Tabaré Vázquez: “Vengo a despedir a un gran uruguayo”

“Vengo a despedir a un gran uruguayo y a un latinoamericanista”, confesó el presidente Tabaré Vázquez en el Salón de los Pasos Perdidos.

El presidente manifestó sentir “un profundo dolor” por la pérdida física del autor que “durante 6 décadas formó parte de ésta región”.

Vázquez anotó que Uruguay “en relativamente poco tiempo ha tenido muchas pérdidas” de figuras relevantes del quehacer social y político y adelantó que “tendremos que hacer un gran homenaje a estas personalidades” aludiendo a figuras de la talla de China Zorilla o Mario Benedetti, entre otras.

Para el presidente, Galeano fue “el mejor expositor de la realidad latinoamericana” y puso su foco en el libro máximo del autor: Las Venas Abiertas de América Latina; “un libro que me impactó y que lo recomiendo leer a quien aún no lo haya hecho porque tiene una gran vigencia”.

Entiende que Galeano “vivió como escribió y escribió como vivió” y que “deja una lección de vida”. Vázquez relató que cuando en 1989 ganó con el Frente Amplio la intendencia de Montevideo le había ofrecido hacerse cargo de la dirección de Cultura de la comuna pero se negó en virtud de compromisos que había adquirido en el exterior, relató.

Rechazó que con la muerte de Galeano y de otras figuras relevantes de la cultura se vaya en camino de perder una generación destacada. “Yo creo en la inteligencia y en la renovación en todos los órdenes; en la política y en las artes, entonces creo que con el correr de los años vendrán otros que dejarán huella”, sostuvo.

Joan Manuel Serrat: “Galeano fue un gran curioso de la vida”

En la tarde de ayer, en vuelo procedente de Buenos Aires, arribó a Montevideo el cantautor español Joan Manuel Serrat para asistir a las exequias del escritor Eduardo Galeano. Serrat se enteró del deceso el lunes, estando en la ciudad argentina de Salta, donde esa misma noche debía dar un recital. Pese a ello, decidió trasladarse a Uruguay para acompañar a la familia del escritor y despedir sus restos.

Consultado por el diario La República sobre sus primeras impresiones acerca del deceso de Galeano, Serrat manifestó su gran pesar y dijo que la literatura mundial acaba de perder a un gran escritor, y el progresismo a un ilustre pensador. Por último resaltó que les unía una gran amistad y un respeto mutuo desde hace muchos años.

Vestido de impecable traje negro y corbata al tono, confesó que para él, Galeano fue “la reserva moral de la izquierda” pero “que seguramente llegarán otros más que levantarán esa bandera”.

Dijo que se encontraba viviendo un momento muy especial, “cuando los sentimientos afloran”, que “es un día muy triste, un día de pérdida y un momento para la memoria pero también de agradecimiento para la vida”.

Reconocía en Galeano “un amigo que me sirvió de referencia”. “Siento mucho que ahora no vamos a poder tomar un vino y charlar de política y de fútbol”, dijo.

Entiende que fue “un gran curioso” de la vida, alguien que podía explicar con palabras sencillas cosas muy importantes. “Mucho de Galeano me emociona, porque -además- era una de esas personas que eran libres; no acataba órdenes grupales”.

Relató que su apurada presencia en el velatorio “era para saludar a su familia y para reconfortarme yo mismo de manera espiritual. Son momentos muy difíciles”.

René de Calle 13: “Como escuchar al tiempo narrando historias”

El cantante de la banda Calle 13, René Pérez -conocido como Residente- despidió a Eduardo Galeano en una carta publicada en la cuenta de Facebook oficial de la banda en la que recuerda el día que conoció al escritor. «Una de las mejores historias que víví, el mejor de los cuentos», concluye.

La banda contó con la participación de Galeano durante la grabación de su último disco Multi viral, editado en 2014. En la canción «El viaje» se puede escuchar la voz del escritor narrando un poema como introducción.

A continuación, el texto de la carta escrita por el cantante:

«Eran como las dos de la tarde. Luego de intercambiar varios correos electrónicos el encuentro se hacía real. Estaba por conocer, no solo a uno de los escritores más grandes de Latinoamérica, sino que también al único escritor que fue capaz de capturar la atención de un niño índigo, que ahora de adulto carga con un déficit de atención y que vive en una nube de un país que no existe.

Después de 3 cuadras doblando hacia la derecha, nos refugiamos en un pequeño restaurante italiano. En la mesa había pastas al dente, pan, aceite, un poco de pimienta y vino. Al principio me sentía nervioso, no sabía cómo empezar, sobre qué temas hablarle. Tenía frente a mí un libro abierto mientras tomaba vino y me iba sintiendo como un libro sin letras. Como si fuera poco, en mi cabeza se hacía cada vez más recurrente el aviso de que soy un tipo que patinó por 5 escuelas en Puerto Rico antes de graduarse, sin ningún credencial intelectual, con muy pocas lecturas en la cabeza y con una facilidad increíble para perderse en cualquier conversación. Sabía que al final sería delatado por mis ojos espaciados que miran sin mirar y atienden sin atender.

Solo tenía una forma de sobrevivir a este encuentro, así que decidí confesarle mi ‘padecimiento’. Por alguna extraña razón, en ese momento todos los platos, vasos y cubiertos dejaron de hablar para escucharme decir: ‘Eduardo, tengo un problema, soy muy despistado y a veces se me hace muy difícil seguir una conversación’. A lo que él me contesto, ‘yo también soy despistado y de los peores’. Desde ese momento en adelante todo fluyó de forma natural, como si fuésemos amigos de antaño. Eduardo empezó a hablar mientras mi esposa y yo escuchábamos. Fue como escuchar al tiempo narrando historias.

Compartió los escritos que tenía en una de sus libretas miniatura, donde escribía una idea por página. En ese momento andábamos por la ciudad de Nueva York. ‘Las ciudades resuelven el 90% de los problemas que ocasionan’, leía uno de los escritos en aquella pequeña libreta.

Nos contó sobre todos sus viajes por Latinoamérica, el tiempo cuando acampó con mineros en Chile, las historias de sus amigos arrojados desde un avión con las tripas al aire durante la dictadura en Argentina, sus años en la revista, su tiempo en España. Nos habló sobre su familia, su compañera, sus hijos, su sobrina, sus amigos escritores, sus no tan amigos escritores, sus encuentros, sus despedidas; toda una vida contada frente a una mesa a la que le salieron raíces y ramas que rompieron las ventanas de aquella tarde que ya era noche.

El vino no se acababa y nunca se acabó, porque siguió merodeando por nuestras cabezas hasta nuestra salida de aquel pequeño restaurante. Y así, amarrados hombro con hombro, como si fuéramos compañeros de toda una vida, nos acompañamos hasta llegar a su hotel.

Le pregunté si necesitaba ayuda para llegar a su habitación y me miró con la cara de alguien que sobrevivió momentos mucho peores que una subida de elevador con tres botellas de vino en la sangre. Lo entendí totalmente, así que decidí darle un abrazo. Luego del abrazo, apretándome con fuerza la mano con la que escribo y casi hablándome con los ojos me dijo, nos volveremos a ver. Así me despedí de una de las mejores historias que viví, el mejor de los cuentos.

Gracias por ese día Eduardo. Te queremos mucho, René, Sol y Milo»

Fuentes: La República y El Observador