Cien artesanos del norte uruguayo realizan prendas exclusivas en las que brilla la lana. Sus productos se venden fundamentalmente a turistas, pero también exportan, y hay un Ruralanas Ecuador y un Ruralanas Colombia.

«Mañana estoy yendo a Montevideo, solo te pido dos minutos”, fue lo que le dijo Virginia Montoro a la encargada de compras de Tienda Inglesa. Habían pasado varios días sin que pudiera hablar con ella, hasta que decidió llamarla y “no sé si fue por piedad, pero me dijo que sí”. La diseñadora industrial textil, que vivía en ese momento en Soriano, estaba a horas de concretar el negocio que le cambiaría la vida al emprendimiento uruguayo Ruralanas.

“El supermercado nos compró 98 bufandas y 98 gorros, si mal no recuerdo. Lo que sí no me olvido es que se me caían las lágrimas de emoción cuando salí de la reunión. Eso nos permitió hacer las primeras mil cajas”, contó Montoro sobre el “diseño creativo por necesidad” gracias al cual en 2013 logró superar la crisis económica que vivía Ruralanas.
Unas cajitas diseñadas de forma atractiva que dejaban ver parte del contenido volvieron rentable al grupo de artesanos laneros creado en 2003 en Salto con el fin social de mejorar la calidad de vida de la mujer rural.

Ya hacía bastante tiempo que Montoro venía trabajando para convencer a la Fundación Gastesi Martinicorena, fundadora de Ruralanas, de encarar el emprendimiento como una empresa y ya no como una fundación.

La diseñadora está desde los inicios, en los que “hacía de todo”, pero cuando se terminó el apoyo que les brindaba el Banco Interamericano de Desarrollo (del 2006 al 2007), decidió retirarse. En ese momento escribió una carta con todo lo que creía que la empresa debía hacer para seguir adelante.

“A mitad de 2009, la fundación me planteó si quería hacerme cargo de la empresa, porque ellos se retiraban. Me dijeron que me la dejaban siempre y cuando siguiera con el mismo fin social. A los dos o tres años me dieron la marca Ruralanas”. Fue así que la diseñadora se convirtió en la directora, tomando lo que definió como “una brasa caliente”, ya que el desafío no era rentable ni tenía capital de giro para invertir. “Lo que sí sabía era que quedaban 40 mujeres sin trabajo que estaban embaladas con el proyecto”, destacó.

Esas mujeres eran de Salto y Paysandú pero, poco a poco, se les fueron sumando artesanos de todo el país, fundamentalmente del norte del Río Negro. Al asumir la dirección, a Montoro se le ocurrió dar a conocer las prendas tejidas con lana en una cabaña al costado del parador El Rancho, a la entrada de Young (Río Negro). De esa manera aprovechaba el pasaje de turistas argentinos y paraguayos derivado del cierre de los puentes, además de toda la gente que iba a Salto y Paysandú.

La iniciativa llamó la atención de empresarios chilenos, que le propusieron hacer lo mismo en el Patio Bella Vista de Santiago de Chile. Pero la idea no resultó y Montoro quedó en bancarrota. Fue en ese momento que surgió la propuesta de las cajitas y se dio la reunión con Tienda Inglesa que marcaría un antes y un después para Ruralanas.
Diferencial.
El proceso de trabajo comienza con la lana peinada y lavada que se lleva a un taller donde se hila y se tiñe. De ahí se la manda al artesano para que la teja según el pedido del cliente y luego vuelve al centro de producción, donde se le hace el control de calidad y las terminaciones.

Para ello, Ruralanas se apoya en tres puntos fundamentales. El primero es que se trata de un producto artesanal. “Es algo exclusivo que va a valer más con el tiempo y no hay máquina que lo copie”, destacó Montoro.

El segundo punto es que es elaborado cien por ciento con lana; para la diseñadora es “una de las fibras más fabulosas que existe en el planeta. Hemos logrado avanzar en técnicas y procesos obteniendo resultados de excelente calidad, siendo consultados por otras marcas u organizaciones que se dedican a la lana”.

Y el tercero es que la empresa diseña para el artesano, teniendo en cuenta sus características. “Tratamos de que, en lo que cada uno se destaca, pueda hacer un producto que le gusta. Estudiamos a cada artesano para sacar el máximo fruto y que ellos estén felices haciendo el producto”, detalló la empresaria, quien también diseña para otras 15 firmas.

Hoy son unos cien artesanos que trabajan desde sus casas, generalmente ubicadas en pueblitos o parajes muy alejados de las ciudades. La mayoría no se conoce entre sí, aunque varios entablan contacto para ayudarse en lo que necesiten y hasta algunos trabajan en equipo. “Eso tiene un plus social que es que estás atenta a todo lo que les pasa. A veces pasan cosas fuertísimas y uno trata de ayudar; no es una empresa a la que no le importa lo que sucede con el empleado cuando sale de trabajar. Detrás de cada prenda hay una historia”, subrayó Montoro.

Los talleres se encuentran principalmente en Artigas, Salto y Río Negro, “pero también se han sumado artesanos de otros departamentos. El 90% se ubica en zonas rurales, pueblos de MEVIR, y la mayoría son mujeres casadas con hombres que desarrollan actividades rurales”, contó.

El crecimiento de la empresa ha determinado que hoy haya muchos artesanos a la espera para ingresar a la red, pero la política de Ruralanas es solo tomarlos cuando haya una demanda continua. “No sabés la cantidad de gente que nos llama y que le gustaría ser parte”, resaltó con orgullo la directora.

“Realmente es un privilegio trabajar en Ruralanas. Hemos aprendido de los aciertos y de los errores, y de todo hemos sacado el mayor jugo. Como política de la empresa sostenemos que todos se tienen que sentir cómodos y lo más felices posible en su ámbito de trabajo porque eso se refleja en el producto final. Nuestro slogan dice ‘tejemos calidad de vida’, pero para ambas partes, para el que lo compra y para el que lo teje”, concluyó.

Presencia exterior y el destaque de Argimón.

A mediados de 2013, llegaron a Colonia emprendedores de Ecuador que, al ver el exitoso packaging de Ruralanas, invitaron a la empresa uruguaya a replicar el mismo proyecto en una comunidad indígena de Chimborazo. Más adelante ocurrió lo mismo con una fundación de Colombia, que los invitó a preparar a 140 artesanos. La fundación colombiana luego quebraría, llevando a Ruralanas a absorber a sus artesanos con otro tipo de talleres y productos. “Cada artesano de cada lugar trabaja diferente”, explicó Virginia Montoro, directora del emprendimiento uruguayo.

De esta manera, actualmente existen Ruralanas Ecuador y Ruralanas Colombia, experiencia que a la diseñadora le gustaría seguir replicando en Sudamérica. Además, la empresa exporta a países como Brasil, Chile, Colombia, Estados Unidos, Suiza y Alemania. “Hoy somos muy costosos para otros países, por eso no es en su mayoría exportación”, detalló Montoro.

En 2017, se les sumó una promotora inesperada. La actual candidata a la vicepresidencia de la República por el Partido Nacional, Beatriz Argimón, presentó las cajitas de Ruralanas en el Parlamento como un ejemplo de producto con valor agregado gracias al packaging. La presidenta del Directorio del Partido Nacional conocía el emprendimiento desde la época de la cabaña de El Rancho y desde entonces le ha dado mucha promoción en su programa de TV, Diseñarte TV (TNU).

Presencia en todo el país y en las redes sociales
Lo más fuerte de Ruralanas es la venta a turistas. No tiene local propio; sus productos se pueden encontrar en distintos lugares de todo el país: Dutyfree (Aeropuerto Internacional de Carrasco), Oh la la! (Mercado del Puerto), 100% Uruguayo (Punta Shopping), I love Punta (Gorlero, Punta del Este), Antonella Viazzi (La Barra, Maldonado), Artextil (Colonia del Sacramento), Marcel Calzado (Trinidad y Young), Santa María (Young), Romy Teran (Mercedes), Reina Ana (Treinta y Tres) y Máxima (Melo). Venta online: mercadopax.com y lapulperia.uy. Redes sociales: @ruralanas (Instagram, Facebook y Twitter).

Muchos años dedicada a un proyecto que ama
“Ruralanas vino para quedarse, sea yo u otra persona”, sostuvo con convicción su directora, Virginia Montoro. Para la diseñadora industrial textil, la empresa es como su cuarto hijo. Y eso lo dijo teniendo en cuenta que, sin el apoyo de su esposo y sus tres hijos, nada hubiera sido posible. Cuando todo empezó, vivía en Soriano y cada tanto debía tomarse un ómnibus a las 3 de la mañana a Young y de ahí otro, para llegar a las 7 a Salto. Hoy vive en Punta del Este porque eso facilita la dirección de la empresa. “Estoy convencida de que este proyecto puede trascender, ir más allá”, remarcó.

Fuente: El País