertad para elegir. Si bien para Lobov es positivo que una escuela los convoque, “porque ya se ve que hay un interés”, es importante saber que se puede contar con los fondos para atender a esos grupos.

El Fondo de Emprendimientos Solidarios (FES), una iniciativa de tres empresas, ha dado al proyecto el apoyo económico que le permite expandirse desde Rocha a Maldonado, y este año buscarán llegar a algunas escuelas de Montevideo, para alcanzar a 30.

Leer en voz alta

El taller de lectura en voz alta que da Nos Vamos Leyendo apunta a “dar herramientas a las personas que van a leer a las clases, para que se sientan más seguras”. Allí plantean cinco secretos de esta modalidad de lectura, como adoptar una posición cómoda y abierta, respetar la puntuación y la entonación, hacer voces según los personajes, especialmente para los más chiquitos, o pistas para resolver cómo mostrar las ilustraciones o proyectar la voz. “Son distintas herramientas que cada uno elige y las hace propias, con la idea de enriquecer la lectura y sacarse la vergüenza”, dice Lobov, y añade que son cuestiones que uno no se pregunta hasta que está frente a los niños ávidos de historias. Nos Vamos Leyendo siempre está en busca de voluntarios que, más allá de que tengan vínculos con alguna escuela, tengan ganas de participar en el proyecto leyendo en voz alta. Para participar, pueden escribir al correo lauralobov@gmail.com, o por medio de las cuentas de Facebook e Instagram de Nos Vamos Leyendo.

Fuente: La Diaria