Con honras fúnebres, una ceremonia oficial que el Estado uruguayo tiene reservada para los que han dejado en vida para la sociedad lo mejor de sí y mucho más, serán velados hoy los restos del periodista y escritor Eduardo Galeano en el Salón de los Pasos Perdidos del palacio Legislativo.

El autor de Las venas abiertas de América latina y Memorias del fuego, entre tantas obras traducidas a más de 20 idiomas, será velado en el majestuoso Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, ahí donde son pocos los que reciben la despedida final. Con la muerte de Galeano Uruguay pierde un símbolo que ayudó a la hora de contarle al mundo los valores que acariciamos todos los uruguayos. Por eso, la semana entrante, la Asamblea General del Poder Legislativo procederá a realizarle un homenaje recordatorio.

Ayer, el ex presidente y hoy senador José Mujica dijo de Galeano que fue “un elegido” que “a lo largo de los últimos cuarenta años nos dignificó en América Latina”. Agregó que fue “un autodidacta” que “se fue puliendo a sí mismo y masificó una cultura difícil de encontrar en un universitario”. En entrevista con Teledía, reveló que lo visitó hace poco junto a Lucía Topolansky, conociendo su delicado estado de salud. También recordó que se inició “muy joven” en el periodismo, aunque fue “infatigable desde el punto de vista de la inquisición, de averiguar y de poner la oreja a la gente más increíble de este continente”. En ese sentido, aseguró que “era capaz de recorrer montañas para tener el testimonio de un indígena”. Sabíamos que estaba enfermo”, admitió Mujica, contando que lo visitó en su casa “no hace mucho tiempo” debido a “una manía que me ha venido con la vejez de tratar de transmitirle en vida el reconocimiento a cierta gente ilustre, sin ruido y sin pamento”.

Por su parte, la presidenta del Frente Amplio Mónica Xavier también lamentó el deceso del escritor de quien citó la frase: “Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace”. “Mi eterno recuerdo a Eduardo Galeano”, afirmó.

También los escritores uruguayos Mauricio Rosencof y Carlos Maggi brindaron sus primeras reflexiones en el programa En Perspectiva. Rosencof recordó que “empezamos a sintonizarnos cuando él tenía unos 19 o 20 años, lo había designado Quijano como secretario de redacción de Marcha”. Agregó que “Galeano con su sensibilidad deja esa especie de biblia latinoamericana que es Memorias del fuego”. Recordó que cuando terminaron de escribir “Memorias del Calabozo” con supervisión de José “Pepe” Mujica, llamaron a Galeano para que hiciera “unas líneas introductorias”. “Así que, Memorias del Calabozo también tiene integrado a Eduardo”, sostuvo Rosencof.

A su vez Carlos Maggi dijo que “no me gusta hablar de los amigos que mueren, me gusta recordar los buenos momentos. Siendo un muchacho muy, muy joven fue el secretario de la publicación Capítulo Oriental, dibujaba y escribía de una manera extraordinaria. No podíamos creer con Real de Azúa y Martínez Moreno, lo vi en un esplendor, veíamos venir un tipo genialoide criándose, fue muy lindo”, concluyó visiblemente emocionado.

El director de la Institución Nacional de Derechos Humanos, Juan Raúl Ferreira, manifestó su tristeza por el fallecimiento y destacó que su hijo estaba leyendo la primera gran obra de Galeano, “Las venas abiertas de América Latina”.

Desde la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), el argentino que ocupa la Secretaría General, Carlos «Chacho» Álvarez, consideró al escritor fallecido «uno de los imprescindibles» y dijo que fue «uno de los que con más fuerza, estilo, coraje y fina ironía» empujaron a los latinoamericanos a pensar «lejos de tutelas y paternalismos» y por sí mismos.

También los presidentes de Brasil, Bolivia, Ecuador y El Salvador y escritores como Elena Poniatowska, Isabel Allende, Sergio Ramírez, Gioconda Belli y Osvaldo Bayer lamentaron el deceso.

La brasileña Dilma Rousseff escribió en un comunicado que la muerte de Galeano “es una gran pérdida para todos los que luchamos por una América Latina más inclusiva, justa y solidaria”. Lo mismo hizo el boliviano Evo Morales, quien elogió “sus textos orientados a evitar el saqueo de América Latina”.

“¡Las venas de América Latina están abiertas por tu partida, querido Eduardo!”, dijo de su lado en Twitter el ecuatoriano Rafael Correa.

La escritora mexicana Poniatowska expresó en la red social que “Galeano puso en nuestras manos una historia de América comprensible y estremecedora”. Su opinión fue secundada por su colega argentino Osvaldo Bayer, para quien este libro es “la verdadera biblia latinoamericana, que va a quedar siempre”, según dijo a la prensa local.

Desde San Francisco, EEUU, Isabel Allende alabó a su “amigo” por “rescatar y preservar la historia oculta de América Latina”. Aunque el mundo ha cambiado y los planteamientos económicos de Galeano ya no se aplican –matizó la escritora chilena–, “la importancia de su obra monumental sigue vigente”.

Referencia intelectual

Un comunicado de la editorial española Siglo XXI Editores, que desde hace años publica los títulos del uruguayo, expresó también el dolor ante la pérdida: “Eduardo Galeano nació en Montevideo el 3 de septiembre de 1940 y ha muerto en la misma ciudad el día 13 de abril de 2015. El tiempo comprendido entre ambas fechas se puede llenar con exilios, libros, nombres de amigos y de enemigos, numerosos premios, doctorados Honoris Causa, campañas de descrédito, en suma, la habitual construcción, a partir de un cúmulo de datos varios, del perfil con el que enciclopedias y estudios de todo tipo guardarán su figura para la posteridad”, resumieron sus editores.

Galeano fue referencia de la intelectualidad de izquierda latinoamericana de los años 1970, en buena medida gracias a “Las venas abiertas de América Latina”, un título sobre la explotación del continente que fue traducido a más de 20 idiomas. En 2009, durante una Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, el entonces presidente venezolano Hugo Chávez le regaló un ejemplar a Barack Obama, que estaba estrenando su investidura bajo la promesa de un “cambio”. Este episodio disparó las ventas del libro, sobre el que Galeano, en los últimos años, había sido muy autocrítico. “Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima”, dijo a la prensa en Brasilia.

No obstante, algunos mandatarios latinoamericanos que se identifican con el pensamiento que expresó Galeano en ese texto de hace más de 40 años no tardaron en reaccionar a su muerte.

Las últimas críticas

Ya mayor, sabiendo de la enfermedad que lo aquejaba, no dejó de escribir, pero sobre todo, no dejó de expresar aquello que sentía como un deber: la crítica social. En una de sus últimas y más celebradas apariciones públicas, Galeano reclamó su “derecho al delirio” y lanzó un mensaje de deseo a la humanidad: “Qué tal si deliramos por un ratito (…) para adivinar otro mundo posible. El aire estaría limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de las humanas pasiones; la gente no será manejada por el automóvil ni programada por el ordenador, ni comprada por el supermercado ni mirada por el televisor”, dijo.

El escritor, que estudió hasta primer año de Secundaria, afirmaba haber aprendido el arte de narrar en los viejos cafés de Montevideo.

Con la llegada de la dictadura en 1973 a Uruguay, Galeano se exilió en Argentina y en España, para volver a Uruguay en 1985, con el retorno de la democracia.

Obtuvo el premio Casa de las Américas en dos ocasiones (1975 y 1978) y su trilogía “Memoria del Fuego” recibió en 1989 el American Book Award, distinción que otorga la Universidad de Washington.

A su obra se sumará una compilación titulada “Mujeres” que se publicará en breve en España, según señala la editorial Siglo XXI en su página web.

El Brasilero, el café más antiguo de Montevideo y donde Eduardo Galeano acostumbraba a

El Brasilero, el café más antiguo de Montevideo y donde Eduardo Galeano acostumbraba a «parar», en plena Ciudad Vieja, el casco histórico de la ciudad, quedó huérfano tras la muerte este lunes del prolífico escritor y periodista, que decía ser «hijo de esos cafés» en una época donde había «tiempo para perder el tiempo».

Fuentes: enperspectiva.net; El Observador