Los voluntarios del proyecto “En bici sin edad” buscan que los adultos mayores también puedan experimentar la ciudad desde la bicicleta.

Las primeras vueltas fueron con rueditas; algunos años más tarde con amigos; de adolescentes, camino a estudiar; de joven al trabajo y de grande para ejercitarse, pasear o hacer mandados.

La bicicleta es una gran compañera de vida en la mayoría de los casos, aunque hay una parte de la población que no puede disfrutarla por temas de salud que pueden aparecer a cualquier edad. Pero como afirma el dicho: los años no vienen solos, y el paso del tiempo hace que los mayores de la familia ya no tengan ni la misma energía ni la misma fuerza. Andar en bicicleta muchas veces se vuelve casi imposible. Casi. Porque gracias a voluntarios que apuestan en varias partes del mundo por la inclusión, cada vez son más los espacios públicos que facilitan esta actividad a personas con discapacidad motriz.

En Montevideo hay varios puntos que cuentan con bicicletas inclusivas para ser utilizadas gratuitamente por quien se acerque, pero en el Prado hay un grupo de voluntarios que se ofrece a pasear a quienes ya no pueden hacerlo por sus propios medios. Se trata de la iniciativa llamada “En bici sin edad”, que comenzó a funcionar en noviembre de 2019 en el Jardín Botánico.

Cada jueves a la tarde varios adultos mayores disfrutan de un paseo por el parque. Lo que recuerdan, lo que sienten y lo que les provoca no se puede saber a ciencia cierta si ellos eligen no expresarlo con palabras. Pero lo que cualquiera puede darse cuenta al ver sus ojos brillantes y sus sonrisas es la manera en que disfrutan el momento.

Un proyecto global en más de 450 ciudades.

La iniciativa que hoy es global nació en Dinamarca en 2013, impulsada por Ole Kassow bajo el nombre de Cycling Without Age. Hoy en día funciona en más de 450 ciudades del mundo. Quien tomó la iniciativa para que este proyecto sea una realidad en Montevideo fue Julián Morán, un uruguayo de 34 años que desde hace tiempo está vinculado a temas de voluntariado.

Morán contó a El País que cuando conoció el trabajo que hacía la organización en distintas partes del mundo, él no tenía más que las ganas de formar parte. Pero con el tiempo las cosas se fueron dando: primero se postuló como voluntario vía internet y eso llevó a que un residencial para adultos mayores lo contactara para expresar su interés por los eventuales paseos; tiempo después llegó a quienes proporcionarían el tan esperado vehículo.

La bicicleta inclusiva que utilizan cada jueves es una de las seis que a mediados de 2019 creó el proyecto DalaVuelta, un espacio conformado por docentes y estudiantes de diferentes facultades de la Universidad de la República que se dedica a innovar en el diseño y desarrollo de ayudas técnicas para personas en situación de discapacidad.

Es así que lograron que a partir de noviembre del año pasado un grupo de voluntarios brindara su tiempo y se acercara cada jueves para pasear un rato a los copilotos, que esperan impacientes y hasta se pelean entre risas para ver quién sube primero.

“Yo fui el primer voluntario. Me prestaron la bici y la lleve al residencial. Pero como es complicada para andar en la calle y el residencial queda cerca del Prado, fuimos a hablar al Jardín Botánico para pedir permiso y nos dejaron ir entre semana. Al principio probamos con una sola persona. Fuimos con José en ese primer paseo para probar la bici y evaluar el lugar”, dijo Morán. Y así comenzó un paseo que hoy es rutina esperada por muchos de los residentes de la tercera edad del Hogar Cocoon y que suma a varios voluntarios.

Morán destacó que cualquiera puede acercarse, tanto para manejar la bici como personas que tengan algún problema motriz y quieran disfrutar del paseo.

La actividad es abierta y la idea de trabajar con un residencial es asegurarse un mínimo de concurrencia un día fijo en la semana. “Hay gente que se quiere sumar como voluntario, pero no puede los jueves, por ejemplo. Pero si el día de mañana hay más personas para andar en las bicis o un residencial quiere sumarse al proyecto podríamos agregar otro día con otros voluntarios”, dijo el referente.

Actualmente son unos ocho los voluntarios que se juntan cada jueves en el parque y a veces son más que los usuarios: “Necesitamos gente para pasear”, agregó Morán.
Un paseo que reparte alegría.

PASEO. En ese momento parece que nada puede contra esas sonrisas que provoca el paseo en bici. Y eso es algo impagable para estas personas, pero también para sus familiares. Mariel, por ejemplo, es hija de Dora, una señora de 78 años con Alzhéimer que cada jueves espera su turno para subirse a la bicicleta.

“No lo veo solo por mi mamá, sino por todos los demás residentes del hogar, porque es algo que disfrutan tremendamente”, dijo. Y agregó que “hay una señora de 97 años que cada vez que se sube grita ‘¡más rápido, más rápido!’”.

Morán contó que a los abuelos “les encanta” el paseo y que en el residencial tienen como política hacer una actividad diferente cada día, por lo que el recorrido de los jueves “ya se hizo rutina; es algo que genera expectativa en ellos porque también les gusta que haya gente de afuera de su entorno. Estar al aire libre, además, suma bastante”.

La bicicleta adaptada puede usarse con un asiento, pero esta pieza es móvil, por lo que si el usuario necesita subir con su silla de ruedas puede hacerlo.

El diseño de las bicis y lugares donde encontrarlas

La creación de estas bicicletas inclusivas se enmarca en el Espacio de Formación Integral DalaVuelta, un proyecto creado en el año 2014 en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República con la participación de estudiantes de Ingeniería Industrial Mecánica, Fisioterapia y Terapia Ocupacional, con el apoyo de la población a través de jornadas en diferentes instituciones como la Asociación Uruguaya de Parkinson, la Asociación Pro Recuperación del Inválido (APRI), el Cottolengo Don Orione Femenino, la Fundación Oportunidad y el Centro de Rehabilitación Casa de Gardel, entre otras.

En el año 2018 comenzaron a trabajar en el diseño de la bicicleta inclusiva y, un año más tarde, a mediados de 2019, construyeron seis. Las hicieron a partir de varias bicicletas usadas y recicladas, que fueron donadas por el Ministerio del Interior.
Actualmente algunas de estas bicicletas inclusivas se encuentran a disposición de la población para ser utilizadas de manera gratuita en varios puntos de Montevideo. El único lugar que cuenta con un grupo de voluntarios que manejan las bicicletas es el del Prado de la mano del grupo «En bici sin edad» (Jardín Botánico) que se reúne los jueves de 16.30 a 18.30 horas (tel. 099944220).

Hay otros lugares en los que están las bicicletas disponibles, pero quien las utilice debe estar acompañado por alguien que la maneje. Es el caso de la que está en el Centro de Barrio Peñarol (Aparicio Saravia 4683) de lunes a sábado de 9 a 17 horas (tel. 23590568) y la del Paque Rodó, en Mundo Pedal (junto al lago del Parque Rodó) de miércoles a viernes de 11.30 a 18.30 horas y los sábados y domingos de 10.30 a 18.30 horas (tel. 095750504).

Fuente: El País