Román Viñoly, hijo y socio del arquitecto Rafael Viñoly, cruza disciplinas en una experiencia de vida que confluye en un edificio en la rambla de Palermo

Hijo del arquitecto uruguayo más famoso en el mundo y nieto de un director de cine argentino que llevó su mismo nombre, Román Viñoly nació en Argentina en 1970 pero desde los ocho años vive en Nueva York. Una de sus primeras experiencias profesionales fue en 1990 durante la obra del Tokyo Forum que diseñó su padre y que marcó un antes y un después para su estudio. Con una maestría en administración de empresas y otra en artes cinematográficas, la de Román es una síntesis de la historia de su familia, entre el arte, la arquitectura, el cine y los negocios.

Días atrás llegó a Montevideo para acompañar las etapas finales de la construcción de Plaza Alemania, un edificio de oficinas de diecisiete pisos que es fruto del primer emprendimiento inmobiliario de la empresa que fundó con su padre, Integrated Developments. El edificio está ubicado sobre la rambla de Palermo, tiene el sello reconocible de Viñoly y abrirá sus puertas a fines de julio.

¿Cómo se integran todas las disciplinas en tu trabajo y la colaboración con tu padre?
Creo que en otras colaboraciones de padre e hijo, en las que el tipo de actividad es más acotado, podría ser más difícil. Pero la arquitectura es bastante amplia, porque reúne las exigencias del empresario, del artista y del hacedor. Trabajo con mi padre desde muy chico. Recuerdo que cuando hizo el Tokyo Forum, la municipalidad nos contrató para mostrar cómo sería el edificio, así que en ese momento, cuando estábamos en la prehistoria de la animación para arquitectura, compramos una máquina con un disco duro de 20 megas que costó 98 mil dólares. Después trabajé para Rafael part time escribiendo, haciendo fotografía arquitectónica y produciendo videos. Luego trabajé varios años como realizador cinematográfico.

Y tuviste una empresa.
Se llamaba Firebrand, que fue muy exitoso en su momento pero que terminó fracasando cuando nos chocamos contra la crisis de 2008. Era un canal de televisión dedicado a las propagandas y estaba basado en que, como no podés luchar con el hecho de que la gente esquiva los avisos, tenés que hacer que quieran ver los buenos. El segundo de propaganda es el producto que recibe más fondos de la industria del entretenimiento, precisamente porque tienen que luchar con el hecho de que la gente lo ve a la fuerza. Nuestra idea fue que si hacíamos que esas buenas propagandas fueran las protagonistas, el esquema iba a cambiar. Fueron cinco años de aprendizaje con apoyos financieros de Microsoft y General Electric, entre otros. Hasta que no funcionó y tuve la experiencia horrible de echar a setenta y cinco empleados.

¿Cómo continuaste tu carrera después de eso?
Estuve seis meses haciendo documentales para la campaña de Obama, durante 2008. Contribuí material a muchas producciones de la campaña nacional pero también hice algunos videos enteros para la campaña en Florida. Y al mismo tiempo resolví que no quería improvisar en esto de lo empresarial e hice un MBA en administración de empresas. Eso lo llevé después al estudio de mi padre y con él decidimos, en un momento, que no teníamos porqué trabajar solo para otros desarrolladores sino convertirnos en desarrolladores de proyectos de gran calidad. Así nació Integrated Developments.

¿Cómo fue tu participación en Plaza Alemania?
Mi rol fue muy amplio. Nuestra propuesta es unir todo el vertical del desarrollo, comercialización y administración inmobiliaria. Así que estoy involucrado desde la búsqueda del terreno hasta que el edificio esté ocupado, siempre con la meta de generar eficiencias. Fue un proceso interactivo con mi padre, con asesores locales y nuestro equipo de trabajo para ver qué faltaba en Montevideo y llenar ese nicho. Porque apuntamos a algo que acá no existe.

¿Qué falta en Montevideo, según esa búsqueda?
Esta ciudad tiene ciertas propiedades que hay que rescatar. La más obvia es AFE. Hay muchos lugares históricos con valor muy alto que se ve desde afuera. Me parece una tristeza que esos sitios estén abandonados y tengo la ilusión de que algún día podremos rescatar algunos de esos espacios sin tener que tirar nada abajo. Lo que hay que hacer es rescatar lugares, porque una cosa es una plaza abandonada y otra, peor, un edificio abandonado. El Mercado Agrícola, creo que es un perfecto ejemplo de rescate. Hay que lidiar con una economía chica y hay poca gente que juegue a largo plazo. Si yo no fuera propietario de Plaza Alemania no podría seguir evolucionando con él, cosa que creo que le da más valor.

Sin embargo, aquí no hicieron un rescate edilicio. ¿Cuál fue la idea?

Este edificio tiene el núcleo (la parte de la estructura que oficia de principal soporte, donde suelen estar los ascensores y escaleras) al costado, cosa que permite que la planta esté abierta y sea muy adaptable a cualquier uso que el inquilino le quiera dar. Eso te da espacios más eficientes porque una empresa que en otro edificio precisaría dos mil metros cuadrados, en este edificio ocuparía mil. Porque la estructura genera una utilidad espacial mucho mayor. Más allá de eso, cumplimos con normas que requieren empresas como Google, por ejemplo. Uno de esos criterios es una doble escalera presurizada de incendios, cosa que aquí las leyes no requieren. Los vidrios, por ejemplo tienen tres capas y están aislados con parasoles que controlan la incidencia de luz y ayudan a que baje la carga eléctrica del edificio. Luego el aire acondicionado redistribuye el calor o el frío hacia donde se precise. Los ascensores recargan las baterías del edificio cuando bajan. Eso le da la certificación Leed Gold, de eficiencia medioambiental, que en Uruguay tiene solo otro edificio en Punta del Este.

¿Porqué eligieron este sitio en particular?
Estudiamos muchos terrenos y lo que se podía hacer en cada uno. Si bien Palermo Sur todavía no ha sido reconocido como un polo de actividad corporativa, creo que puede ser un lugar especial si se crea la infraestructura. El ambiente y el paisaje son divinos, el lugar está a medio camino de la Ciudad Vieja y el World Trade Center. El terreno era de un español y la plaza Alemania es un espacio público de la Intendencia. Nosotros nos encargamos de construir la plaza y mantenerla, así que nos vamos a quedar aquí.

En su presentación hablan de que estos proyectos traen cambios culturales. ¿A qué se refieren concretamente?
El carácter de una zona, la personalidad de un barrio es su contenido cultural y la forma en que la gente lo percibe. Este sitio no tenía una proyección de interés hacia el exterior y eso es lo que apuntamos con este edificio y sus características. Creemos que eso es impulsar un cambio cultural. Me parece que al ver un edificio así se pueden cambiar las expectativas sobre el resto de la ciudad. La plaza va a ser un lugar muy especial y es parte de la razón por la que tomamos ese compromiso, porque no nos vamos, sino que nos quedamos a cuidarlo. Dependiendo de las empresas que se instalen, en este edificio podrían trabajar hasta mil quinientas personas, cosa que se derrama hacia la zona.

Después de trabajar en tantos países del primer mundo, ¿porqué la inversión en Uruguay?
Este fue el mejor terreno que encontramos en ninguna parte y, además, era el accesible para nuestro alcance financiero. Mi padre es muy orgulloso de ser uruguayo. Yo estoy tramitando mi ciudadanía, aunque nací en Buenos Aires y a los 8 años me fui a New York. Pienso como un americano, aunque siento una atracción por este país a través de mi familia. Mi padre construyó una casa cerca de San Carlos y fue ahí que decidimos invertir en este país.

 

Qué es el Leed
La marca que lleva el proyecto que gestiona Viñoly es un certificado que se entrega a edificios y constructores según el grado de sustentabilidad energética y ambiental de sus obras. Lo entrega el USGBC, el Consejo estadounidense de la construcción ecológica, integrado por trece mil organizaciones relacionadas a la construcción en Estados Unidos. Leed es una sigla en inglés que significa Liderazgo en energía y diseño ambienta.

Fuente: El Observador