Qué se vende y quiénes compran en un mercado que crece lento pero constante.

En octubre pasado Dani Umpi expuso por primera vez en la galería Xippas de París y la muestra fue un éxito. Gastón Izaguirre desembarcó con sus personajes en diciembre en Seúl para participar en una feria de arte iberoamericano y su agenda 2015 incluye citas en Nueva York y Berlín. En el remate anual de Arte Moderno y Contemporáneo que la firma Castells hace cada enero en el hotel Conrad, una obra de Miguel Ángel Pareja se subastó en 26.000 dólares y una de José Pedro Costigliolo alcanzó los 20.000.

Por esos mismos días, Punta del Este se convirtió en sede de la primera feria internacional de arte contemporáneo, Este Arte, que convocó en tres días a más de 2.000 personas y 22 galerías, entre ellas algunos de los nombres más prestigiosos de la plástica internacional. Es que mientras algunos hablan de auge y otros de crisis —sobre todo por la merma de los coleccionistas argentinos— lo cierto es que el mercado local crece a un ritmo lento, pero constante.

«Uruguay tiene un nivel de pintura exorbitante, por eso nos buscan de afuera. Es algo parecido a lo que pasa con los jugadores de fútbol, tenemos gran nivel de pintura a lo largo de todas las épocas de nuestra historia y eso hace que despertemos el interés internacional», asegura Juan Castells, cuarta generación de rematadores y hoy uno de los que está a cargo de la empresa familiar. En medio de un enero atípico por lo ajetreado, Castells insiste en que, «por suerte», la atracción hacia el arte uruguayo ha logrado mantenerse más allá de crisis políticas o económicas, locales o extranjeras. «Es muy raro que las grandes colecciones de arte latinoamericano desconozcan lo uruguayo, generalmente se da todo lo contrario».

Con Punta del Este como mascarón de proa, los meses de verano suelen ser un buen momento para el arte local. Y este año no es la excepción. De hecho, entre el 4 y el 6 d enero se realizó en el balneario la primera edición de la feria internacional Este Arte. Instalada en una carpa de 1.200 metros cuadrados en el Punta del Este Polo & Country Club, a unos diez kilómetros de José Ignacio, reunió artistas (pintura, escultura, fotografía y video-instalaciones) y galerías uruguayas, latinoamericanas y europeas, entre ellas la galería Continua, un proyecto de tres marchands italianos que cuenta con una sala de exhibición de 30 mil metros cuadrados en las afueras de París.

Más allá de los vaivenes de una primera edición, la feria ofició no solo como vidriera, sino que logró concretar ventas interesantes. «Más de la mitad de las galerías vendieron y eso ya es un éxito», resume la curadora y organizadora del evento Laura Bardier. Es que la venta no siempre se da, advierte esta uruguaya radicada en Ginebra y con experiencia en el mercado del arte en Florencia, Nápoles y Nueva York. «Esto no pasa en todas las ferias. En la de Brasilia, que también se hizo por primera vez este año, se vendió una sola pieza en toda la feria. Y eso que es una de las ciudades más ricas de Brasil».

En Este Arte, la uruguaya Galería Sur vendió una obra del escultor local Wifredo Díaz Valdéz en 12.000 dólares, una de las cifras más abultadas de la muestra. Pero también fue una buena mini zafra para Continua, que comercializó cuatro piezas del cubano Carlos Garaicoa por 6.000 dólares cada una y una obra del escultor inglés Antony Gormley por 10.000. Lo mismo corre para la galería Unosunove de Roma, que colocó dos piezas del británico Jamie Shovlin a 10.000 dólares cada una y la Insitu de París, con un Mark Dion también en 10.000 dólares.

Para Bardier, parte del éxito de una feria radica en que es una modalidad «mucho más democrática» que una muestra, donde el público «tiene un encuentro directo con la pieza», sin mediación ni discurso teórico detrás. «Las exposiciones de los museos están mucho más digeridas y tienen la mirada del curador. En cambio en una feria las obras están expuestas para que el público las vea. Son más honestas, funcionan o no funcionan. Y el público ahí también es más cruel, se vende o no se vende», opina en su rol de «empresaria del arte».

Vender

En Uruguay, con una tradición pictórica de larga data y donde el mercado se sostiene en clásicos como Pedro Figari, Joaquín Torres García o Rafael Barradas, todavía cuesta desterrar el concepto de que un buen artista debe ser pobre y sufrido. «Yo me di cuenta de que en Uruguay y la región hay un gran potencial de artistas, pero falta que los trabajos circulen más», dice Bardier para justificar su iniciativa. «Y no me refiero solo a muestras, sino a galerías comerciales que trabajen bien y desmitifiquen esa idea romántica de que el artista no tiene que vender o que puede vivir sin galerista».

Según el informe Hacia la Cuenta Satélite en Cultura del Uruguay, realizado por la Facultad de Ciencias Económicas y Administración en 2009 y publicado por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC), más de 60% del total del arte que se comercializa en el mercado local lo hace a través de las vías «formales», como son las galerías (18%) y casas de remate (43%). Las ventas al público en ateliers y exposiciones representa un 17% y las ventas al exterior directamente del artista son 23%.

¿Quiénes compran? Según el informe del MEC, la amplia mayoría (65%) son uruguayos. Lo que sucede, advierte Castells, es que el mercado del arte es «muy segmentado». «El que compra pintura europea difícilmente compre obra del taller Torres García, quizá matice con algo de arte contemporáneo, pero hasta ahí», dice. El rematador sí advierte la presencia de nuevos actores: «Muchos jóvenes que tienen cultura y poder adquisitivo ya empezaron a comprar obra».

Con dos grandes remates de arte moderno y contemporáneo al año —enero y julio—, Castells relativiza la zafralidad del mercado. «La gente piensa que se logran valores más altos en Punta del Este, pero no es así. El éxito de cualquiera de las fechas está dado por la calidad de la obra, no por el lugar donde se realiza», explica. Las piezas de «primera línea» de clásicos como Figari, Torres o Barradas son «plata fuerte y segura», dice. A lo largo de 2014 la firma hizo 27 subastas solo de pintura que significaron, en promedio, unos 2.5 millones de dólares.

Instalada en Manantiales hace 17 años con galería Del Paseo, Silvia Arrozés advierte que más allá de que Punta del Este se ha convertido en «un balneario cosmopolita», allí siguen siendo los argentinos los principales compradores. Del Paseo trabaja con arte contemporáneo, un género con el cual, según Arrozés, «el público local guarda una austera y conservadora actitud». Por estos días, la galería expone obra de los uruguayos Martín Verges y Rita Fischer. «Es parte de la galería tender un puente para facilitar el tránsito hacia nuevos lenguajes visuales», asegura.

Vivir

Se estima que en Uruguay alrededor de 800 personas se dedican a las artes plásticas como principal actividad, según el informe presentado por el MEC. Adolfo «Fito» Sayago lo hace desde hace más de 30 años y logró vender su obra desde la primera vez que expuso, en el Cuartel de Dragones de Maldonado, allá por los años 80. «En dos días el público compró la docena de piezas que había hecho especialmente para la muestra», recuerda con orgullo. Fue con sus marinas que se ganó un lugar en el mercado local y entre los vecinos argentinos. Después llegó el turno de Japón, donde expuso por primera vez en 1999 en la galería Bijutsu-Sekai de Tokio. «No sabría explicar qué fue lo que gustó, creo que para los japoneses, igual que para los uruguayos, todo tiene que ver con el mar», reflexiona. Gracias a Japón, como él mismo dice, sobrevivió a la crisis económica de Uruguay en 2001. Y también gracias a Japón, en 2002 compró la esquina de Yacaré y Piedras, donde abrió la galería MVD y aprendió a estar de ambos lados del mostrador, vendiendo obras suyas, de un grupo de colegas con los que tiene «afinidad» y de algunos pintores fallecidos que a él le gustan.

En su casa, Sayago casi no tiene obras propias. «Por suerte, eso demuestra que me ha ido bien», dice. Una de las pocas marinas que conserva la tuvo que comprar en un remate, y encima pujar con un desconocido. «Es un cuadro del año 97 que me encantaba, tiene un paisaje de Málaga, con la casa de unos pescadores y yo le agregué unas barcas. Lo vi en un remate en Gomensoro y lo terminé pagado más de 800 dólares», cuenta entre risas. Esos pequeños lujos se los puede dar hoy, consecuencia de haber vendido, y bien, toda la vida. «Hay gente a la que le gusta intelectualizar el arte, yo pienso que si querés vivir de esto tenés que vender. Si no vendés, lo demás es puro cuento», opina. «Otra opción es dar clases, pero para eso hay que tener vocación, y yo no la tengo. Mi pintura es lo que yo siento y lo que me gusta ver. El mar realmente me fascina». En los últimos años Sayago también pintó una serie de orquestas e incursionó en las esculturas en madera. Sus obras cuestan desde 250 dólares y pueden trepar hasta los 9 mil, como el óleo de grandes dimensiones que le vendió a unos norteamericanos para el centenario de la Orquesta de Filadelfia.

Con gran cantidad de obras en el mercado local, Gastón Izaguirre tampoco tiene prurito en vender. Y aunque trabaja con algunas galerías (Ciudadela, Acatrás del Mercado y Diana Saravia en Montevideo; Los Caracoles en José Ignacio), su fuerte es el trato directo con los clientes en su atelier sobre la ruta Interbalnearia. «Yo vengo de una familia humilde y soy un laburante. El trabajo intelectual lo hago solo en mi taller, pero cuando termino me muevo para vender», explica Izaguirre. «Y yo soy mi propia empresa, mi mejor vendedor, no pretendo que nadie me mueva la obra ni puedo sentarme a esperar», agrega.

Sin embargo, llegó a vender en Estados Unidos y Europa gracias al trabajo de un marchand que oficia de nexo con un grupo de coleccionistas locales. «Tiene una galería y asesora a la gente sobre en qué arte invertir. Yo voy un mes por año y pinto allá. Me encanta la experiencia, soy muy observador y eso me nutre». Facebook también es un «arma de comunicación brutal» para Izaguirre. A través de la red vendió obra a coleccionistas rusos y suizos. En Uruguay, su público barre la franja costera de Carrasco a Punta Carretas. ¿Edades? «De los 20 a los 80. ¡Me quedo de cara!», dice.

El multifacético Dani Umpi también vive de su arte, que incluye plástica, letras y música. Su obra está a la venta en Xippas, la galería más internacional que tiene Uruguay, con locales en Punta del Este y Ciudad Vieja, pero con una tradición de 25 años en París y otros tantos en Ginebra. Así Umpi expuso —y vendió— en París sus collages en francés, hechos especialmente para la ocasión. Xippas también maneja la obra de Ricardo Lanzarini y Marco Maggi, el plástico que representará a Uruguay en la próxima Bienal de Venecia.

Los artistas contemporáneos prefieren no hablar de precios. Pero lo cierto es que la variedad es grande. Según Castells, hoy en Uruguay existe la posibilidad de armar una buena colección de arte nacional sin invertir cifras extremadamente altas. «Hay piezas de primera línea que pueden valer 300, 500 o 600 dólares», señala. Lo que «no existe», advierte, es que un artista cotice en cientos de miles de dólares de un día para el otro. «Eso lo vivió hasta el artista contemporáneo más importante del Uruguay, que es Pablo Atchugarry. Es un proceso natural que muchos artistas no están dispuestos a hacer».

¿Y el rol de galeristas y rematadores?

El rol del galerista es uno de los más controvertidos en el ambiente artístico. «Acá se ve mucha gente que te dice No le voy a comprar al galerista porque se queda con la plata del artista, pero el galerista no hace un trabajo solamente comercial, también es el responsable de que el artista crezca, sea visible, viaje, despegue… Todo eso no lo hace el artista por sí solo, o hay gente que lo hace, pero son los menos», explica Sofía Silva, de la galería Xippas. Por su carácter internacional, Xippas promueve el intercambio de artistas locales y extranjeros por sus distintas sedes. Por estos días, en su local de Ciudad Viaje se exhibe obra de la artista alemana-brasileña Jainana Tschape.

En general, las galerías no exigen exclusividad y la comisión «se conversa» con el artista, pero oscila entre 35% y 50% del precio de la obra.

Por su parte, los remates ofician de «referencia internacional» para conocer el valor de un artista. «Los artistas saben que los respaldamos y tratamos de que sus cotizaciones aumenten. Esa es la forma más genuina de crecer en el precio: la subasta más la galería, una cosa se apoya en la otra», dice Juan Castells. «Hay gente que cree que somos competencia, pero no. En todas las partes del mundo lo que se da es una sinergia entre las dos partes», agrega.

La feria «Este Arte» vuelve en 2016

Con los resultados de la primera experiencia de Este Arte sobre la mesa, la curadora Laura Bardier —uruguaya radicada en Ginebra— ya está pensando en una segunda edición. «Este es un proyecto a largo plazo que apuesta a generar un espacio comercial para las galerías y los artistas pero también una plataforma de discusión en torno a lo que es el arte», explica. Este año, además de los stands de 22 galerías (15 internacionales y 7 locales), hubo un «programa cultural» con tertulias y disertaciones sobre creación, coleccionismo y educación. Para el 2016, la apuesta de Bardier es lograr aumentar la convocatoria de público. «Este no es un proyecto de masas y había mucho escepticismo, pero creo que va a funcionar, sino no lo haría».

Fuente: El País