Como buen futbolero, el miércoles 24 Norberto, ex empleado textil, se sentó frente al televisor en su casa del Cerro para ver Chile-Uruguay por la Copa América. Emocionado, desenvolvió su tablet nueva y grabó entero el momento en que los jugadores cantaron el himno. Durante los siguientes 90 minutos no despegó la tablet de su mano, «esperando que hiciera el gol Uruguay para sacar una foto». El gol nunca llegó y Norberto debió aguantar dos días su apetito de fotos con la tablet nueva.

El viernes al mediodía se presentó en la Intendencia de Montevideo para participar del taller que durante toda la semana el Plan Ceibal ofreció a los primeros 1.000 jubilados que recibieron una tablet de parte del Plan Ibirapitá, el programa del gobierno que busca facilitar el acceso a nuevas tecnologías a los mayores de 65 años.

Al taller, que presenció Búsqueda, Norberto llegó con ventaja: meses antes había tenido clases de computación y manejaba el aparato con bastante más soltura que el resto. No se asustó cuando Cristina Sánchez, coordinadora territorial de Ibirapitá y encargada del taller, se paró en el centro del Salón Dorado de la Intendencia para presentarse. «Son mis últimas víctimas. La idea es ser valientes, respirar hondo y aprender», les dijo.

Lejos de tranquilizarse, los 30 alumnos sentados en ronda movían sus manos inquietos como en el primer día de clases. Se presentaban tímidamente entre ellos, mientras en las mesas amontonaban cajas, manuales y paquetes de nylon. Muchos recién abrían sus tablets por primera vez.

«Bien, ¡nuestro primer desafío será sacarnos una foto!», propuso Cristina, animada. Pero antes de empezar debió solucionar un preliminar desafío fundamental. «Mirá que yo no sé ni prenderla», aclaró Nélida, ex empleada doméstica y hoy jubilada del barrio Gruta de Lourdes. Rápidamente varios más expusieron el mismo problema, aliviados de no ser los únicos desinformados.

Con la ayuda de dos colaboradoras, Cristina comenzó una dura tarea. Explicar cómo prender la tablet fue sencillo (bastó indicar el botón de encendido), pero debió remar en barro para hacer entender a los alumnos las diferencias entre un dispositivo apagado y uno en reposo. «Nena, se apagó sola», le repetían sin cesar. «No, no se apagó sola, simplemente se durmió», respondía Cristina, yendo de un lado a otro con sus colaboradoras para mostrarles que, cuando la pantalla se volvía oscura luego de un lapso de tiempo sin usar, no era necesario prender nuevamente la tablet sino simplemente desbloquearla deslizando el dedo.

A uno, sin embargo, realmente se le había apagado a causa de la batería, por lo que hubo que enseñarles a todos de qué se trataba la alimentación de la batería. «En la esquina de la tablet se les marca cuánto por ciento tiene. Cuando se pone de color rojo, esta punta se coloca aquí y la otra se enchufa a la pared», gesticuló Cristina con el cable cargador negro. «¿Hay que cargarla todos los días?», preguntaron. «No, solamente cuando se pone de color rojo». «¿Y cuándo se deja de cargar?», insistieron. «Cuando ven que el indicador está al 100%».

Finalmente, una hora después, los flashes de las fotos empezaron a sonar. Todas las tablets se levantaron al aire para enfocar lo que fuera que tuvieran enfrente en ese momento, dando paso a una imagen tras otra.

Cuando aceitaron la práctica, una mujer lanzó la pregunta más esperada: «¿Cómo me saco a mí misma?». «Ponela vertical», le recomendó su compañera de mesa, muy convencida pero muy equivocada en la sugerencia. Las capacitadoras llegaron al rescate y explicaron que para hacer imágenes de uno mismo no importa la posición de la tablet sino que se debe pulsar un botón mágico. El salón se volvió entonces el país de las selfies.

¡Silencio!

Los asistentes del viernes al mediodía completaron un total de 350 jubilados que se presentaron en la Intendencia del 22 al 26 de junio. Muy pocos llegaron, como Norberto, con cursos previos, y algunos recibieron consejos básicos de hijos o nietos, por lo que casi todos se toparon con el debut. Aunque lejos de la parodia alemana que muestra a un abuelo pelando verduras en una tablet, los jubilados miraban los aparatos entre la curiosidad y la confusión, sin saber muy bien cómo agarrarlos ni para qué usarlos.

Con ese paisaje las tres capacitadoras derrocharon paciencia, encanto y energía para enseñar todo lo que les fuera consultado, como maestras ante un grupo de primer año de escuela. Usaban constantemente diminutivos («tecladito», «lucecita», «flechita»), repetían «¡silencio!» en voz alta cuando reinaba el caos, llamaban a que dejaran «todos las tablets en la mesa», simulaban aplicaciones con grandes cajas de cartón de colores y señalaban con un palo de madera la pantalla que funcionaba de pizarrón.

El taller, sin embargo, no fue la única posibilidad de aprendizaje para los 1.000 beneficiarios. Cutcsa instalará un aula móvil en un ómnibus acondicionado y otras instancias de capacitación serán realizadas en los locales de la Organización Nacional de Jubilados y Pensionistas del Uruguay (Onajpu). Existe un 0800 para que los usuarios despejen dudas al instante sobre el uso de sus tablets, que además traen un manual con un glosario de términos tecnológicos como: aplicación, arroba y chat.

Los propios aparatos, de todas formas, están diseñados para un uso amigable. Se trata de tablets fabricadas por dos marcas, Blu y Haier, con las mismas especificaciones técnicas: 8 pulgadas, sistema operativo Android y resolución de 720 píxeles.

Encima de Android, Ceibal instaló su propia pantalla de inicio para facilitar aún más la interfaz. Incluye una barra de herramientas (cámara, radios, diarios, libros e Internet) y ocho grupos de aplicaciones, entre ellas «trámites y gestión» y «salud», que por ahora cuentan únicamente con aplicaciones del Banco de Previsión Social y la Intendencia de Montevideo. Se espera que UTE, Antel y OSE desarrollen las suyas, mientras que el Ministerio de Salud Pública solo colocó en formato PDF una guía sobre cuidados para el adulto mayor.

Tuana y el mail

Tras completar la enseñanza del encendido, la manera de cargar y la toma de fotografías, el taller entró en su segunda fase: Internet. Un territorio tan espinoso como el primero donde las profesoras describieron qué era el wifi, cómo conectarse a una red inalámbrica y qué significaba la lista de «nombrecitos» y «candaditos» que aparecía de repente en pantalla.

La explicación encontró su momento cúlmine cuando se mostró el tradicional cartel que los restaurantes exhiben para ofrecer conexión inalámbrica. «Ahhhhh», se escuchó al unísono en el salón. «Eso hay en los ómnibus», dijo uno. «¡En los hospitales también!», lanzó otro. «¡Y en las plazas!», completó un tercero.

Una vez que comprendieron su uso y lograron conectarse a la red disponible para el taller, los jubilados se hundieron silenciosamente en sus tablets. Sacar fotos, leer diarios y libros y escuchar la radio fueron las actividades más generalizadas y las que más piensan utilizar, según afirmaron cuando fueron consultados.<

Mientras las capacitadoras iban mesa por mesa para crear a cada uno cuentas de Gmail, Rosa, ex empleada de una fábrica de costura, esperaba ayuda para descargar «Las mil y una noches». Como buena parte de sus compañeros de clase, usará la tablet para «poner tangos» y contactarse con familiares que tiene en Europa por Facebook o Skype. «Quiero mandarles imágenes de mi cumpleaños y que ellos me manden de los suyos».

Cerca de ella un matrimonio jugueteaba con el dial digital de la radio. Luego de unos segundos en Fénix cayeron en la AM 580 de Clarín. «El favorito» José Angel Tuana, legendario periodista de turf, cantaba la quiniela. «San Martín y Bulevar los espera este lunes para jugar con la Tía Mora», finalizó Tuana, dando lugar a un tango de Juan D’Arienzo. Sentados juntos y mirando al frente sin destino aparente, el matrimonio disfrutaba en calma como si fuera otro día más en la vereda de su casa. La única diferencia era la tablet en medio de los dos.