Columna de opinión publicada en El Observador Agropecuario.
Por Pedro Silva
A punto está de concretarse un sueño para los productores ovejeros uruguayos: la autorización para el ingreso al mercado de EEUU de carne ovina con hueso de Uruguay. Es la más valiosa, la que se paga mejor.
Será un esfuerzo concretado en base a múltiples gestiones, un fruto de la buena relación política y económica entre EEUU y Uruguay.
Hasta ahora, la colocación de este producto en el mercado estadounidense era un anhelo prohibido y remitía a un mal recuerdo para el país: la reaparición de la fiebre aftosa a comienzos de la década de 2000, que en abril de 2001 se generalizó y provocó el cierre de todos los mercados para la carne, el principal producto de exportación de Uruguay.
Al sacudón productivo y económico, verdadera conmoción nacional en aquel momento, siguió la decisión de revertir la situación –que fue regional- con herramientas genuinas y con gran transparencia de procedimientos. Uruguay no tuvo vergüenza de decirle al mundo que padecía ese mal y comunicar luego los pasos que iba adoptando.
Así surgió, entre otros, la identificación individual del ganado vacuno como una herramienta sanitaria que ahora se ha transformado en una ventaja comercial para el prestigio del país y, en muchos casos, para hacer mejores negocios. En esa instancia EEUU dio una mano con apoyo financiero –el país vivía una crisis económica sin precedentes- y ello incluyó confiar y volver a comprar carne.
Uruguay finalmente fue declarado por la Organización Mundial de Salud Animal (OIE) como país libre de fiebre aftosa con vacunación y los mercados comenzaron a recuperarse, salvo aquellos que no aceptan ese estatus sanitario y solo compran si el país de origen está libre de la enfermedad sin vacunación. Son los países más exigentes, como EEUU, Corea, Japón. En el caso de la carne ovina con hueso, la Unión Europea (UE) también está vedada para Uruguay.
En ovinos no hubo fiebre aftosa y ese hecho es tan importante que Uruguay utilizó la especie como centinela para demostrar que el virus ya no se encuentra en el país. Es uno de los argumentos presentados ante la UE, uno de los socios comerciales más valioso en carne ovina. En la última década y media, las baterías para sortear el escollo de estar libre con vacunación apuntaron a EEUU.
Nadie regaló nada. Uruguay hizo los deberes y EEUU tiene sus intereses. Pero la actitud de ambos fue la de profundizar el relacionamiento. Así llegó en noviembre de 2013 a Montevideo el subsecretario de Agricultura estadounidense, Edward Ávalos, quien comunicó al ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), Tabaré Aguerre, que su país abría el mercado para la carne ovina desosada.
Ese mismo día, cuando se firmó un documento en conferencia de prensa en el MGAP, Aguerre sacó del bolsillo interior de su traje oscuro un papel con el petitorio de que se abriera también el mercado para la carne ovina con hueso.
Nada es de la noche a la mañana en materia comercial. Todo cuesta esfuerzo, dedicación, seriedad en los procedimientos, buena relación entre los protagonistas. Uruguay presentó ante la OIE una iniciativa basada en normas del organismo, pero inédita en el mundo: producir carne ovina en un compartimento que ofrece garantías de bioseguridad asegurando, con un doble perímetro, sin contacto con vacunos, y otras medidas de manejo y alimentación, la inocuidad del producto.
Primero se dio un hecho histórico: el primer embarque de carne ovina desosada para el mercado estadounidense partió en febrero de 2014.
Fueron 11 toneladas de bifes, lomos y piernas de corderos Premium del Frigorífico San Jacinto, que llegaron el 13 de marzo de ese año al puerto de Filadelfia. Dentro de 60 días puede repetirse el logro, pero con la carne ovina con hueso.
Fuente: El Observador