Uruguay ha sido, y continúa siendo, un destino para inmigrantes. Cinco de ellos cuentan qué los llevó a elegir Uruguay para vivir y cómo se sienten algunos años después de haber tomado la decisión.

Por Clementina Delacroix
Una parte de los inmigrantes que llegan a Uruguay no lo hace por trabajo, ni escapando de una realidad social complicada en su país; tampoco por amor. ¿Qué aspectos de Uruguay convencen a aquellos que tienen la opción de elegir vivir en cualquier parte del mundo? La respuesta es amplia y diversa, los motivos que llevan a esa decisión dependen de la etapa de la vida en la que el migrante se encuentre y las cosas que valore.

«Cada vez que veo pasar un ómnibus eléctrico me llena de alegría, toda la parte verde de este país está fenomenal y tienen que ir por más. Es el futuro», dice orgulloso Grégoire Bouthier, un francés que eligió radicarse en Uruguay hace 10 años junto a su esposa, Erica, que es estadounidense. Ellos decidieron venir a formar su familia en Uruguay porque no se sentían cómodos con el estilo de vida en Estados Unidos. Forman parte de un grupo, no pequeño, de expatriados de distintas nacionalidades que viven aquí por elección.

Para Grégoire y Erica Bouthier, él francés y ella estadounidense, el sistema de salud fue un factor decisivo para elegir Uruguay.

Estos extranjeros no llegaron por trabajo, ni amor, y mucho menos por casualidad. Su decisión no fue tomada a la ligera, sino que fue sopesada con seriedad muchas veces a partir de investigaciones en Internet y consultas sobre la experiencia a otras personas. Una de las formas más simples de conocer cómo se vive en Uruguay y qué tanto de la información que circula online coincide con la realidad es unirse a un grupo de expatriados a través de una alguna red social. Por ejemplo, el grupo privado de Facebook Uruguay Expats tiene 3.546 miembros, la mayoría extranjeros que viven o vivieron en Uruguay, o que están interesados en mudarse al país. El espacio virtual fue creado para contar a los interesados sobre la forma de vida en esta tierra sudamericana, hacer preguntas y discutir sobre distintos asuntos.

Entre las múltiples consultas que se realizan por este medio -que van desde sugerencias de propiedades en venta o en alquiler hasta comercios donde conseguir determinados productos gastronómicos- hay preguntas que se repiten: ¿Me recomiendan o no mudarme a Uruguay? ¿Qué debo tener en cuenta para decidir trasladarme? Y hay tantas respuestas como miembros del grupo, y aunque algunos están conformes con su decisión y recomiendan enfáticamente la experiencia, otros se muestran cautelosos y algunos, arrepentidos. Algunas opiniones son fuertes y las discusiones se vuelven apasionadas.

Entre los motivos por los que algunos eligen vivir en Uruguay destacan el estilo de vida tranquilo de los uruguayos, la buena conectividad a Internet en todo el territorio, la estabilidad económica, social y política, el clima -para los que vienen de países con temperaturas más bajas-, la cercanía de las playas, el concepto de Uruguay Natural, la posibilidad de llevar una vida sustentable, el acceso gratuito a la educación y a la salud.

«No sé si se dan cuenta, pero desde Europa o Estados Unidos América Latina es presentada como algo muy exótico», explica Grégoire Bouthier. «Algo superromántico», agrega su esposa. Ese sentimiento de embarcarse en una intrépida aventura los llevó a mudarse a Uruguay. Para Grégoire y Erica mudarse a Europa era una posibilidad también, pero sabían que los ahorros que tenían en ese momento iban a tener mucho menos valor allí que en Latinoamérica y ese factor pesó en la decisión. También les gustaba la idea de tener que aprender un nuevo idioma. El español es especialmente atractivo para los amantes de las lenguas y aventureros, ya que es hablado por más de 580 millones de personas en el mundo y abre la puerta a más de 20 países. Pero finalmente lo que movió la balanza estuvo vinculado más a lo emocional: el tinte exótico de vivir la aventura latinoamericana los sedujo. Al principio no habían investigado Uruguay, planeaban mudarse a Argentina, país al que habían viajado en una oportunidad, pero una uruguaya que conocieron en Denver (Colorado) les recomendó investigar su país natal. «Empezamos a mirar por Internet sin conocer nada, y nos dimos cuenta de que era todo lo que buscábamos de Argentina menos los problemas, y se sumaban las playas y la seguridad», dice Grégoire.

Llegaron a Uruguay sin hablar español, ni conocer a nadie, solo tenían un apartamento reservado por dos meses. «Instalarse sin hablar nada de español fue todo un aprendizaje. No tomamos clases, solo fuimos haciendo las cosas y practicando. El uruguayo es muy paciente, eso no lo puedes hacer en otros países, no te dan ni 30 segundos para hablar. Acá sí te dan el tiempo, te piden que repitas sin problema», afirma el francés.

Laura Rubacaba, de Estados Unidos, no quería ir a un país con nieve, prefería estar en el hemisferio sur y sintió afinidad con la política uruguaya.

Afinidad política.
Laura Rubalcaba llegó a Uruguay también de Estados Unidos en una situación similar, no hablaba el idioma ni conocía a ningún uruguayo. La primera vez que viajó al país lo hizo de forma temporal. Luego, regresó a Estados Unidos, vendió su casa, se jubiló y se mudó de forma permanente. Rubalcaba eligió Uruguay porque estaba interesada en la situación política, buscaba dejar Estados Unidos de por vida, y venía de California, por lo que «estaba acostumbrada a políticas bastante progresistas en relación con los derechos gay y la marihuana». «Cuando empecé a buscar me di cuenta de que no quería ir a Europa, no quería ir a un país con nieve y realmente quería estar en el hemisferio sur», recuerda. Su elección de venir a Uruguay tuvo mucho que ver con José Mujica, afirma, simplemente porque su presidencia atrajo bastante prensa de lengua inglesa y eso le permitió descubrir muchas cosas de Uruguay que le gustaron. «Cuando se volvió presidente empezó como una especie de amorío entre él y la prensa inglesa y se podían leer muchas cosas», cuenta la californiana. Además de las políticas progresistas, experimentó lo que llama la cultura «tranquilo» y se asombró con la calma que se mantuvo incluso durante la transición entre gobiernos de diferentes sectores políticos.

Aunque en ambos casos planean quedarse en Uruguay de forma permanente y están muy conformes con su decisión, experimentaron en carne propia uno de los factores negativos remarcados por la comunidad de extranjeros de insertarse en una cultura ajena. Los tres sintieron, en alguna oportunidad, que alguien quería aprovecharse de ellos por ser extranjeros. «Es cierto que se asocia a los extranjeros que vienen acá con que tenemos más plata, se imaginan cosas. A veces es verdad, y a veces no, pero es automático, es un preconcepto. Nos pasó algunas veces, pero después hablando con uruguayos que tienen dinero me explicaron que también les pasa a ellos, así que no es algo que pasa solo al extranjero sino a quienes parecen tener más dinero que el promedio», reflexiona Grégoire. Erica añade que algo parecido le pasaba a su marido cuando vivían en Estados Unidos, donde también era un expatriado. «Se daban cuenta de que era francés y lo querían engañar. No es algo típico de acá, sino que puede pasar en cualquier parte».

A los colombianos Ana María Quintana, Julián Medina y Gael, «la forma tan relajada de vivir» fue lo que los atrapó.

De Bogotá a Montevideo.
Julián Medina y Ana María Quintana tuvieron una experiencia diferente en ese sentido. Llegaron a Uruguay en 2016 desde Bogotá y no se sintieron expuestos por ser recién llegados. «Nosotros en Colombia somos muy desconfiados porque la malicia siempre está ahí, estamos pendientes de todo y siento que es al contrario aquí», dice Julián, que vive con su esposa y su hijo Gael en una casa reciclada en la planta superior de su emprendimiento gastronómico en Ciudad Vieja. «No es un dolor de cabeza, no pienso que me van a ver la cara de extranjero y cobrar más», agrega, y reflexiona que tal vez no les sucede eso por ser sudamericanos.

Ellos terminaron en Uruguay porque estaban en una etapa de transición en la que querían salir de la locura de una gran ciudad como Bogotá, con sus siete millones y medio de habitantes. «Oye, creo que Montevideo te va a gustar», le dijo Ana un día después de visitar Uruguay por temas de trabajo. Y tenía razón. En lugar de emigrar a España u Holanda, como estaban planificando, decidieron probar suerte en Uruguay; y están encantados. «Todo fue muy fácil. De Colombia no nos apegamos a nada, vinimos con dos maletas y empezamos de cero», asegura el migrante.

«La forma tan relajada de vivir, sin esa malicia, con gente tranquila, eso fue lo que nos atrapó». Julián quería sorprenderse y por eso no investigó mucho, pero hoy asegura que difícilmente hubieran podido encontrar otro lugar que tuviese todo lo que buscaban de la forma que sí lo tiene Uruguay. Además de la tranquilidad, disfrutan sentirse parte de la comunidad, la vida de barrio, conocer el nombre de sus vecinos y poder hablar con la gente en la calle mientras pasean a su perro. Cuentan que los uruguayos muchas veces cuestionan su decisión. «¿Pero por qué se vinieron acá? ¿Qué vienen a hacer a Uruguay?». «En la mente del uruguayo hay muchas cosas que están mal en su país, pero para nosotros es una sorpresa ver todo lo bueno que tienen. Y lo vemos con el tema de la pandemia, que haya pasado lo que está pasando es algo demasiado loco, es impresionante». Aunque no todo son flores, confiesan que extrañan el desayuno, que es una comida mucho más importante y contundente en Colombia que en Uruguay y la variedad de frutas. «Una de las cosas de las que me quejaría es que los desayunos son dulces», explica Julián.

En cuanto a la inseguridad, otro de los puntos más debatidos en el grupo, tanto Julián y Ana como Grégoire y Erica cuentan que están muy tranquilos. «Yo ando en la calle a las 3 de la madrugada y más que los borrachos no hay nada», dice el francés. Su esposa, por su parte, dice sentirse mucho más tranquila estando sola en su casa en Montevideo que estando en Denver. «Pasan algunas cosas pero no más o menos que en otras ciudades del mundo del mismo tamaño», concluye. Coinciden en que es un tema de perspectiva.

Salud y Uruguay Natural. Un factor que fue decisivo para Grégoire y Erica fue la salud. La pareja cuenta que en Francia la cobertura de salud es gratuita y la gente va por cualquier motivo al médico, que tiene bolsas llenas de medicamentos en el armario y abusa de la accesibilidad. Mientras que en Estados Unidos sucede todo lo contrario, cualquier consulta, intervención, medicación o tratamiento cuesta mucho y la gente solo acude al médico cuando está muy enfermo. «Acá parece justo. La salud tiene un costo, mínimo, pero tiene un costo y funciona muy bien. Tuvimos dos hijas acá y la experiencia fue muy buena, la segunda vez tuvimos que luchar para tener una habitación privada, pero la maternidad y los doctores nos resultaron muy buenos», asegura la pareja. Este punto también es polémico. Otros cuentan que se encontraron ante la dificultad de que debían realizarse una serie exhaustiva de exámenes para ingresar al sistema de salud. Sin embargo, en el caso de Laura ese requerimiento cambió su vida. A partir de los exámenes ginecológicos le descubrieron un cáncer de mama en fase dos para el que luego recibió tratamiento en Uruguay.

Un último aspecto que llevó a los Bouthier a elegir este país fue el concepto Uruguay Natural y la apuesta que se está haciendo con las fuentes de energía renovable. «Pagamos mucho por la electricidad pero es buena electricidad», concluyen. A pesar de su conformidad hay cosas que cambiarían, como la complejidad de la parte administrativa para empezar, pero también la limpieza y la educación del pueblo en cuestiones de reciclaje y el manejo de la basura. Rubalcaba, por su parte, cree que sería bueno que existieran más y mejores programas que ayuden a los expatriados a aprender el idioma, y que existieran portales de noticias en inglés o que los existentes pudieran ser fácilmente traducidos a otras lenguas para ayudar a los que no entienden el español.

El éxodo desde la otra orilla
El pueblo uruguayo y el argentino han estado históricamente muy unidos. Somos más parecido de los que nos gusta admitir y en general nos sentimos cómodos en ambas orillas del Río de la Plata. La coyuntura actual, en un mundo golpeado por la pandemia, ha llevado a muchos argentinos con poder adquisitivo a interesarse en la posibilidad de radicarse en Uruguay. Un artículo del diario argentino La Nación, publicado el 30 de junio, plantea varios motivos para el aumento exponencial del interés vinculados a temas jurídicos, financieros, económicos y de salud.

«Desde diciembre aumentaron 70% las consultas de argentinos tanto para invertir como para mudar su residencia fiscal, pero desde la expropiación de (la empresa argentina) Vicentin subieron 20% más», explica en el artículo Teófilo Banchero propietario de Banchero Real Estate. A este interés se suma el decreto firmado a principios de junio por el presidente Luis Lacalle Pou que flexibiliza algunos aspectos necesarios para obtener la residencia fiscal. A partir de eso, el presidente de la inmobiliaria Terramar, Juan Carlos Sorhobigarat, asegura al diario argentino que las consultas aumentaron aún más.

A todo esto hay que sumar el «efecto pandemia». Debido al efectivo distanciamiento social voluntario que mantiene, Uruguay es un destino atractivo para quienes buscan refugio del virus. Mientras tanto la tranquilidad, estabilidad jurídica y política, que suele ser apreciada por los extranjeros, se mantiene. Por todo esto muchos argentinos han intentado, y en algunos casos logrado, venir a Uruguay a pasar la cuarentena, en particular en Punta del Este, uno de los destinos más populares entre los argentinos.

Fuente: Revista Galería