El diario argentino Clarín publicó una columna escrita a partir de una entrevista al realizador y ex jugador de la selección uruguaya Luis Ara, quien filmó «Teros, sueño mundial», en la que cuenta “las historias de un seleccionado casi totalmente amateur y que logró acceder a la Copa del Mundo”.

Por Guillermo Pellegrino

A pocas horas del inicio del octavo mundial de rugby, la selección de Uruguay, que disputará su tercera Copa, ha tenido bastantes menciones en la prensa por ser la única amateur del torneo que, edición tras edición, se ha ido profesionalizando cada vez más. En realidad, del plantel de 31 jugadores de Los Teros -tal la denominación que tiene el equipo nacional-, cuatro se desempeñan en el profesionalismo europeo. Ellos son Felipe Berchesi (Carcassone, Pro2 Francia), Agustín Ormaechea (Stade Montois, Pro2, Francia), Mario Sagario (Massy, Pro2 Francia) y Gastón Mieres (Valpollicella, Serie A, Italia). Los 26 restantes juegan al rugby pero no cobran por ello. 25 militan en clubes de la Unión de rugby del Uruguay (URU), menos uno de los pilares, Alejo Corral, que juega en el SIC, de Argentina. El sorteo de las series del Mundial fue muy poco benévolo para Uruguay, que deberá enfrentar a tres superpotencias de gran tradición en el deporte, como los son Australia, Gales e Inglaterra, y a otra selección donde el rugby es deporte nacional como Fiji, cuyos representantes juegan en las ligas más importantes del mundo. En los tiempos que corren, es enorme la diferencia entre los que se dedican a cualquier deporte en forma amateur y quienes lo practican de manera profesional. El rugby, por su rigor físico, tal vez sea uno en los que esa distancia se percibe con mayor claridad. Eso muestra con elocuencia «Teros, sueño mundial», una muy buena película del realizador y ex jugador de la selección uruguaya de rugby, Luis Ara, que se enfocó en la historia de seis jugadores uruguayos y del esfuerzo supremo que hicieron en el último lustro para trabajar, estudiar, entrenarse y jugar con la Selección, y poder cumplir, además, con el sueño de clasificarse a la Copa del Mundo.

Para reflejar los enormes contrastes que hay, por ejemplo, en la preparación previa, Ara y su equipo, además de los seguimientos a los rugbiers uruguayos, viajaron a los cuatro países que serán rivales de estaCeleste, además de a Francia, donde militan tres de sus jugadores. El resultado valió el esfuerzo, pero salta a la vista que la inversión y los riesgos fueron realmente muy importantes. «Por suerte participamos y ganamos los Fondos de Incentivo Cultural (FI, una de las varias y valiosas instancias de apoyo que, desde hace aproximadamente una década, cuenta Uruguay para desarrollar este y otro tipo de proyectos), que nos permitieron que algunos de los sponsors pudieran hacer sus aportes a través de dichos fondos y recibir beneficios fiscales, lo que sin duda hizo más atractivo para ellos la posibilidad de apoyarnos», explicó a Clarín.com Ara, quien también comparó lo que hoy viven Los Teros (con una variable imposible de cambiar, que es el tamaño del mercado) con lo que les pasó a Los Pumas en la década del 90 y principios de 2000.

«En ese contexto percibí y sentí una historia muy cinematográfica, la de los contrastes entre el mundo amateur y el super profesional. Algunas de las historias son muy ilustrativas, hay un jugador al que lo echaron de su trabajo por faltar muchas veces por las giras y que terminó abriendo una verdulería; otro que tuvo que renunciar para poder entrenarse; y muchos que trabajan horas y horas de médicos, contadores y también en una casa de cambio», contó. «La gente, en general, va a sentirse muy identificada porque son personas comunes y corrientes que se visten de rugbiers cuando dejan sus actividades cotidianas y consiguen cosas que parecen imposibles, como ir a jugar un Mundial», añadió.

«Teros, sueño mundial» se aboca también a ilustrar algunos aspectos socioculturales de los países que enfrentarán a Uruguay. En ese sentido, las imágenes y el relato de lo visto en Fiji son, sin duda, de lo más desconocido e interesante. «En Fiji me llevé una sorpresa increíble que terminó aportando a la película un contraste sociocultural que no estaba en los planes. Allí la estructura de rugby es profesional una vez que llegan al seleccionado, pero antes de eso, a nivel de clubes, es muchísimo más rústico y humilde que en Uruguay y que en Argentina. Los chicos vienen de clases socioeconómicas muy bajas, se entrenan descalzos, viven en la casa del entrenador del club, comen arroz, toman té y no mucho más. Es casi lo que es el fútbol en Argentina, Uruguay y Brasil para las clases más sumergidas, es la oportunidad de salir de la pobreza, de conseguir un trabajo digno y que les permita ayudar a sus familias», comentó.

Fuente: Clarín.com