Vívela ofrece propuestas turísticas por fuera de los circuitos habituales.

El turismo ha cambiado. El visitante ya no busca conocer los monumentos y los sitios destacados, sino que también busca experiencias, y conocer el lugar con la mirada de los locales. Así lo cree Gonzalo Vega, uno de los creadores y responsables de la aplicación Vívela, que se presenta como una forma de conectar a todos los que visiten Uruguay con diferentes propuestas de tours y recorridos por Montevideo y el interior del país.

Tras un pasado en Pluna y trabajando en hostels, tanto Vega como su socio se dieron cuenta de que los turistas buscaban experiencias distintas. «Hoy en día, con internet ya tenés toda la información necesaria desde antes», explicó. «Entonces buscamos una forma de que los locales puedan mostrar su ciudad, que sea todo de forma cara a cara y personalizada».

La aplicación está disponible desde mayo en Google Play y desde junio para iOS. En estos meses, Vívela acumula 1000 descargas, 400 usuarios activos y una oferta de 30 tours, que incluyen desde recorridos a pie por la rambla de Montevideo o la Ciudad Vieja, hasta paseos en bicicleta e incluso en helicóptero o avión.

Esta es una de las propuestas más recientes que se ofrecen en Vívela, y como tal, Gonzalo Vega realizó el recorrido como parte de un «control de calidad» que realizan sobre todas las propuestas de la aplicación. «Tratamos de hacerlos siempre y conocer a los guías –incluso en un momento contratamos también a una consultora externa para que hiciera los tours y nos asesoraran– porque cada uno de los recorridos tiene una impronta muy personal», comentó Vega, quien destacó los tours en bicicleta al barrio Peñarol, y los free walking tours de la Ciudad Vieja. A estos últimos los destaca porque permiten conocer «detalles y anécdotas» de los lugares recorridos, mientras que el primero tiene la cuestión de salir de los circuitos tradicionales del turismo montevideano, algo que Vega considera una de las ventajas fundamentales de la propuesta de Vívela.

«Hay que tratar de salir del síndrome de la guía de turismo», consideró Vega. Esta bueno recorrer un lugar y que el guía te diga «acá mi abuela venía a comprar el pan, y un día vio desde acá cómo el Zepellin pasaba por al lado del Palacio Salvo».

Los tours ofrecidos por Vívela son utilizados tanto por turistas extranjeros como por uruguayos, algo que a Vega le parece lógico considerando la importancia que el turismo interno tiene para el país. «De hecho, ahora tenemos una tienda en Facebook, para favorecer la interacción y el contacto con la comunidad», comentó.

De todos modos, considera que la aplicación aún tiene aspectos a mejorar y expandir. En noviembre se estrenará una nueva versión de Vívela, con un diseño renovado y más simple; mientras que para fin de año se presentará una nueva plataforma web, algo que viene asociado a un cambio en la interacción con la tecnología. «Antes, tener una app propia era como ir a buscar oro a California. Ahora la gente no descarga apps salvo que haya usado la plataforma web varias veces», comentó.

Vívela cuenta con diversos apoyos, entre los que se cuentan la ANII, la Unión Europea, la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la información e IBM, quien aporta su servicio de inteligencia artificial, Watson, para que se puedan realizar consultas específicas en la aplicación y el sistema pueda desarrollar un algoritmo de ayuda al cliente.

Para Vega, el crecimeinto que actualmente experimenta Vívela se mantendrá en tanto la gente se acostumbre a la aplicación.

«Con las de pedidos de comida hace unos años pasaba lo mismo y ahora son de uso común», comparó.

Montevideo desde arriba

Entre las propuestas que se incluyen en Vívela está la empresa Fly, que ofrece tours en avión y helicóptero sobre Montevideo, partiendo desde el Aeropuerto de Melilla. Un vuelo en helicóptero para un máximo de tres pasajeros y con una duración de treinta minutos tiene un costo de US$ 100 por persona. El recorrido es elegido por los pasajeros, con opciones que incluyen la zona costera o los estadios de fútbol.

Fuente: El Observador