Varios expertos repasaron las potencialidades de la actual ola migratoria.

Uruguay durante muchos años fue un país de origen y hoy tiene un nuevo reto que es ser un país de destino», dijo ayer a modo de corolario de una charla sobre inmigración y productividad el especialista en estos temas de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), Ricardo Cordero.

Es que ya no asombra escuchar por las calles de Montevideo gente hablando con acento caribeño o degustar algún plato típico de la gastronomía de esa zona. La creciente inmigración hacia Uruguay en los últimos años está liderada por «profesionales venezolanos», señaló Vanessa Sarmiento de Manos Veneguayas, una ONG que ayuda a los recién llegados a insertarse.

Según datos oficiales, entre 2014 y 2017 ingresaron al país 6.157 venezolanos, e incluso la tendencia va en aumento porque en los cuatro primeros meses de este año se tramitaron 2.486 residencias. Para tomar dimensión del fenómeno, Venezuela acaparó el 46% de las solicitudes de ingreso en 2018 y desplazó a Argentina como el principal país de migración hacia Uruguay.

La pregunta que surge ante esto es: ¿sirve al país el ingreso de extranjeros? Si bien es difícil dar una respuesta contundente porque depende del tipo de inmigración que se atraiga, en líneas generales promueven el desarrollo económico y social, rejuvenecen a la población, aumentan la fuerza de trabajo, contribuyen a fortalecer los esquemas de seguridad social y elevan los flujos de capital e inversiones. «Los migrantes no son el causante de todos los males», subrayó Cordero.

Debates similares ocurren en otras partes del mundo como Europa, que vivió una ola migratoria ante la masiva llegada de personas desde África, Medio Oriente y los Balcanes.

La representante en Uruguay de la Fundación Konrad Adenauer —que organizó el evento junto a la OIM—, Kristin Wesemann, dijo que «ningún alemán perdió un peso ni nada de su vida por la llegada de refugiados, pero a la gente le preocupa» el tema y advirtió por la aparición de posiciones extremas que pueden contribuir al surgimiento de movimientos xenófobos.

Además, Wesemann destacó que salvando las distancias del flujo migratorio hacia cada país, «Uruguay y Alemania están en una situación similar», ya que hace años buscan alternativas para incrementar la mano de obra. «Aunque cause algunos problemas de corto plazo, a largo plazo siempre es buena la inmigración», resaltó.

En esa línea, Manuel Alonso de la consultora Adecco detalló que el avance de Uruguay en la última edición del ranking mundial de talento —subió siete puestos hasta el lugar 50 entre 119 países— se debió en buena medida a la llegada de profesionales calificados en especial desde Venezuela y Cuba.

Juan Operti, de la Cámara de Zonas Francas —que tienen extranjeros desde operarios hasta en altos cargos ejecutivos— contó experiencias de cómo la inmigración genera potencialidades: «muchos vienen dos o tres años a trabajar a Uruguay, transmiten sus conocimientos y capacidades (al personal local) y se van a otro lugar».

La nueva ley de zonas francas que se aprobó a fines de 2017 y aún no se reglamentó, aumenta el límite de extranjeros que pueden contratar los nuevos adjudicatarios de exclaves de 25% a 50%. Operti señaló que la llegada de personas y compañías del exterior hace crecer la adopción de nuevas tecnologías en el país.

Por su parte, Viviana Martínez, de Uruguay XXI, habló sobre la atracción de inmigrantes para trabajar en el sector de servicios globales. «En Uruguay llegamos al techo de nuestras posibilidades. No es sustituir uruguayos por extranjeros, sino que al ritmo que se desarrolla la industria no será posible seguir con tres millones», añadió.

Martínez sostuvo que «se necesita ser más proactivos en la captación» y repasó algunas de las iniciativas que se impulsan desde Uruguay XXI: un programa que «reduce los tiempos» del trámite de residencia cuando una empresa contrata a un extranjero y una nueva versión del portal Smart Talent (quedará listo en octubre) para cubrir «la falta de información sobre el país» que hay para los recién llegados —dónde y cómo hacer trámites, costo de vida, revalidación de títulos y legislación laboral, entre otras cosas.

Los pros y contras para los venezolanos
Vanessa Sarmiento de la ONG Manos Veneguayas ubicó en 2014 «la explosión» de la inmigración desde el país caribeño a Uruguay motivada (aparte de por la crisis económica) por los cambios en la ley de inmigración y la adhesión de Venezuela al Mercosur.

Entre las ventajas de Uruguay, mencionó el idioma, la posibilidad de llegar vía terrestre (por Brasil), de tramitar la ciudadanía legal, así como el derecho a acceder a la educación y la salud públicas.

Pese a esos puntos positivos del país, también repasó algunos problemas que sufren los inmigrantes que llegan: «Si no vienen con un ahorro deben ir a una pensión o residencia hasta tener antigüedad laboral» ya que les es imposible conseguir una garantía para alquilar; la sobrecalificación para ciertos empleos que lleva «a que profesionales terminen atendiendo al público porque no logran insertarse (en sus áreas) al tener una experiencia o conocimiento superior»; y la lentitud del trámite para revalidar los títulos universitarios que impide trabajar por ejemplo a los médicos o ingenieros.

Sarmiento contó que Manos Veneguayas realiza «talleres para adaptarse a las costumbres de Uruguay», donde se explica a los inmigrantes por ejemplo «cómo redactar un buen currículum, porque en Venezuela se acostumbra a poner de todo y son de 10 hojas mientras que acá suelen ser mucho más concisos, o que sepan que existe el Gallito Luis o páginas de Internet para buscar empleo».

También apuntó que luego de un período inicial en donde la ola de inmigración desde tierras caribeñas estaba compuesta mayormente por jóvenes profesionales (eran más del 50% de los que ingresaban), ahora se está dando que cada vez más «llegan familias enteras con sus hijos».

Fuente: El País