Leonardo Karlen estuvo por cerrar el tambo, pero apostó al sistema de cama caliente y todo mejoró para las Holando, el personal, las cuentas y el medio ambiente

Por Juan Samuelle, enviado a Costas de Tarariras, Colonia

Previo a una decisión clave –“encerrar” las vacas y producir con base en la tecnología “cama caliente”–, en el tambo El Inicio que dirige Leonardo Karlen sus Holando producían 22 litros diarios, con algún pico de 27. Diez meses después están en 35 litros, con un pico de 36, hablando siempre de promedios, con 10% de vacas que dan más de 50. “Hubo que aprender, tomar la decisión e invertir lo razonable, lo hicimos, la jugada salió como esperábamos y podemos afirmar que esto es algo que sirve”, dijo cuando El Observador lo visitó.

Karlen dirige un tambo familiar iniciado hace 52 años por sus padres, Eduardo y Elba. Él nació allí, en Costas de Tarariras (Colonia), donde trabaja desde que dejó el liceo. Hoy lo hace con el respaldo de su esposa, Viviana, y de sus hijos, Micaela y Martín y su madre.
“Mis padres arrancaron con unos ranchos que ya no están. Hace cuatro años estuvimos a punto de vender, los números no daban. Mi padre se iba operar y postergamos la decisión. Lamentablemente falleció y enseguida dije: ¡Ahora no vendo nada! Y la empresa salió adelante, un lindo homenaje a Eduardo.

Se acciona en 434 hectáreas, un campo mitad propio y mitad arrendado. En pastoreo hay 230 has. “Hicimos quesos hasta 1992, casi 2.000 litros por día, estábamos pasados de trabajo y decidimos remitir la leche a Los Ombúes –industria de la zona–”, contó.

La charla que disparó todo
Con las cuentas muy justas, todo marchó hasta que Carlos Iturralde lo invitó a una charla en San José. Allí Pablo Chapuis –productor de Salto– expuso sobre el manejo “cama caliente” y Leonardo quedó impactado. “De inmediato me dije que había que hacerlo”, recordó. Y fue al tambo de Chapuis y viajó por Argentina para conocer varias experiencias.

“En agosto, después de sacar muchos números, tomamos la decisión”, añadió. Para cubrir la inversión recurrió a un préstamo del BROU para pagar en ocho años el galpón y en cinco años lo relacionado con otras inversiones, como el movimiento de tierras.

“Algo clave fue elegir el constructor y el lugar, un sitio alto, con buena circulación de aire, para mantener la cama seca y al ganado con el mejor confort. Todo fue diseñado y construido en conjunto con Joel Acosta”, explicó.

Se usó madera tratada de Matra y un nylon de 240 micras que tiene una vida útil de cinco años, “pero lo aseguramos para dormir tranquilos, ojalá no haya que usar el seguro y creo que no porque es una obra resistente”, agregó. Tiene 120 metros por 54 (con 4.320 m2 de área efectiva de cama), con pasillo central de balastro y comederos de hormigón a cada lado.

La cama es de cáscara de arroz y ahora se explora el uso de pulpa de eucaliptus. Cada ala del galpón tiene capacidad máxima para 200 vacas (lo ideal es que cada una disponga de 14 m2).

En un ala está el lote de punta, que acaba de pasar a tres ordeñes diarios y con eso se notó un incremento productivo diario de tres a cinco litros por vaca. En el otro sector están las vacas que siguen con dos ordeñes, donde el porcentaje de vaquillonas de primer parto (lo que “tira para abajo un poco el promedio”) es 52%, cuando en el ala de vacas de punta es 16%. El lote principal hoy produce 40 litros diarios por vaca y de eso, de costo, “se comen 19 litros”. El otro lote produce 25 litros y se comen 16. La producción media actual, al cierre del primer mes de la primavera, es 33,5 litros, con un rodeo de 280 vacas propias y 40 alquiladas. El alquiler de vacas a un vecino le permite al dueño de esas vacas, que cobra con leche, un ingreso notoriamente superior al que puede lograr con el equivalente a ese capital depositado en una institución bancaria. Y la ventaja para Leonardo es clara: eleva el flujo de caja con más producción, aprovechando mejor la capacidad del galpón y del tambo.

Respecto a la alimentación, con mixers de Mary “usamos expeler y cáscara de soja, granos de maíz y de cebada; a su vez nos producimos toda nuestra fibra. Plantamos 98 hectáreas de cebada para grano para usar en 2021 y antes no se hacía nada de eso, y somos de los muy pocos que hacemos soja para silo, por el aceite, eso calza muy bien en la dieta”.

Agregó que hay diferentes dietas, todas de alta calidad, con base en el asesoramiento nutricional de Best Fed, y que disponer del galpón con cama caliente “empujó el desarrollo de plantaciones”.

Leonardo remarcó varias veces que no alcanza con invertir en un galpón, que la tecnología de la cama caliente debe tener un adecuado complemento de otros factores, como se indicó en lo nutricional. Pero también en el tema reproductivo, para lo que se cuenta con el asesoramiento de la doctora Vanesa Machado. La genética Holando utilizada es de alto nivel, “algo fundamental para sacar más litros y litros con más sólidos; estamos en 3,9 a 4,1% en grasa y de 3,56 a 3,60% de proteína”, informó.

Las ventajas siguen: este sistema es mejor para quienes trabajan en el tambo. Por ejemplo, no es lo mismo tener a las vacas a 100 metros del tambo que tener que ir a buscarlas a potreros muy distantes, sobre todo cuando hay extremas condiciones de frío o calor. “Ganó en calidad de vida el trabajador”, apuntó Martín Karlen.

Hablando de ventajas, en su momento se tomaron muestras de la zona próxima a los comederos, donde cuando van a comer las vacas bostean y orinan, eso “se pasó a plata” y se comprobó que trasladarlo al campo equivalía a una inversión en fertilización de US$ 13 mil, con un gasto para tirar eso y reponer la cama de US$ 6.000. En cierto modo, “estamos guardando en la cama un fertilizante orgánico, pero también hay otro detalle: las vacas al producir más con los mismos kilos de comida está bajando la producción de gas metano por unidad de producto, que hoy es un tema muy importante”.

Dos veces al día un vibrocultor da vuelta la cama, manejo aeróbico que permite eliminar las bacterias, que producen la mastitis ambiental, de la mano de la temperatura que hay dentro de la cama.

Leonardo, entusiasmado con los buenos resultados, dijo que previo a la decisión se calculó todo lo que podía pasar “exigiendo al máximo” al sistema, con base en 300 vacas cuando el galpón admite 400, vacas que se proyectaba que iban a dar 27 litros hoy van a cerrar el año con un promedio superior a 30 y con base en leche que se colocaba a 27 centavos de dólar cuando hoy se obtiene algo más de 30 centavos. “Esto realmente sirve para todos los tamberos, no se precisa ser grande, deja de lado la restricción que significa tener que ganar más campo para crecer; eso sí, hay que hacer las cosas muy bien”, advirtió.

Diez meses después de aquella charla en San José, Leonardo ya se puso del otro lado del mostrador e invitó junto a sus asesores de Best Fed a un conjunto de tamberos a su campo, en la jornada “Cama caliente: una mirada al sistema de producción”, para que vean qué se hizo y les mostró “todos los números”. Y más de uno quedó entusiasmado.

Baja en el estrés
El confort de las vacas es un factor relevante. “Este sistema les baja el estrés, están cómodas, las encerramos el 14 de diciembre y a los dos días subieron dos litros la producción por vaca. Tienen agua y comida a mano, sombra, un lugar ventilado, bajó el problema del pietín y hace cinco meses que no vemos una vaca renga, bajó el nivel de células somáticas de 400.000 a 200.000”, contó Karlen. Y añadió que ha disminuido notoriamente el uso de antibióticos, con las consecuentes ventajas, entre ellas la económica.

Estabilidad
“El galpón se hizo rápido, al no ser con chapas se construyó en 26 días y el costo fue la cuarta parte. Esto permitió darle estabilidad al negocio, antes no podíamos proyectar mucho, estábamos más expuestos a lo climático. Ahora hay estabilidad en lo que produce cada vaca”, dijo Leonardo, quien señaló que se ha dado un crecimiento en la producción de 5.700 litros a 10.800 litros por día, un 89%, “algo que con el sistema convencional era imposible”.

Fuente: El Observador