A su regreso de Nueva York y París, la diseñadora se enfrenta en Montevideo a una situación sin precedentes. Movida por esta realidad, asegura que el Covid 19 dejará grandes lecciones también en la industria de la vestimenta. Aquí su perspectiva.
Por Eugenia Lago.
La moda no es ajena a lo que sucede en el planeta, y hoy, con el diario del lunes, parece surrealista que el pasado 3 de marzo Margo Baridon estuviera presentando su última colección en París y contando, sin tapabocas de por medio, todo sobre su trayectoria. Haber exhibido sus creaciones de la mano de Vogue ante referentes de diversas partes del mundo, no fue producto de su imaginación, pero lo percibe como un sueño, más que como un recuerdo que ahora rearma y relata desde el living de su casa, mientras responde a las preguntas de PAULA, pantalla de por medio.
Por cómo se fueron dando los hechos, parece que esta realidad se confunde con ciencia ficción. Porque pasar esos días únicos en las grandes capitales de la moda, cumpliendo la máxima aspiración que todo diseñador joven debe tener, volver eufórica, y aterrizar desde esa nube en una Montevideo golpeada y por ende guardada, tratando de encarar este mal mundial, fue difícil.
Su desafío en este momento es acompañar a su público de una manera sutil y empática, con el fin de estar presente en sus días y pasar la crisis sanitaria lo mejor posible. Bajo esta óptica es que decidió cerrar su local de Carrasco, pero no desaparecer. Por el contrario, se propuso seguir adelante con la venta de sus diseños, implementando una nueva modalidad: hace entrega de prendas en distintos talles en el domicilio de sus clientas de años, para que ellas puedan probarse, y elegir lo que mejor les queda. Luego pueden devolver lo que no seleccionaron. Además, adaptándose a la modalidad de quedarse en casa, propone looks de estilo athleissure, que suma a su ya conocida propuesta para eventos especiales.
En cuanto a las fibras, esta colección pasa a un siguiente nivel de sustentabilidad que tiene que ver con generar nuevos hilados a partir de telas en desuso. Expresa que en el mundo ya no se cuestiona si una marca de diseño joven es sustentable, y en todo caso, se ahonda en qué tan sostenible es.
Está convencida de que para una diseñadora millennial con ganas de trascender y brindar mensajes consistentes, ser amigable con el ambiente es el camino a recorrer. Tiene claro que la mujer que se acerca a su tienda no llega atraída por la belleza de sus prendas solamente, sino que también se preocupa por lo que consume, por cómo fue confeccionado y por cuál fue la investigación que hubo detrás del producto. El universo de su marca también se crea a partir de lo que esas mujeres ven, escuchan y leen. Por eso, desde que empezó el año se encuentra dedicada a ampliar el diálogo con sus seguidoras, acercándoles información a través de newsletters y revistas de la grifa, que muestran desde la investigación detrás de las prendas, hasta la recomendación de un podcast, un libro o una serie. Y entre planes y movidas a cumplir durante estas semanas de cuarentena, era imposible soslayar el tema de su reciente experiencia internacional, y aventurar cómo seguirá el mundo de la moda después de este parate global.
−Expuso en París de la mano de Vogue luego de años de trabajo constante y de calidad. ¿Cómo surgió la propuesta? −La invitación me llegó por Instagram; me escribió una representante de Vogue Talents y eso derivó en una entrevista virtual con la directora de moda de la edición de México. Ellos nunca habían contemplado a diseñadores del Sur del continente hasta este momento y quedé dentro del grupo. A la vez, fui seleccionada con mi plan de internalización Proexport de Uruguay XXI y pude incluir esta experiencia dentro del proyecto. Lo bueno es que a París asisten tiendas de diseño que específicamente me interesaba que conocieran mi marca. A la hora de mostrar diseño, allá se aprovecha la riqueza de las locaciones, no se presenta en pabellones vacíos, sino en lugares lindos. En esta ocasión Vogue lo hizo en el nuevo hotel J. K. Place, y allí estuve junto a otras once propuestas de México, Colombia y Guatemala. Durante ocho horas por día recibí a compradores de tiendas del mundo y a la prensa internacional. Se acercaron editoras de moda, directores de revistas y fashion directors de Elle, Vogue, L’Officiel, Goop, Net-a- Porter y W Magazine, entre tantos otros medios. También estuvieron los clásicos personajes del mundo de la moda. Fue una oportunidad muy buena para mostrar lo que hago, que conozcan mi producto y así acercarme más a posibles compras desde el exterior. Creo que para poder vender es esencial darse a conocer. Con el mismo fin estuve en Nueva York, en el Brand Assembly Show, exponiendo en un showroom en el que se vende la colección para el mercado americano. Este evento sí se arma en pabellones gigantes y tiene como impronta, el acercamiento con los posibles compradores.
−¿Qué rescata de la experiencia en París? −Fue la primera vez que presenté allá y me quedé muy contenta con el feedback; fue muy positivo. Me quedé esperanzada ante las posibilidades que existen a nivel internacional y veo que la marca ya está preparada para expandirse. Aunque al llegar a Uruguay pasó esto (se estancó el mercado por los casos de Covid 19), y es fuerte. Llegué a conseguir órdenes de retailers importantes que quedaron detenidas momentáneamente, porque nadie sabe qué va a pasar, cómo va a seguir esto. Es algo sin precedentes que genera incertidumbre. −Con este nuevo paso, ¿cambia la impronta de los diseños? −Sí, aunque la marca siempre tuvo una búsqueda de estilo internacional, haciendo hincapié en el producto y en la imagen. Esto queda a la vista, por ejemplo, cuando vienen los retailers a comprar, y piden ver todas las colecciones previas que hiciste. Al tener una imagen consistente y un producto con identidad, pero a la vez muy contemporáneo, ganás su confianza. El producto de tres colecciones atrás podría perfectamente entrar en el mercado de hoy, y eso le da coraje al comprador nuevo, para apostar por tu marca. Sabe que no va a pasar de moda si no lo vende en una temporada y tiene un horizonte de tiempo más amplio para mostrarlo.
−Como embajadora de la moda local, ¿cómo cree que se percibe el diseño uruguayo afuera? −Siento que las marcas independientes contemporáneas que hoy se muestran afuera ayudan a sacar ese estigma de que acá solo somos buenos en lana y cuero. Por otra parte, Gabriela Hearst ayudó mucho a colocar a Uruguay en el mapa. A la vez, Latinoamérica en su conjunto está de moda, pero hay mucha repetición. Lo latino se puede empastar y confundir entre los mismos referentes. Entonces si la marca tiene una identidad fuerte, hay mejores chances de lograr una posible compra en el exterior.
−¿Ese aspecto se valora también entre el público uruguayo? −En Uruguay mi marca es de nicho; para un grupo reducido de personas, para quienes buscan diseño. Creo que afuera se consume distinto. El público francés, por ejemplo, compra moda y sabe de moda. Acá llevó un tiempo acostumbrarse a valorar lo local, sin pensar que necesariamente sea de mala calidad o muy alto de precio. Mis clientes en particular, buscan colecciones con inspiración, investigación e innovación. Y yo sigo sosteniendo que la prenda tiene que mantener esa posibilidad de hacer soñar, de vestir algo que te encanta y querer compartirlo.
−¿Es posible que la moda local haya perdido ese factor sorpresa? −Sí. Y siento que cuando se pierde la magia que está asociada a la moda, deja de tener sentido lo que uno está haciendo. Soy romántica en ese sentido y no quiero caer en clichés. De hecho, salió en Women’s Wear Daily una entrevista a Tom Ford, presidente del Consejo de Diseñadores de Moda de América, en la que habla sobre los cambios en la industria y el cuestionamiento a las grandes pasarelas que ya se daba antes de este momento, y ahora se hizo mayor. El convoca a no perder eso que lleva a crear: la pasión que mueve hacia delante. Yo siento que lo que le brindo a la consumidora es la posibilidad de sentirse elevada en su propia piel, empoderada y feliz. Eso es lo que quiero mantener, dejando en claro que se puede vivir la moda como algo aspiracional, pero también como algo terrenal y real, que se elige día a día. Tiene que ver con pensarse desde la esencia y entender para qué estamos haciendo lo que hacemos.
−¿Será momento de entender el rubro desde otro lugar? −Probablemente. Todas las crisis humanitarias a lo largo de la historia tuvieron un impacto en la moda. La vestimenta refleja lo que le está pasando a una sociedad. No sé lo que va a suceder, pero sí van a cambiar los hábitos de socializar. Hay que pensar nuevos modelos de negocios asociados a esta situación. Pienso que tiene que ver con expandir la marca en forma horizontal, apoyando también a la comunidad. Por mi parte, desde que llegué estoy buscando generar sinergias para colaborar con la fabricación de indumentaria médica y barbijos. Esto va a traer una profunda revisión de la industria y probablemente los cambios sean vertiginosos.
−¿Y desde el punto de vista creativo? −Creo que va a incidir, porque nadie puede sabe cómo va a quedar parada la industria después de esto. Por ejemplo, yo compro las telas en Italia, en una de las zonas que hoy está más afectada, así que no sé qué va a pasar con eso. Por otro lado, creo que para apoyar a la comunidad la gente se va a volcar a los emprendimientos locales. En lo creativo, a cada creador le va a afectar de forma distinta. Así como pasó en las posguerras, o luego de la caída de las Torres Gemelas., este es un momento histórico que generará cambios radicales en las vidas de las personas.
−Por lo pronto, ¿qué se verá para este Otoño-Invierno? −Como se están alargando las semanas de calor, pensé una línea pre-invierno y otra de alto invierno en la que predomina el paño tradicional. A raíz de una visita a la colección Peggy Guggenheim en Venecia estuve analizando siluetas, paletas de color y formas. Hay nuevas propuestas, a la vez que mantengo los clásicos y las características de la marca. Así que hay una parte más colorida y un período más dark, en el que predomina el negro. Gran parte de la colección está realizada con fibras reutilizadas que se generaron a partir de lo que se denomina el deadstock –remanente de telas–, que se rehíla para generar una nueva fibra. Habíamos logrado llevar nuestras colecciones al zero waste mediante la reutilización de los cortes del material, y esto de usar telas ya recicladas es el siguiente paso.
Fuente: Paula- El País
Fotografías: Juan Lozano, cortesía de Latin American Fashion Summit.