En Jaureguiberry los niños dejarán de tomar clases en el comedor y dormitorio de una casa y entrarán cada día a la primera escuela sustentable de Latinoamérica.

El lunes 1 de febrero comenzó la construcción que se realizará con lo que comúnmente tiramos y termina contaminando el medio ambiente, llantas, vidrios, latas y cartones, entre materiales tradicionales. El propio edificio regulará su temperatura sin artefactos y mantendrá una temperatura en su interior de entre 18 y 25 grados todo el año, según dijo a LA REPÚBLICA, Juan Pablo Méndez, encargado de comunicación del proyecto. “Se han hecho en desiertos y en Usuahia y está comprobado se prescinde de la calefacción. Tendrá energía solar y agua de lluvia que se almacena en tanques, hay un proceso que la deja potable. Va a estar conectado a Ose y Ute por disposición de Anep pero no la usará”, explicó Méndez.

Como si esto fuera poco, el trabajo mancomunado para construirlo de los vecinos y 140 voluntarios de otras zonas, durante siete semanas, será un notable operativo social que despertará un especial sentido de pertenencia por la escuela y los niños crecerán, jugarán y aprenderán en un ejemplo de cuidado del medio ambiente.

Su construcción también cumplirá con una estrategia de docencia para levantar este tipo de edificios que espera se replique por todo el país y el mundo. En este sentido son 80 extranjeros y 20 uruguayos que pagarán una matrícula para aprender a construirlas, indicó Méndez.

“Una Escuela Sustentable”, es el proyecto fundacional de Tagma, una organización uruguaya sin fines de lucro conformada por técnicos y profesionales que trabajan de forma voluntaria. “El costo será de unos 300 mil dólares, hay que contar también una gran cantidad de donaciones que recibimos y una cantidad de mano de obra voluntaria”, explicó Méndez.

La lógica que los guía es de intercambio con la naturaleza que se traduce en mejor calidad de vida.

La construcción se llevará a cabo junto a Michael Reynolds, creador de Earthship Biotecture, una empresa con 45 años de experiencia en construcciones autosustentables que llegó con su equipo en enero a Uruguay.

El edificio tendrá 270 m2 y albergará a 100 niños. Cumplirá con todos los requerimientos de ANEP para una escuela pública.

Además de la obra en sí, el concepto de sustentabilidad para su mantenimiento se verá a través de la utilización de energías renovables, el tratamiento eficiente de aguas.

Todo comenzó cuando Michael Reynolds visitó Uruguay en mayo para presentar el proyecto de “Una Escuela Sustentable”. Los vecinos de Jaureguiberry no perdieron la oportunidad. “Me habló un grupo de gente que quería construir una escuela para niños que están utilizando en este momento una casa como escuela, dando clases en el living y en un dormitorio. También querían una escuela que fuera sostenible, y nosotros hacemos edificaciones sostenibles, y nos contactaron para ver si estábamos interesados en hacerla. Nos juntamos y allí surgió el proyecto”, contó Reynolds.

Sin duda será un ejemplo que replicará en varios lados y con diferentes fines. Ya está la idea de construir una cárcel con este método.

“Estamos viendo la posibilidad de hacer una cárcel después de terminar la escuela y pienso que eso sería un proyecto fantástico, porque vivir en este tipo de estructura de hecho es algo que inspira, y podría afectar el proceso social de rehabilitación”, contó Reynolds.

El proyecto fue declarado de Interés Ministerial por el Ministerio de Educación y Cultura, el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente y el Ministerio de Relaciones Exteriores y cuenta con el apoyo de la Administración Nacional de Educación Pública y la Facultad de Arquitectura de la Universidad de la República.

Fuente: La República