Para el diario estadounidense, la «excepcionalidad uruguaya» es esperanzadora y «llena de entusiasmo al resto de América Latina», pero es un desafío mantenerla.

El gesto conjunto de Tabaré Vázquez y Luis Lacalle Pou, que viajaron juntos a la asunción de Alberto Fernández en Argentina, yendo incluso a saludarlo tomados del brazo, fue celebrado a nivel internacional. Que América Latina esté sumida en un estado de agitación, como queda claro en los incidentes registrados en varios países, le dio aún más valor a esta muestra de republicanismo.

La admiración por esta vocación democrática quedó de manifiesto en un editorial publicado por el New York Times, en la sección Periscopio Electoral, titulado No perdamos este Uruguay.

«El país sudamericano tiene una historia política de conciliación y transiciones tersas. Pero el nuevo presidente tendrá desafíos que ponen en riesgo la célebre tradición uruguaya de la moderación», advierte al comienzo la periodista brasileña Sylvia Colombo, corresponsal para Sudamérica.

«El Uruguay no es un país de extremos. Es una condición inusual en Latinoamérica, una región con múltiples crisis políticas y sociales y tentaciones autoritarias. En marzo, cuando asume el nuevo presidente, resguardar esa tradición de moderación y diálogo debe ser su mayor promesa», indica.

«Poco antes de que ganara Luis Lacalle Pou en una competida segunda vuelta, banderas de distintos colores y afiliaciones ondeaban en la rambla en Montevideo. En medio, con una bandera blanca, un joven gritaba: ‘No perdamos este país’. Esa imagen de optimismo, en el que políticos y ciudadanos han hecho un pacto de conciliación y avances progresistas sin importar el bando, nos llena de entusiasmo al resto de América Latina», señala la periodista del New York Times.

«He cubierto Sudamérica por veinte años, y en los últimos meses he reporteado desde Chile, Bolivia, Venezuela, Colombia, Ecuador y Argentina tensiones sociales en ebullición y conflictos políticos. Por eso, esa excepcionalidad uruguaya es tan esperanzadora. Lacalle Pou deberá escuchar durante su gobierno a la voz anónima del joven que pide no perder esa histórica falta de polarización», manifiesta.

Es «justo eso lo que ha hecho que el país tenga una transición ejemplar de un gobierno de centroizquierda a uno de centroderecha».

Luego recuerda que durante casi quince años Uruguay estuvo gobernado «por una centroizquierda moderada, responsable en sus medidas económicas y que nunca se alineó a los proyectos izquierdistas más radicales de América Latina -como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua-«. «En marzo, el país será dirigido por una centroderecha que no necesita hacer grandes reformas ni tiene arrebatos autoritarios -como en Brasil o Guatemala-«, asegura.

«Pese a la poca diferencia de votos entre el candidato de izquierda y de derecha, ninguna fuerza política puso en duda el resultado. Y es que el extremismo aún no tiene espacio en Uruguay porque hay algo crucial que el resto de la región debe tomar como modelo: entre las diferentes fuerzas políticas hay un consenso sobre el valor de la democracia», apunta Colombo.

Recuerda luego que Lacalle prometió no dar marcha atrás en los avances en derechos civiles y que «es difícil etiquetar de manera tajante a los partidos que conforman» el ecosistema político de izquierdistas o derechistas, teniendo en cuenta el papel que han tenido en el país.

«En ese sentido, el presidente electo, Lacalle Pou, es un político al clásico estilo uruguayo: pertenece a un clan influyente -su padre, Luis Alberto Lacalle, fue presidente de 1990 a 1995-, pertenece a un partido tradicional y durante la campaña siempre actuó conforme a la cultura política local: respeto a la ley, al protocolo y a sus adversarios», indica.

«Sin embargo, esta placidez en la transición no significa que Lacalle Pou tendrá una gobernabilidad tersa y fácil. Para asegurar su victoria, se alió a otros cuatro partidos con los que tendrá que negociar y hacer concesiones. Para mantener una mayoría en el parlamento tendrá que conservar esa alianza firme hasta el final», advierte.

La nota destaca que el principal problema con el que puede enfrentarse es que «uno de los partidos con los que negoció, Cabildo Abierto, ha estado amenazando la tradición uruguaya de moderación que su gobierno debe defender a toda costa».

«Así que, en medio de un continente que tiende cada vez más a la polarización, el nuevo presidente tendrá que mantener la armonía de los cinco partidos de su coalición, mantener una buena relación con la oposición y moderar las posturas extremistas de Manini Ríos».

«En una región convulsa, donde las fórmulas neoliberales están contra las cuerdas y han sido confrontadas en las calles, Lacalle Pou debe ser cuidadoso. A su favor está la historia del Uruguay: coaliciones coherentes y oposiciones respetuosas. Contra él, tiene la inexperiencia y el surgimiento de nuevas figuras extremas, como Manini Ríos», opina.

«En juego no solo está su gobierno; está el Uruguay que ni los uruguayos ni los latinoamericanos queremos perder, nuestro modelo de cómo vivir sin polarización», concluye.

Fuente: Montevideo Portal