Artistas locales y extranjeros decoran las paredes con figuras del deporte y la cultura.

Las primeras pintadas de José Gallino eran «ilegales y nocturnas». Dibujaba un bicho con ojos de reptil y dientes de tiburón en cuadernos, y luego lo replicaba sin pedir permiso en muros de La Aguada. En 2015 lo invitaron a participar del evento Stencil Job en el muelle de Alta Creciente, y durante el viaje a su Salto natal se le ocurrió retratar a Edinson Cavani. Usó látex y aerosoles para su primer realismo. La obra no lo convenció: «lo hice más joven de lo que es y parecido a Charoná», se ríe Gallino.

Sus siguientes ensayos fueron con caricaturas de amigos y un día pidió al director del Colegio Alemán que le cediera el muro de Rivera y Lepanto. Le dio permiso y le sugirió que hiciera a Mario Benedetti, exalumno de esa institución, y al físico alemán Albert Einstein.

Hace un tiempo decidió investigar a sus homenajeados. Le escribió Agó Páez, hija de Carlos Páez Vilaró, para que le envíe una foto de buena calidad de su padre así se notan «más los rasgos, brillos y se puede detallar mejor». Cuando ella vuelva de un viaje se reunirán, luego Gallino se inspirará y hará a Páez Vilaró en algún muro del Barrio Sur.

También tiene en mente pintar a Rosaluna, y averiguó el número de teléfono de Darío, quien fue pareja de este ícono del candombe. Le pedirá permiso para retratarla y una imagen de ella en buena calidad.

Las paredes de Uruguay están repletas de tributos a personajes que configuran la identidad nacional.

El artista argentino Cobre pintó a Eduardo Galeano en Sarandí y Colón. Alfalfa retrató a José Enrique Rodó en el liceo N° 1. El colectivo Licuado hizo a Juana de Ibarbourou en Melo, a Eduardo Fabini en Minas, y a Luis Solari en Fray Bentos. Néstor Medrano creó un mosaico de Los Iracundos en tierras sanduceras.

Al pueblo.
Gallino quería capturar una buena foto de Sergio López Suárez y el escritor recibió al artista en su casa. «Se emocionó al ver su mural terminado. No podía creer que estuviera tan igualito. Me dijo que soy el Da Vinci del 2018».

Gallino está en búsqueda de muros amplios para poder pintar retratos y quiere perfeccionarse en la técnica del realismo. Cada obra le insume más tiempo que la anterior porque se detiene en los detalles. Hizo a Cavani en cinco horas, a China Zorrilla en doce, y al maestro Tabárez en veinte.

Hacía mucho que tenía en mente pintar al técnico celeste, pero se decidió cuando Uruguay quedó afuera del Mundial de Rusia. Se pidió dos días libres en su trabajo, y al terminar pasó una noche en vela pensando que los ojos del mural que pintó en Guayabo y Eduardo Acevedo le habían quedado «medio chuecos». Perdió otra jornada laboral para poder mejorarlo. «Como es tan serio lo hice sonriendo», dice. Y agrega que no recibió comentarios de Tabárez ni de sus allegados, pero «no espero la repercusión, lo hago para el pueblo».

Quería retratar a una mujer y pensó en China Zorrilla porque le fascinó la película Esperando la carroza y consideraba que se merecía un reconocimiento. Pasó por uno de los muros del Cementerio del Buceo que da a la Rambla y vio que estaba deteriorado. Respetó el código entre grafiteros y le envío una foto de la pared a quien la había pintado antes. Cuando le dio el visto bueno, la renovó.

El artista que invierte alrededor de $ 4.000 en diez aerosoles para cada grafiti tiene un boceto de Quiroga pronto para ser dibujado en el muro de la Cárcel de Mujeres. «Se parece a un Dios rasta pero puede mutar».

Mirada externa.
La primera «gira» del colectivo artístico de Boedo por Montevideo dejó un mural del historiador Methol Ferré en la escalinata del Parlasur. Este grupo de argentinos interviene las paredes con señas identitarias de cada lugar. En Boedo han pintado referentes que pretendían reivindicar: medallistas olímpicos, futbolistas emblema de San Lorenzo, cantantes (Pappo Napolitano y Sandro) y escritores (Roberto Arlt y Osvaldo Soriano).

Su segundo desembarco en Montevideo coincidió con la muerte de Daniel Viglietti y se propusieron retratarlo porque comparten su ideología. El Municipio B les cedió las paredes de afuera del Museo de Artes Visuales y ahí lo pintaron en dos jornadas. Al lado hay uno de Alfredo Zitarrosa que habían hecho un año antes, en su primera visita, pero por un «contratiempo había quedado a la deriva, así que les sugerimos armar una especie de paseo», comenta Facundo, uno de los 10 artistas del colectivo Boedo.

El fútbol es su especialidad. Incluso pintaron un mural a dúo con hinchas de su clásico rival, Huracán, para «bajar el tono de la violencia desde el arte». Se sorprendieron al ver que la frase usada en esa pintura «rivales pero no enemigos» se vio replicada en banderas de las hinchas por toda América.

El Sapo Villar fue el jugador que más veces vistió la remera de San Lorenzo y quisieron rendirle tributo en el Franzini porque era de Defensor. No tuvieron suerte. Entonces se les ocurrió ir por Luis Suárez, ya que lo consideran un «ejemplo de lucha». Lo retrataron en el polideportivo ubicado en Ferrer Serra y Democracia con la frase motivadora «puede ser difícil pero nunca imposible». Querían que los «pibes» que juegan a la pelota en esa plaza supieran que algún día pueden ser Suárez.

El presente y lo que se viene
El colectivo artístico de Boedo cruzó el charco para pintar a Viglietti en el Museo de Artes Visuales. El retrato de Cavani fue la primera obra realista de Gallino, y no lo dejó muy conforme, «me quedó con más cara de gurí», dice el artista salteño. Pintó a Tabárez en la calle Guayabos luego de que Uruguay quedó afuera del último Mundial. Su próximo plan es pintar a José Mujica y a Luis Suárez en el muro de algún otro país.

Fuente: El País