El gobierno de Estados Unidos consideró que el refugio otorgado marca un “hito enorme” para Uruguay, y se mostró agradecido En forma casi simultánea al arribo se conocieron las cartas abiertas que el presidente Mujica envió al pueblo uruguayo y a su par estadounidense Barack Obama, y la escrita por Abdelhadi Omar Faraj, el preso número 329 en Guantánamo.

Cuatro ambulancias de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE) acompañadas de una docena de vehículos, trasladaron a los seis hombres (cuatro sirios, un palestino y un tunecino) desde la base aérea hasta dos centros hospitalarios de Montevideo.

Los vehículos dejaron la base sobre las 3. Habían esperado a los hasta ahora presos el canciller en funciones Luis Porto y funcionarios de los ministerios del Interior y de Salud Pública. Los liberados habrían hecho el viaje esposados.

Terminaba así una saga que comenzó cuando en enero de 2014 llegó totalmente en secreto a Montevideo, Clifford Sloan, un abogado egresado de la Universidad de Harvard, a quien el presidente Barack Obama nombró en 2013 para que se hiciera cargo de la difícil tarea de negociar con países que estuvieran dispuestos a recibir a los cautivos. Y aún antes de la llegada de Sloan, la buena relación entre el presidente José Mujica y el vicepresidente estadounidense Joseph Biden había generado un buen ambiente para que Uruguay hiciera el favor que Estados Unidos estaba pidiendo.

Mujica no demoró en aceptar y divulgó en marzo su intención de que se recibiera a los presos. Los seis estaban en Guantánamo desde 2002 sin haber sido juzgados y a partir de marzo comenzaron a tomar lecciones de español. Antes habían sido visitados por personas de extrema confianza del presidente Mujica. Durante la campaña electoral, la transferencia quedó en suspenso porque Mujica prefirió esperar el desenlace del balotaje, ya que el candidato opositor Luis Lacalle Pou se oponía a la llegada de los presos.

Con el desenlace del domingo, Mujica ayudó al gobierno de Obama a dar otro paso para cerrar una prisión que prometió clausurar en 2009. Ahora quedan allí 136 presos, de los cuales Estados Unidos considera que hay 67 que podrían ser liberados ya.

Es la primera vez que llegan a Sudamérica liberados de Guantánamo. En América Latina, El Salvador recibió dos y Bermuda, en el Caribe, acogió a cuatro. Chile rechazó que se le envíen presos y Colombia estudia el tema.

Pero Uruguay además será de los países que más cautivos recibe. A Albania fueron 11, a Bélgica uno, a Bermuda cuatro, a Bulgaria uno, a Cabo Verde uno, a El Salvador dos, a Francia dos, a Georgia seis, a Alemania dos, a Hungría uno, a Irlanda dos, a Letonia uno, a Palau seis, a Portugal dos, a Qatar cinco, a Eslovaquia ocho, a España tres y a Suiza tres.

Agradecimientos

Estados Unidos de inmediato tuvo palabras de agradecimiento ante el gesto de fuerte amistad que supuso la decisión de Mujica de ayudarlo a avanzar hacia el cierre de la prisión de Guantánamo. Esta fue mandada construir por el ex presidente George Bush de manera precipitada para recibir a presuntos terroristas islamistas tras los ataques del 11 de septiembre de 2001. El Departamento de Defensa emitió un comunicado en el que señala que «Estados Unidos agradece al gobierno de Uruguay su voluntad de apoyar los esfuerzos de Estados Unidos para cerrar el Centro de Detención de la Bahía de Guantánamo (…) Estados Unidos coordinó con el gobierno de Uruguay para garantizar que esta transferencia se realizara de acuerdo con las medidas de seguridad y humanidad apropiadas».

También el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, en un comunicado elogió la actitud de Mujica y del presidente electo Tabaré Vázquez. «Ojalá este paso de Uruguay abra paso a contribuciones similares de países del hemisferio», señaló.

Y la organización Human Rights Watch sostuvo que «la transferencia de seis detenidos a Uruguay es un importante paso hacia la terminación de la injusticia de larga data de mantener personas indefinidamente sin cargos en Guantánamo», dijo Laura Pitter, integrante de la organización.

Los recién llegados recibirán un documento de identidad transitorio. Tienen algunas ofertas para trabajar en la construcción y en tareas rurales.

Mujica ha asegurado que llegarán en condición de refugiados y por lo tanto podrían irse de Uruguay al día siguiente de llegar si así lo quisieran. El gobierno no aceptó el pedido de Estados Unidos de limitar la libertad de movimiento de los liberados, dijo el mandatario.

Carta del presidente Mujica al pueblo uruguayo y al presiente Obama

Poco antes del arribo de los ex presos de Guantánamo a Uruguay la Cancillería uruguaya divulgó una carta abierta del presidente Mujica en la que explica al pueblo uruguayo y a su par Barck Obama cuáles fueron las razones que lo llevaron a aceptar el pedido de Estados Unidos de recibir a los ex detenidos.

Aquí el contenido completo de la carta abierta del presidente Mujica:

“La solidaridad es la ternura de los pueblos”, proclamó Pablo Neruda en medio de la inmensa y urgentísima tarea de evacuar, socorrer y asilar a decenas de miles de republicanos españoles de los que tantos lograron llegar también al Río de la Plata luego de la Tragedia de 1939.

Este Presidente fue en su juventud alumno deslumbrado y hoy agradecido, de una de aquellas lumbreras intelectuales desterradas.

El Uruguay pacífico y pacificador es una gran herencia y a la vez una estrategia vital.

Este país formó parte de la vanguardia mundial en la creación de instrumentos internacionales para la paz.

Recogiendo de nuestro mejor pasado esa vocación, hemos ofrecido nuestra hospitalidad para seres humanos que sufrían un atroz secuestro en Guantánamo. La razón ineludible, es humanitaria.

A estas tierras han venido, desde nuestra independencia y aún antes, personas y contingentes a veces muy numerosos buscando refugio: guerras internacionales, guerras civiles, tiranías, persecuciones religiosas y raciales, pobreza y también extrema miseria, lejanas o muy cercanas.

Desde todos los países de Europa incluyendo la lejana Rusia; y de América; y lo más doliente: desde África, traídos como esclavos.

Muchísimos llegaron desde situaciones comprometidas y comprometedoras. Han construido este Uruguay: forjaron bienestar, trajeron oficios, semillas, saberes, culturas, y, por fin, hincando profundas raíces, sembraron aquí su hoy innumerable descendencia. Y también sus tumbas del morir de viejos. Formaron con sus huesos parte de nuestra tan querida tierra.

Pero a la vez y a su tiempo, en mala hora para nosotros, hemos recibido la cálida y oportuna mano tendida y el asilo de numerosos países, a pesar de que éramos “acusados” por la tiranía doméstica, de ser gente muy peligrosa.

Y antes, durante y después, decenas de miles de compatriotas se fueron a todos los confines, a causa de la pobreza y la falta de perspectivas.

Muchos de ellos, y su descendencia que habla otros idiomas, no han podido volver y constituyen para nosotros, además de una dolencia y un deber pendiente, la querida Patria Peregrina.

Es por todo ello que siguiendo por el camino de la famosa Parábola, sentimos la escena porque la sufrimos en carne propia, desde el dolor del herido más que desde el altruismo del Samaritano.

Formamos parte del mundo de los asaltados heridos. Pertenecemos a la inmensa mayoría de la Humanidad.

No debemos ni queremos olvidar ni perder ese punto de vista para mirar las crudas realidades, por desgracia tan numerosas como crueles, que hoy golpean a gritos en la puerta de millonarias conciencias.

La ocasión ahora jubilosa es propicia para que reclamemos nuevamente el levantamiento del injusto e injustificable embargo a nuestra hermana República de Cuba cuyo Héroe Nacional fuera cónsul de Paraguay, Argentina y Uruguay en Nueva York.

La liberación de Oscar López Rivera, luchador independentista portorriqueño de setenta años, preso político en Estados Unidos desde hace más de treinta, doce de los cuales en celda de aislamiento.

Y la liberación de Antonio Guerrero, Ramón Labañino y Gerardo Hernández, cubanos presos en Estados Unidos desde hace dieciséis años.

Estamos seguros de que estas demandas insatisfechas abrirían amplias avenidas a un proceso de paz, entendimiento, progreso y bienestar para todos los pueblos que habitan aquella zona crucial de nuestra América.

José Mujica

Carta de Abdelhadi Omar Faraj, el preso número 329 en Guantánamo

Por su parte, Abdelhadi Omar Faraj, uno de los presos de Guantánamo que llegó ayer a Uruguay, envió una carta a través de su abogado en Nueva York, Ramzi Kassem.

Faraj, de 39 años, cuenta sus orígenes en Siria, su viaje a Irán en busca de trabajo y luego a Afganistán, su huida a Pakistán, su arresto y entrega a militares de Estados Unidos y su traslado a Guantánamo el 8 de junio de 2002.

Al final de la carta Faraj agradece al presidente José Mujica su «acto noble de solidaridad» y por su «compromiso de tratarnos como seres humanos plenos, en vez de actuar como otro carcelero». También agradece las gestiones de la embajadora de Estados Unidos en Uruguay, Julissa Reynoso.

En el último párrafo de la carta, Faraj se revela hincha de la selección de fútbol uruguaya: «He seguido durante mucho tiempo a la Celeste y tenía la esperanza de echarle porras desde Uruguay durante la última Copa Mundial. Aunque esto no resultó posible, ¡espero poder seguir sus logros con el pueblo uruguayo en la próxima Copa América!».

Aquí el texto completo de la carta de Abdelhadi Omar Faraj., el preso número 329 en Guantánamo.

«Mi nombre es Abdelhadi Omar Faraj. Por los últimos 12 años también he sido conocido como prisionero número 329 en Guantánamo. Y soy uno de los hombres recién llegados como refugiados en Uruguay desde esa horrible prisión.

Estoy seguro que muchos uruguayos sienten curiosidad por mí y por los otros hombres, así que quiero dirigir esta carta directamente al pueblo de Uruguay, en el espíritu de apertura y de la amistad que nos han mostrado.

Yo nací en Siria en una familia grande, con un hermano y cinco hermanas. Aunque éramos de recursos modestos, yo recuerdo una niñez feliz, pasando días nadando en el río cerca de mi hogar.

Deje la escuela después del sexto grado para trabajar, primero como mecánico y después como carnicero. Cuando tenía 19 años viajé a Irán en busca de trabajo y para evitar el servicio militar obligatorio de dos años en Siria.

Trabajé en una carnicería en Teherán por alrededor de dos meses, pero no me gustó Irán. Fue entonces que yo me fui para Afganistán donde me dijeron que encontraría empleo y un mayor sentido de comunidad. Mientras estuve en Afganistán, trabajé en una tienda local de comestibles.

Cuando la guerra en Afganistán estalló a fines de 2001, yo temía que una de las partes beligerantes, la Alianza del Norte, me mataría por ser árabe. Huí por tierra a Pakistán.

Cuando llegué a la frontera con Pakistán, fui detenido por soldados paquistaníes. Dentro de un día me entregaron a miembros del ejército estadounidense a cambio de una recompensa. Por un período de seis meses, los americanos me encarcelaron en Kandahar, Afganistán, en condiciones infrahumanas. Fui interrogado sin cesar, severamente, y no me permitieron bañarme.

Luego, el 8 de junio de 2002, guardias estadounidenses me vistieron en un overol de color naranjado y zapatos naranjados, guantes gruesos para quitar cualquier sentido de tacto, orejeras a prueba de sonido, gafas opacas y una máscara quirúrgica, y me encadenaron dentro de un avión. Una vez a bordo, ellos me dieron una inyección sin mi consentimiento, que me durmió y me mantuvo letárgico y mareado por muchos días. Ese avión aterrizó en la Bahía de Guantánamo, Cuba.

Por 12 años los Estados Unidos me encarcelaron en Cuba frecuentemente en condiciones crueles, sin cargos, juicio o proceso justo. En 2009, un equipo de gobierno de los Estados Unidos incluyendo a representantes de los militares, el FBI y la CIA revisó mi expediente y determinó de forma unánime que yo debería ser liberado de Guantánamo. Sin embargo, yo permanecí 5 años más en esa prisión desesperante ya que mi propio país, Siria, se hundía en una sangrienta guerra civil, haciendo que mi repatriación allí fuera imposible.

Si no hubiera sido por Uruguay, hoy aún estaría en ese agujero negro en Cuba. No tengo palabras para expresar lo agradecido que estoy por la confianza inmensa que ustedes, el pueblo uruguayo, han puesto en mi y en los otros prisioneros en abrirnos las puertas a su país. No podemos agradecerles lo suficiente por recibirnos en su país.

También deseo agradecer personalmente al Presidente José Mujica por su acto noble de solidaridad con nosotros y por su compromiso a tratarnos como seres humanos plenos, en vez de actuar como otro carcelero.

En cuanto a mí y los otros prisioneros, deseo asegurarle a todos los uruguayos, incluyendo el gobierno uruguayo, que brindaremos solo buena voluntad y contribuciones positivas a Uruguay mientras aprendemos Español y rehacemos nuestras vidas aquí.

Yo también aprecio profundamente la iniciativa humanitaria emprendida por la Embajadora de los Estados Unidos en Uruguay, Julissa Reynoso, en hacer nuestro reasentamiento aquí posible.

He seguido durante mucho tiempo a la Celeste y tenía la esperanza de echarle porras desde Uruguay durante esta última Copa Mundial. Aunque esto no resultó posible, ¡espero poder seguir sus logros con el pueblo uruguayo en la próxima Copa América!

(Carta de Abdelhadi Omar Faraj, según dictado a su abogado, Ramzi Kassem).

Fuente: Presidencia y El País