El músico falleció el lunes 30 en la nochecita. Ayer se realizó su velatorio en el Teatro Solís, donde fue despedido por colegas, políticos y seguidores.

Heriberto Álvez, uno de sus fieles seguidores, llegó por la calle Buenos Aires en bicicleta cargando un enorme parlante sobre el manubrio. De él salía una y otra vez la misma canción, A desalambrar, uno de los himnos de protesta dejados por Daniel Viglietti al cancionero nacional.

El reconocido músico popular había muerto el día anterior, el lunes, y el velatorio se realizaba a esa hora en el foyer del Teatro Solís. A ese lugar, la familia de Viglietti había llevado su guitarra, el instrumento que lo había acompañado durante 30 años y que el viernes había usado por última vez, en un concierto en Las Piedras.

La sorpresa para sus familiares fue que, al llegar al Solís y colocar la guitarra junto al ataúd, descubrieron que una de las cuerdas se había roto. Hasta ese momento estaba intacta, relataron con incredulidad y emoción ante la respuesta del instrumento a la muerte de su propietario.

La guitarra fue colocada en la sala junto al ataúd; él a la izquierda. Como siempre. A su alrededor ubicaron las coronas de flores que llegaban de parte de compañeros: sindicatos, organismos estatales y los gobiernos de Venezuela y de Cuba habían enviado arreglos en honor al músico. A ellas se sumaban las flores solitarias y los ramos llevados por sus seguidores.

Viglietti murió el lunes a causa de complicaciones durante una operación cardíaca, con 78 años, y fue despedido por políticos, músicos de diversos géneros y edades, y también por su público, que llenó la sala destinada al velatorio al punto que en un momento se formó una cola que se extendía hasta la esquina de Liniers y Buenos Aires.

Más tarde, los funcionarios del Solís cerraron el acceso al foyer y solo permitían el paso cuando alguien se retiraba del lugar ante la enorme cantidad de asistentes.

Su influencia como músico, su peso artístico y su consecuencia ideológica fueron los aspectos destacados por colegas y figuras de la izquierda uruguaya, una lista que incluyó a Jorge Zabalza, José Mujica, Lucía Topolansky, Eduardo Bonomi y Daniel Martínez; Rubén Rada, Mauricio Ubal (quien luego sería uno de los responsables de cargar el ataúd), Eduardo Larbanois, Mario Carrero, Edú «Pitufo» Lombardo, Mónica Navarro y Pepe Guerra, entre los artistas.

Será con los músicos amigos y con los familiares de Viglietti que se resolverá qué hacer con su legado musical, explicó su viuda, Lourdes Villafañe. Al morir estaba en pleno proceso de composición, tenía previsto grabar un nuevo disco, y hasta tenía un show programado en el teatro El Galpón para el 1º de diciembre.

El director de esa sala, Héctor Guido, afirmó que la fecha queda a disposición de la familia para hacer un homenaje si así lo decide, aunque aclaró que aún no hay nada definido.

A desalambrar volvió a sonar más tarde, pero esta vez en las voces de los asistentes al velatorio. Un hombre se sentó con su guitarra en una de las escalinatas laterales del Solís y comenzó a cantar, a lo que se sumaron los que estaban a su alrededor.

Como una plegaria, decenas de personas –en su mayoría de edad avanzada, aunque entre los asistentes había de todas las edades– entonaron Gurisito, El chueco Maciel y La llamarada, sin importar el calor ni la intensidad del sol, en uno de los momentos más emotivos de la ceremonia.

Sobre la hora 14, cuando el velatorio finalizaba, las puertas del teatro se abrieron y el ataúd del músico fue retirado para ser llevado al cementerio Parque Martinelli. La explanada del Solís lo despidió con una interminable salva de aplausos, lágrimas, banderas uruguayas (y una del Frente Amplio) al viento y puños en alto, mientras desde los edificios de enfrente los oficinistas y algunos obreros miraban, un ómnibus tocaba bocina, y algunos pasajeros aprovechaban para tomar fotos o videos desde las ventanillas de sus vehículos.

Por encima de todos ellos se escuchaba el parlante de Heriberto Álvez, que emitía, en loop, A desalambrar.

Viglietti en frases de otros

«Era fiel a sus principios hasta en lo mínimo, solidario hasta el cansancio, nunca supo decir que no y de ayudar a las causas justas» – Washington Carrasco, Músico, Alumno de Viglietti

«Nos deja su compromiso con el oficio. Como decía él, pobre del cantor que no arriesga sus cuerdas por no arriesgar su vida» – Mario Carrero, Músico

«Era un símbolo de una época y de la lucha por los sueños. Y a eso le sumaba que era un buen hombre» – Daniel Martínez, Intendente

«El mejor homenaje que podemos hacer es remover lo mejor que tenemos dentro» – José Mujica, Expresidente y senador

«Era uno de esos seres que se transforman en imprescindibles, que deberían seguir vivos porque le hacen bien a la cultura de los pueblos» – Pepe Vázquez, Actor

Fuente: El Observador