Desde que se fue hace muchos años a estudiar al Berklee College de Boston, Gustavo Casenave no ha dejado de ser fiel a lo que siente y proyecta, mientras obtiene premios Grammy.

Apenas anunciaron que el Grammy Latino 2020 categoría Mejor álbum de tango era para Gustavo Casenave, éste se levantó velozmente de su butaca y, tras abrazar a su mujer, se dirigió al escenario casi corriendo, con la más absoluta expresión de felicidad. Una vez frente al micrófono, enfundado en su pulcro smoking y con el premio en sus manos, terminó su speech de agradecimiento diciendo “y agradezco al Uruguay que me dio todo… un país tan chiquito y sin embargo tan tan grande…”.

Pianista virtuoso, inspirado compositor y notable arreglador tanto en tango como en jazz, Gustavo Casenave nació en Montevideo en 1971 y tras grabar dos álbumes con su banda Kongo Bongo, luego de una charla con Hugo Fattoruso decidió ir a estudiar a Boston, Estados Unidos, donde llegó en 1994. En 1997 se radicó en Nueva York, donde ha vivido hasta la actualidad con su esposa Vicky Barranguet y sus hijas Simone y Lola.

Cuesta resumir su trayectoria como músico en apenas algunos renglones. Una carrera que demuestra que aún los sueños más locos pueden ser posibles si se pone en juego esa mágica fórmula de talento y esfuerzo, y hacerlo funcionar al más alto nivel. A veces porque el talento no es suficiente. A veces porque el músculo del esfuerzo no se decide a ejercitarse en tiempo y en forma. Gustavo ha cumplido el sueño de todo músico uruguayo: se formó en composición con el maestro Héctor Tosar, asistió a la Escuela Universitaria de Música, se graduó con honores en la legendaria Berklee College of Music de Boston, hizo estudios de jazz complementarios con figuras relevantes como Bob Brookmeyer y Gary Burton, y asistió a la Columbia University de Nueva York y su Jazz Composers Orchestra Institute. También ha dado clases como docente en la Juilliard School desde el 2008 hasta el presente, además de enseñar en las universidades de Yale, Harvard, Columbia y Florida, entre muchos otros lugares, ofreciendo asimismo master classes en Montevideo.

Como pianista, solo o con diversas formaciones instrumentales, se ha presentado en escenarios como el célebre club Blue Note de Manhattan, Carnegie Hall, Lincoln Center, Metropolitan Museum of New York y en el Jazz Tour de Uruguay, entre muchos otros. Ha trabajado con músicos de la talla de Yo-Yo Ma, Bette Midler, Eddie Gómez, John Patitucci y Paquito D’Rivera. Tiene en su haber 30 álbumes como solista, e intervino como invitado en numerosos discos.

Entre la enorme lista de galardones recibidos se destacan seis nominaciones a los premios Grammy Latino, resultando ganador en 2019 en la categoría Mejor Álbum Instrumental por su disco Balance, y en 2020 por su álbum de tango Fuelle y Cuerda. De él ha dicho el diario The New York Times que es capaz de “una performance virtuosa exhuberante”, mientras el Chicago Tribune lo ha definido como “un músico sensacional, todo dicho”.

Conectar los elementos

—¿Qué importancia le otorgas a las numerosas nominaciones previas y a los Grammys obtenidos por tus discos?
—A uno lo llena de alegría y emoción el recibir un premio internacional, donde la gente que vota son músicos, productores, ingenieros de sonido, sellos discográficos y gente metida en la música. En mi caso, cinco de mis nominaciones se dieron a partir de ediciones discográficas con sellos independientes: Fula Records (mi propio sello creado junto a mi esposa Vicky Barranguet) y Watchcraft Music (Eduardo Milieris). Milieris, también uruguayo radicado en New York, armó este sello exclusivamente para producir mi música, y fue en el 2012 con el que logramos mi primera nominación al Grammy con mi composición “Miñoqui” para Mejor Composición Clásica Contemporánea. La quinta nominación fue la vencida, donde salió el Grammy para Mejor Álbum Instrumental. En cuanto a la importancia de estos premios, ayudan a uno a seguir mirando siempre para adelante, y poder seguir con ese pensamiento predestinado, que existe desde el principio de mi adolescencia, donde la idea es poder seguir haciendo mi propia música durante toda mi vida.

—¿Cómo se dio la posibilidad de estudiar en la famosa Berklee College?
—En realidad la idea salió de Hugo Fattoruso en 1994. Hablando con él de las posibilidades de estudiar música, primero me sugirió que fuera a estudiar con Hermeto Pascoal, pero diez minutos después me dijo: “no, pará, vos tendrías que ir a Boston a estudiar en Berklee”. Me puse las pilas, y dos meses después logré conseguir una beca y me vine a estudiar.

—El tango y el jazz son tus dos vertientes principales. ¿Qué puntos de contacto encontrás entre ambos?
—El jazz te da la libertad y oportunidad de mezclar géneros, agregar tu propia identidad sin dejar de ser jazz, principalmente a través de la improvisación. El tango también te da esa libertad pero en otro sentido. Cuando uno empieza a mezclar mucho, no va a faltar más de uno diciéndote “eso no es tango”. En mi caso tuve y tengo la oportunidad de estar en diferentes situaciones donde toco jazz en el sentido “puro”, o sea tocando swing con instrumentaciones tradicionales de grupos de jazz, y también en cualquier otro tipo de variantes del jazz como el latin jazz, jazz fusion, etc. Lo mismo con el tango, donde dirigí y toqué en orquestas típicas por todo el mundo con los shows estilo Broadway, pero tambien estuve en muchos proyectos no tan tradicionales con instrumentaciones variadas, no necesariamente las más usadas. Tengo unos cuantos discos donde justamente se juntan el tango y el jazz, conectando elementos de uno con el otro.

—¿Cómo ha sido trabajar con músicos que fueron parte de las orquestas de Aníbal Troilo, Osvaldo Pugliese y Astor Piazzolla?
—Simplemente un gran aprendizaje a través de todos estos años. Desde el 2002 colaboro con Héctor Del Curto (bandoneonista de la orquesta de Pugliese), con el cual aparte de tener una gran amistad, forma parte de mis grupos y yo formo parte de los suyos. En el 2005 Héctor armó la Eternal Tango Orchestra, donde fui y soy el pianista, compositor y arreglista. También trabajé en varias giras mundiales dirigiendo y tocando en varios shows de tango como “Tango Fire”, “Tango Lovers”, “Tango Buenos Aires”, etc. Con Víctor Lavallén (orquesta de Pugliese y Mariano Mores) hicimos varias giras mundiales con Forever Tango. Todos los años participo en el Stowe Tango Music Festival en Vermont, donde básicamente armamos una orquesta de tango en una semana trayendo alumnos de todas partes del mundo, y terminamos el festival con conciertos en teatros y workshops. En el festival soy el encargado del departamento de piano, y todos los años tenemos invitados de lujo como Horacio Cabarcos, Pepe Colángelo, Pablo Agri, Pablo Estigarribia, Julio Pane y muchos más.

—Asimismo, ¿cómo ha sido trabajar con leyendas como Yo-Yo Ma, John Patitucci, Paquito D’Rivera y Eddie Gómez?
—No hay nada mejor para mí como músico que tener la posibilidad de colaborar con ellos, ¡especialmente cuando están tocando mi propia música! Yo-Yo Ma es una de las personas más fáciles para trabajar; el nivel musical excede cualquier expectativa. Patitucci es uno de mis héroes desde la adolescencia; me siento totalmente privilegiado de poder contar con él para tocar mis composiciones. A Eddie Gómez lo conocí en el 2012 cuando vino a grabar en mi disco con el cual obtuve la primera nominación. En el 2020 se nos canceló con la pandemia la gira que tenía por un mes con mi trío en Suecia, donde íbamos con Eddie y el baterista Franco Pinna.

La herencia de Piazzolla

—Muchos músicos de tango contemporáneo piensan que es muy difícil encontrar nuevos caminos luego de la obra de Astor Piazzolla. ¿Pensás lo mismo?
—Creo que los caminos se abren sin sin que uno se pregunte si es un camino nuevo o no. Hay que ser fiel a lo que uno mismo siente, proyecta y apunta. Creer en lo que uno hace. Cuando escribo mis tangos contemporáneos no me siento a escribir pensando en eso; simplemente escribo con el mismo propósito de siempre, el de ser fiel a lo que uno siente. Si se abre un camino diferente, bien. Es verdad que después de Piazzolla muchos compositores suenan como él. Pero tambien hay que acordarse de dónde viene Piazzolla. Toda su música también evolucionó y derivó del tango tradicional mezclado con la música clásica y el jazz. No todos los elementos que escuchas en Piazzolla los inventó él. Se trata igual de una brillante evolución que admiro profundamente.

—¿Cómo fue trabajar con una figura mediática de la talla de Bette Midler, que también fue tu alumna de piano?
—Tuve a Bette por tres años de alumna. Como estudiante era un desastre, pero muy buena onda. Nos hicimos buenos amigos, también la acompañé en alguno de sus shows. Un día le sugerí que hiciéramos un disco juntos con lo cual quedo totalmente enganchada. Al otro día le caí en la casa con 16 temas que le escribí esa misma noche para hacer el disco. Para mi sorpresa, ella ya había instalado un súper estudio de grabación en el penthouse para grabar los ensayos. A los meses de haber estado ensayando los temas y armándolos con dos de sus productores amigos de Broadway, la llama Barry Manilow desde Hollywood y la invita a grabar un disco en Los Angeles. A la semana Bette se fue y ya no volvió hasta 2 años después. ¡Ahí se fue mi disco con ella! Igual seguimos nuestra amistad y dos por tres nos contactamos.

—¿Cómo surgió la idea de dar workshops gratuitos para músicos uruguayos en Montevideo, y como evaluás esa experiencia en lo personal?
—El último workshop que di en Uruguay fue en el Teatro Solís a través del Jazz Tour y Philippe Pinet. Hace varios años también di otro en la Escuela Universitaria de Música invitado por Jorge Camiruaga, que creo que en ese entonces era el Director. Todas mis actividades musicales en Uruguay, ya sea de conciertos o de enseñanza tienen otro color para mí. Es difícil describirlo, es Uruguay, simplemente, con todos sus atributos.

—Cuándo pisaste escenarios como el Carnegie Hall, Lincoln Center o el Blue Note, ¿se te cruzó por la cabeza que alguna vez fuiste un pibe montevideano que soñaba llegar allí casi como un imposible?
—La verdad que creciendo en Uruguay y hasta el momento que me fui en 1994, la idea fue siempre avanzar con la música, seguir investigando, componiendo, tocando y básicamente viviendo inmerso en música lo más posible. No estaba en la cabeza a dónde iba a ir a tocar, ni con quien, sino la chance de seguir esa búsqueda eterna. Obviamente que las primeras veces que empezaba a tocar en grandes escenarios en mis giras europeas en 1996, estaba toda esa ilusión y adrenalina pensando cómo había llegado ahí. Con muchos años más, la ilusión y adrenalina cuando toco en esos lugares es diferente. Va más de la mano con la única idea de lograr ser espontáneo y sincero arriba del escenario.

—¿Los dos Grammy obtenidos te han abierto puertas desde el punto de vista profesional?
—Cuando salió el primer Grammy a fines del 2019 todo empezó a perfilarse muy bien, proyectando giras, recibiendo más reconocimiento, subiendo mi caché, y consiguiendo oportunidades que se empezaban a abrir por todos lados. ¡Tres meses y medio después, aparece la pandemia! Todo lo que tenía agendado se fue, como le pasó a todo el mundo. Aquí seguimos después de un año, con los conciertos y giras todavía canceladas, y de yapa otro Grammy más.

—¿En qué nuevos proyectos estás trabajando?
—Ahora mismo estoy trabajando en un álbum de Música Clásica Contemporánea exclusivamente con composiciones originales. También en proyectos de Latin Jazz con Patitucci y Eddie Gómez, aparte de haber vuelto a mis raíces clásicas estudiando a Chopin.

—¿Recibís periódicamente materiales de músicos uruguayos para estar al tanto de lo que pasa donde naciste?
—No recibo mucho material pero lo busco. Siempre estoy mirando a través de las redes sociales a ver en qué andan.

—¿Qué permanece en ti del chico que tocaba en el Kongo Bongo?
—Las mismas ganas de seguir estudiando y componiendo música a pleno, que fue justamente lo que me hizo dejar al Kongo en el 91. También queda esa gran amistad eterna con sus integrantes y las memorias inolvidables junto a ellos.

El último

“Fuelle y Cuerda” de Gustavo Casenave, ganador del premio Grammy en la categoría Mejor Álbum de Tango 2020, contó con la participación de los músicos Pedro Giraudo, Héctor del Curto, Nick Danielson, y Nacho González.

 

Fuente: El País