El músico uruguayo abrió las puertas del apartamento en el que el que compone, ensaya y graba, en la víspera de su gira española.

«Este mes hace 20 años que estoy en Madrid», dice en un momento de la conversación Jorge Drexler (Montevideo, Uruguay, 1964). Sus estupendos 50 años se acomodan en el apartamento que utiliza como refugio creativo, en el barrio de Chueca. Aquí es donde compone, donde ensaya con su grupo y donde graba parte de sus discos (¿y los vecinos, mientras tanto, qué pensarán?). De nuevo está de gira por España con Bailar en la cueva, disco publicado hace un año y que ha recibido dos premios Grammy Latino. Fueron los de Mejor Grabación por la canción Universos paralelos -a dúo con la rapera chilena Ana Tijoux- y Mejor Disco de Cantautor, aunque de cantautor le quede sólo la fama a este hombre encantado de haber descubierto el baile como consecuencia colateral de la crisis de los 50.

Después de 12 álbumes, ¿cómo se hace un nuevo disco que no sea uno viejo, de nuevo?
¡Por algo no hice el número 13! Hasta que no encuentro una motivación clara, hasta que no veo algo que diferencie ese disco de los anteriores, no empiezo. Un disco es una experiencia muy intensa y exigente, es como un matrimonio (ríe), más de hecho… Te puedo decir el vector motivacional de cada uno de mis doce discos. El último concretamente amplía mi territorio personal, se extiende hasta los pies, aparte de las ideas y las emociones, que era lo que trabajaba siempre. Trata sobre bailar desde el propio nombre, y eso fue un desafío. Bailar en la cueva es mi disco más latinoamericano y tiene que ver con que mi carrera se ha volcado hacia allá en los últimos años. Hacemos giras más extensas, y en cada lugar al que íbamos, después de los conciertos salíamos a bailar, y yo estaba allí y me preguntaba, «¿por qué aquí no suenan mis canciones?». Me dije, «yo quiero poner una ficha en este casillero». Ahí se me ocurrió la idea de hacer un disco que pudiera sonar en una discoteca sin sentirme avergonzado.

¿Por qué es tan importante el baile?
Es una de las actividades más ricas desde el punto de vista neurofisiológico, de las que involucra más áreas del cerebro, y que a mí me da más alegría. El disco surgió de un periodo muy físico, lo escribí yo solo frente al mar en una casa en la playa de Somo, en Cantabria, donde me llevé la tabla de surf y me monté el estudio de grabación. Bajaba, entraba al mar una hora, volvía a componer, regresaba al mar…

Pero además de bailar, en el título está la cueva. En las canciones cita la prehistoria, los hombres de las cavernas… Es un alegato de la música como una manifestación humana similar al lenguaje.
¡Hay gente que dice que incluso estuvo antes que el lenguaje! Lo que sí está probado es que hace 45.000 años la gente ya hacía flautas con huesos de mamut con una escala pentatónica, que es una escala que todavía se utiliza. Sin embargo, las primeras demostraciones de la agricultura, de la arquitectura o de la escritura se calcula que son de hace entre ocho y diez 10 mil años.

Conclusión: la música nunca desaparecerá.
Si desde el punto de vista evolutivo tiene un rol tan importante y no ha habido ninguna cultura en la historia de la humanidad sin música y sin danza, alguna función tendrá.

Fuente: metropoli.com