Las nuevas generaciones de futbolistas uruguayos de élite juegan fuerte en la multiplicación de su capital en la construcción, los valores bursátiles y la actividad agropecuaria. Asimismo, otros de sus colegas optan por negocios de todo tipo, y muchos exjugadores y deportistas luchan por llegar a fin de mes.

Con la eliminación de la selección de la Copa América, el receso del fútbol local y de las ligas europeas, los jugadores uruguayos tienen un respiro en su profesión. Pero aunque la pelota esté parada, para muchos de ellos la actividad continúa de mano de sus inversiones, con cifras millonarias para los jugadores de élite y con opciones más modestas para la gran mayoría. Un ejemplo es Diego Lugano: el jugador del San Pablo y excapitán de la Celeste tranca fuerte a la hora de invertir. Además de tener acciones en el Hotel Hyatt —que se inauguró este mes—, Lugano incursionó en la industria del cemento junto a Diego Godín, en edificios en el barrio de Buceo y en las próximas semanas inaugurará un complejo de 20 apartamentos en Carrasco, con un costo de US$ 4,5 millones, según informó a El País el arquitecto Guillermo Piedrafita, a cargo del proyecto.

Cementos Charrúa, compañía que Lugano posee junto con el actual capitán de la selección, importa cemento desde Turquía. Los futbolistas prevén pasar a producir localmente este material a través de su fábrica en Treinta y Tres, que estará terminada entre este mes y el próximo, y está dirigida por Ricardo Scaglia, expresidente de UTE y exdirigente de Peñarol.

Los grandes emprendimientos inmobiliarios son una de las opciones más buscadas por los deportistas que perciben cifras millonarias en el exterior. Es el caso de la dupla celeste, Luis Suárez y Edinson Cavani. Según informó la prensa británica hace dos años, «El pistolero» se asoció con otros jugadores del Liverpool (adonde jugó hasta 2014) y el Arsenal en una empresa para la venta y alquiler de propiedades en varias ciudades del Reino Unido. La cartera estaba valuada en 250 millones de libras esterlinas (unos US$ 357 millones).

Por su parte, Cavani, que juega en el Paris Saint Germain, el año pasado compró una casa en Roma por 8,7 millones de euros, según publicó la prensa italiana, y a fines de 2014 sumó una propiedad a otras que tiene en Salto, su departamento de origen: un campo de 1.376 hectáreas con costas al río Arapey por US$ 5.437.520. El delantero estudia Agronomía a distancia, carrera a la que se quiere dedicar cuando deje el fútbol.

Forlán suele apostar por los inmuebles en Uruguay y hace tres años decidió invertir en el campo y compró un predio de 500 hectáreas para probar cultivos y ganado. El delantero, quien anunció esta semana que deja Peñarol, tiene dos casas en España, según precisaron fuentes de la familia Forlán. El delantero apareció mencionado en el «SwissLeaks» con cuentas en el banco HSBC de Suiza y figuró como administrador y tesorero de una sociedad creada por Mossack Fonseca en los «Panamá Papers». Otros futbolistas que aparecieron en esta investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación son Paolo Montero, Ricardo Canals y Gustavo Méndez.

Varios de los jugadores uruguayos más destacados están asesorados para sus inversiones por sus familiares, como es el caso de Lugano, Godín y Forlán. Otros por amigos, como Fernando Muslera, que es asesorado por Rodrigo Lubetkin. La lógica de inversión del golero de la selección, indicó Lubetkin, son los inmuebles. Recientemente una marca de ropa de Turquía, adonde se desempeña el deportista, lanzó una edición limitada de indumentaria del jugador.

Suárez también incursionó en la moda de la mano de una edición limitada de lentes de sol de la marca Hawkers que lleva su nombre, según publicó en su cuenta de Twitter el jueves.

Otros prefieren el consejo de profesionales. El corredor de Bolsa Ignacio Rospide es conocido en el ambiente por asesorar a futbolistas desde 1966, aunque en la actualidad no trabaja con los que están en ejercicio de su profesión. Muchos jugadores recurren a firmas internacionales, como es el caso de Iván Alonso, que se asesora con Ariete Family Office, empresa de Barcelona que ofrece consejo integral en inversiones, confirmó el jugador a El País.

El delantero de River Plate de Argentina tiene propiedades en Uruguay, pero ya vendió las que compró en el exterior.

El peso del ladrillo

Los inmuebles son los bienes más apreciados como manera de inversión por los jugadores y lo primero que aconsejan comprar los asesores. Los arquitectos suelen armar los proyectos y se lo ofrecen a los futbolistas. Según explicó Pablo Boselli, contratista de fútbol y director de Global Bussiness Group, que gerencia a deportistas y los asesora sobre su patrimonio, esta situación genera competencia por ver quién logra captar a esos potenciales inversores, que tienen mucho dinero y, a la vez, «les conviene invertir en bienes raíces: inmuebles y campo».

Boselli cree que la lógica del futbolista es inversa a la del empresario uruguayo: «El jugador hace la plata afuera e invierte más del 80% de sus ahorros en Uruguay». Puede que les tire la camiseta o, como dice el exjugador y licenciado en Administración de Empresas Andrés Fleurquin: «Tu propio país te da más seguridad, sabés en quién confiar». No obstante, varios jugadores optaron en los últimos años por comprar campos en Paraguay. Según medios de ese país, un 12% de las tierras de la nación guaraní está en manos de uruguayos.

Rospide ilustra la posibilidad de capitalización que dan los inmuebles, a través del caso de un amigo futbolista que compró una propiedad por US$ 250.000 y la vendió años después por US$ 800.000. Piedrafita, que desde hace dos décadas encabeza proyectos de construcción para futbolistas, nombra el caso de Jorge «Tito» Goncálvez, que compró un apartamento, lo usó durante una década y supo venderlo en el mejor momento. Eso, según el arquitecto, habla de la visión y preparación de algunos deportistas.

Futbolistas, técnicos y exdeportistas también optan por los valores bursátiles, en letras del tesoro, papeles de fideicomiso y bonos del Estado. «Mucha gente retirada tiene su capital en valores públicos y privados y obtienen rentas apreciables», explicó Rospide.

A la hora de comprar un inmueble donde vivir varios han optado por los countries Colinas de Carrasco, por el que pasaron Hugo de León y Gerardo Rabajda, entre otros, y Cumbres de Carrasco. En este último vive Boselli y tienen casa Lugano, Recoba y Sebastián Abreu.

Uno de los ámbitos en el que han invertido los futbolistas en los últimos años es el ganado en capitalización. En este sistema el inversionista compra animales que se envían a campos que son propiedad de otros. El destino es el engorde, la cría o la exportación de ganado en pie. Una de las empresas a cargo de esta tarea es Portfolio Ganadero, el fondo de inversión que lidera Berrutti United Breeders, que comenzaron a recibir inversiones de futbolistas hace unos ocho años. El boca a boca ha hecho que estos deportistas constituyan en la actualidad un 20% de sus clientes (unas 40 personas). El portfolio incluye en la actualidad a 195 inversionistas que manejan unas 10.000 cabezas, equivalentes a US$ 6 millones. La inversión «tiene una renta asegurada del 7%», informó Alejandro Berrutti, director de la compañía, quien contó que muchos jugadores que rondan los 30 años se acercan «preocupados» por su futuro.

Para Rospide, los futbolistas actuales son más conservadores a la hora de invertir que los de antes. Diego Schaffer, representante de estos deportistas y asesor en materia de inversiones de sus jugadores, coincide en este punto. «Hoy tienen más formación e intentan hacer estudios paralelos para tener herramientas para el futuro. El mensaje antes era fútbol o estudio. Hoy el mensaje es otro, incluso para el juego mismo sirve la educación, desde el punto de vista de la táctica y la estrategia del deporte», indicó Schaffer. A esto hay que agregar el ejemplo que han tenido de muchos deportistas que perdieron sumas importantes de dinero por malas inversiones, lo que los hace ser más cautos.

Varios exjugadores han logrado mantener un capital abultado. Son los casos de Paolo Montero, Enzo Francescoli y Nelson Gutiérrez (ambos socios en Tenfield junto a Paco Casal), y Marcelo Zalayeta y Álvaro Recoba, mencionados en el libro de Fernando Amado, El club de los millones, sobre los ricos en Uruguay.

El «Chino», que durante su paso a principios de siglo por el Inter de Milán llegó a ser el jugador mejor pagado del mundo, cuenta con varios negocios en el país. Es sabido que hace tiempo le regaló a su padre una flota de taxis de traslado al aeropuerto, su mujer tiene otros emprendimientos y él ha incursionado en la murga (junto a Antonio Pacheco fueron los responsables del regreso de Asaltantes con Patente y Don Timoteo al Carnaval, con gran éxito) y en la producción de cine en Medio & Medio Films. Sus socios en este proyecto son el también futbolista Iván Alonso, Gonzalo Lamela y Federico Lemos. Este jueves estrenarán El viaje, la película de Marama y Rombai.

Alonso contó a El País que amén de querer ser dirigente de Nacional, su eventual retiro le hizo pensar en encontrar una actividad que le generara tanta pasión como el fútbol y por eso se asoció en la productora, responsable de Maracaná y Jugadores con patente, y prevé estrenar películas sobre Martín Palermo, Carlos Valderrama y el músico Gustavo Cordera. Alonso mostró mucho entusiasmo con el otro proyecto de Medio & Medio Films, Ecocinema, «primera red de cine móviles sustentables» del continente. Se trata de camionetas con paneles solares, que utilizan la energía generada para proyectar películas al aire libre en pantallas inflables y de forma gratuita. «El objetivo es democratizar la cultura y la educación en toda Latinoamérica», dijo Alonso respecto al proyecto, que se encuentra en siete países.

De taxis a caballos

Las inversiones de los futbolistas fueron variando con el paso de las décadas, al tiempo que los montos que manejan los jugadores más destacados son muy distintos que los que se ganaban en el pasado. Los salarios de estos deportistas subieron considerablemente a fines de los noventa, al tiempo que se profesionalizaron los contratistas de fútbol en Uruguay. Sin embargo, la diferencia monetaria la hacen cuando logran pases a ligas europeas o a mercados emergentes, como Brasil y Turquía.

No obstante, algo que se señala una y otra vez en el ambiente es que esa realidad es la de la ínfima minoría de los futbolistas uruguayos. De acuerdo a Fabián Pumar, de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales, el promedio de sueldos en Primera División es de unos $ 42.000, siendo el mínimo $ 32.248. «Solo un 3 o 4% cobra más de $ 60.000 o $ 70.000 por mes», indicó. En Segunda División el salario promedio es de $ 18.000 y los jugadores por lo general cuentan con un trabajo paralelo.

Para el exjugador de la Selección y de Nacional Andrés Scotti «menos del 5% de los jugadores profesionales son quienes tienen ahorros para invertir y menos del 1% son realmente los que hacen la diferencia». En su caso, comenzó a jugar profesional desde 1993, pero recién en 2004, luego de fichar con un equipo ruso, logró dar un salto en sus ganancias.

Scotti, de 40 años, está construyendo un centro deportivo junto a otros tres amigos exfutbolistas. Será un lugar de rehabilitación, estilo club, en el corazón del Buceo. Piensan finalizar las obras en 2018.

Algunas de las opciones de negocio más elegidas por los exfutbolistas que alcanzaron la gloria en el siglo pasado son las estaciones de servicio (tres Fernandos: Álvez, Picún y Morena se metieron en este rubro en algún momento), los taxis, las canchas de fútbol 5 u otros emprendimientos ligados al deporte, y los bares o restaurantes.

Rubén Sosa, que el año pasado presentó su autobiografía, tiene una escuela de fútbol con 250 alumnos, siete profesores y tres sedes: en la Scuola Italiana, en Portones y en Solymar. La estrella de Nacional, que años atrás incursionó en el terreno bursátil, tiene el sueño de abrir un restaurante-museo Rubén Sosa en Carrasco o Pocitos. «Estoy esperando el momento justo», dijo a El País.

Dos jugadores que se decidieron por la opción gastronómica son Sebastián Eguren —que anunció esta semana su retiro del fútbol y asumirá en el cuerpo técnico de Nacional—, y Adrián Sarkissian. Eguren es propietario junto al chef de la selección Aldo Cauteruccio del restaurante La Cuadra en Pocitos, y Sarkissian decidió invertir luego de volver de Francia en el restaurante Uruguay Natural Parrilla Gourmet en Punta Carretas. Se trata del primer local gastronómico de esta franquicia, que cuenta con carne certificada por el Instituto Nacional de Carnes (INAC). Según dijo Sarkissian a El País, el restaurante tiene capacidad para 120 comensales y cuenta con 20 empleados.

Otro que tiene cancha de fútbol en conjunto con un salón de fiestas es Antonio Alzamendi. El lugar se llama «El hormiga Nº 7». El exdelantero de la Celeste en la década del ochenta, que vive en Cardona (Soriano), expresó que le gustaría entrenar a algún equipo.

Hay futbolistas que optaron por emprendimientos con animales. Es el caso del delantero de Peñarol Diego Ifrán, que ha decidido invertir en su pasión: los caballos. De familia de campo en Cerro Chato, prefiere el ambiente rural a las canchas de fútbol y por eso apostó al campo desde que hizo la diferencia económica con el pase de Danubio al club español Real Sociedad.

Invirtió unos US$ 2 millones. Tiene 24 caballos; tres potrillos, que fueron criados por él, y están por debutar en Maroñas. «Un caballo pura sangre no baja de los US$ 5.000. Ese dinero se recupera ganando una sola carrera», dijo Ifrán a El País. El deportista ya obtuvo títulos con uno de sus animales y también apuesta al ganado: tiene 700 cabezas y piensa crecer.

Un exjugador que se ha destacado en el mundo del campo es Carlos Amaro Nadal, exdelantero de la selección uruguaya en la década del ochenta. Tiene campos en Soriano y Río Negro. Cría ovejas de la raza Merilín y ha trabajado en una modificación genética que hace más productiva a la lana de estos animales.

Otro que optó por un proyecto atípico es el exgolero de Peñarol y actual jugador de Boston River, Adrián Berbia. Hace tres años decidió emprender con un grupo de amigos en Agarra Ideas, empresa que comercializa publicidad en las agarraderas de los pasamanos de los ómnibus. Unos 500 vehículos cuentan con este sistema, dijo Berbia, que también realizó el curso de entrenador y comercializa en una página web indumentaria para arqueros que trae de España. «Es una carrera corta, uno tiene que estar preparado. No hay que decir si no juego se me termina la vida», sostuvo el deportista, de 38 años.

Cancha embarrada

Pese a que de la mano de jugadores como Suárez, Lugano y Forlán el fútbol parezca sinónimo de grandes patrimonios, lo cierto es que este deporte está plagado de historias de fracasos económicos y de ahorros que se terminan demasiado rápido.

Un caso conocido es el de Fabián ONeill, uno de los jugadores de fútbol más destacados de su generación, quien fue mediocampista de la selección, de Nacional y de varios equipos italianos, y se retiró con menos de 30 años. El «Mago» llegó a tener mucho dinero y a ser admirado por Zinedine Zidane, pero sus adicciones lo alejaron de las canchas y lo llevaron a dilapidar su fortuna. «Caballos lentos, mujeres rápidas y timba; no quedó nada. Eso es así», dijo ONeill en marzo a 1010 AM.

Hay una anécdota, que es narrada en Hasta la última gota, el libro de Federico Castillo y Horacio Varoli sobre la vida del jugador, que retrata la debacle del mediocampista. Sucedió en un remate en la Rural del Prado. ONeill llegó sin dormir y con un vaso de whisky. Empezó a levantar la mano a cada oferta de vacunos del martillero. Terminó comprando 1.104 vacas, que equivalían a US$ 250.000. Al otro día se dio cuenta de la «cagada espectacular» que se había mandado. Logró devolver 700 vacas y el resto se amontonaron en una estancia demasiado chica para tanto ganado.

La situación no ha sido fácil para muchos exfutbolistas. Un caso es el de Carlos Camejo, que luego de ser mediocampista de Nacional, invirtió sus ahorros en un puesto de frutas y verduras que fue incendiado en dos ocasiones.

La segunda vez, cuando hinchas de Peñarol vandalizaron el puesto tras una derrota del equipo, Camejo se quedó sin nada. No tuvo otra opción que hacer lo que viniera: trabajó en construcciones en yeso, fue chofer, sirvió tragos en Botineras (el boliche que tuvo Richard «Chengue» Morales en Las Piedras) y también pasó tiempos desempleado. En 2014 Nacional lo contrató como funcionario a cargo de los menores que viven en el club.

«No tuve éxito en ninguna de las actividades comerciales y en ninguna me sentí cómodo. No conozco a nadie de mi época que haya hecho fortuna», dijo a El País Ildo Maneiro, de 69 años, jugador en la década del sesenta y setenta en Nacional y Peñarol. El excentrocampista tuvo farmacia, panadería y reparto de cigarrillos. «El fútbol es muy crudo, cuando uno es exitoso todos te rodean y cuando no, todos se borran».

Hay glorias del fútbol uruguayo que en la actualidad dependen de la ayuda de otros para poder comer. Nelson Marcenaro está al frente de una asociación civil llamada Nostálgicos del Fútbol del Uruguay que dos veces por semana le lleva a sus colegas necesitados un surtido de alimentos, pañales u otros artículos. La asociación logró un convenio de cobertura de salud con la Asociación Española y tiene una cuenta en Abitab. «Somos 8.000 en la asociación, pero unos 50 ponemos unos $ 100 por mes», comentó el exzaguero de Peñarol y la selección.

Un caso crítico fue el de Juan Vicente Morales, exjugador de la selección y campeón del mundo con el equipo aurinegro en 1982. «Dormía en un depósito del hermano y después se tenía que ir porque iban los obreros. Tenía problemas de artrosis, de corazón. El médico dijo que cuatro o cinco días más en la calle y se moría. Por suerte se amigó con la hermana, que estaba peleado, y se fue a vivir con ella. Ahora hace una semana se mudó a España con el hijo», contó Marcenaro.

El exdefensor se mantiene hace 15 años con un ciber que funciona en su casa en La Teja, negocio en el que incursionó luego de que el último equipo en el que dirigió le quedara debiendo 10 meses de sueldo. «Cuando salí campeón del mundo con Peñarol nos dieron US$ 5.000. En dos o tres años se va lo poco que tenés».

Un dato que revela la delicada situación de muchos futbolistas es que el 45% de las pensiones graciables que se entregaron en la última década corresponden a exfutbolistas que defendieron la selección mayor. El último pedido de la comisión de Seguridad Social de la Cámara de Diputados fue el 8 de junio para al excampeón de América Wilmar Cabrera. «Las pensiones graciables son para los jugadores que estuvieron en la selección, no para los de equipos», agregó Marcenaro. «Y muy pocos cuentan con jubilación. Debés tener 30 años de fútbol y la mayoría solo tiene 10 o 12».

El pase más esperado: del fútbol al campo

Hay quienes piensan que en sus tiempos libres los futbolistas duermen la siesta, juegan a la PlayStation o salen a bailar. Si bien en parte es cierto, porque el deporte exige descanso y recreación, existe otra camada de jugadores que optan por convertir al ocio en su negocio. Por eso no es raro ver al «Cebolla» Rodríguez refugiarse en sus campos de Colonia o ir a competir al Prado, al «Chino» Recoba ver ensayar su murga o a Diego Ifrán compitiendo con sus caballos en Maroñas. El hoy delantero de Peñarol tiene 24 caballos de carrera pura sangre. Invirtió US$ 2 millones, esos que ganó con el pase de Danubio al Real Sociedad, para hacer de su hobby su futura profesión. De hecho aprovechó su estadía en España para hacer un curso de entrenador equino y a su haras le puso el nombre de su abuelo, «Viejo Paco», de quien heredó esta pasión.

Al igual que el «Cebolla» y otros futbolistas de campo, prefiere entretenerse con sus animales que pasar una tarde mirando fútbol por televisión.

Una apuesta para quienes menos tienen

El 13 de julio de 2010, cuando la selección uruguaya regresó del Mundial de Sudáfrica, todo era fiesta. A la hora de la cena, la algarabía dio paso a la solidaridad y los jugadores acordaron donar parte de sus premios para inaugurar la Fundación Celeste. Desde entonces esta institución realiza proyectos educativos y de integración con niños y adolescentes. Varios de los deportistas que forman o formaron la selección donan parte de la recaudación por el uso de imagen, realizan almanaques o ayudan a conseguir el auspicio de empresas para construir canchas de fútbol en barrios vulnerables o apoyo psicológico a jóvenes en conflicto con la ley.

Hay 11 empresas que apoyan la Fundación y cinco consultoras que brindan servicios profesionales.

Fuente: El País