En el aeropuerto de Carrasco se vio otra muestra del cariño cosechado por los futbolistas celestes.

Si uno cuenta en otra parte del mundo que más de cuatro mil uruguayos recibieron a la selección en el aeropuerto después de quedar afuera en octavos de final del Mundial, pocos lo entenderían. Pero este grupo lo consiguió. Hay una identificación del pueblo con este plantel o, más aún, con este proceso, que es sorprendente.

Y volvió a quedar demostrado en este recibimiento. El aeropuerto de Carrasco se tiñó de celeste. Bebés, niños, adolescentes, adultos y veteranos terminaron la tardecita del domingo 29 demostrándole, cada uno a su manera, el sentimiento que ha generado este grupo de jugadores. Banderas, camisetas, carteles. Y cánticos, claro está, sobre todo durante la espera.

No faltaron los tradicionales «¡Soy celeste!» y «¡Volveremos a ser campeones, como la primera vez!». También hubo cantos de apoyo a Suárez y un «¡Y ya lo ve, y ya lo ve… es para Blatter que lo mira por TV!» que sonó bien fuerte.

La seguridad del aeropuerto había dispuesto un amplio pasillo para que pasaran los jugadores hasta la salida, que fue respetado hasta que alguien vio al primer celeste y listo. La cantidad de gente desbordó el operativo.

La selección llegó a las 19:30 (sin Muslera, González, Lodeiro, Álvaro Pereira y Fucile) y un rato después, pese a que hubo algún intento de pasar entre la gente, los encargados de seguridad cambiaron los planes. Los jugadores salieron a la zona en la que estaba el público, dentro de un «cerco» de seguridad, y desde allí agradecieron el apoyo a esta altura incondicional, saludaron y, tras unos minutos volvieron a «entrar» bajo una cortina de gritos y cánticos. Algunos se acercaron más, como Arévalo Ríos. «Nos hubiese gustado darles otra alegría, no pudimos», dijo el «Cacha».

Lugano también agradeció esta nueva muestra de apoyo, emocionado. Y así los jugadores fueron yendo, por otra parte del aeropuerto, hasta el ómnibus que los aguardaba. Porque primero se informó que de la terminal aérea cada uno tomaría el rumbo que quisiera; pero la cantidad de gente que fue a recibirlos cambió los planes y se dirigieron, todos juntos, al Complejo Celeste.

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Fuente: El País