Se busca obtener una especie de trazabilidad” de la movilidad turística, explicó el subsecretario de Turismo, Remo Monzeglio

Cada año, desde 2016, la cantidad de turistas que recibió Uruguay superó la cifra de habitantes. Es el primer país de América del Sur al que le pasa esto. Pero la pandemia del COVID-19 puso punto final a esta tendencia, y ahora un dilema recae sobre el gobierno: ¿cómo garantizar la seguridad sanitaria de los uruguayos sin poner en jaque a la llamada industria sin chimenea?

Con el paso de los días, conforme se acerca la temporada estival, la presión crece. Mucho más si se tiene en cuenta que de cada 15 personas empleadas en el país, una tiene como principal ocupación el turismo, según cálculos de Silvia Altmark de la Universidad de la República. Por eso el grupo de científicos que asesora al gobierno tiene sobre la mesa, como tema casi excluyente, las recomendaciones sobre qué hacer con la apertura de fronteras para los visitantes extranjeros.

“Lo primero que uno quiere como gobernante es decir ‘bueno, vamos a no cortarles las alas a aquellos que viven del turismo, que si se les pasa la temporada sabemos el invierno que van a tener’”, dijo el presidente Luis Lacalle Pou. Y agregó que, tras observar los resultados de la apertura de fronteras en Europa, es necesario ponderar “todo el esfuerzo que han hecho los uruguayos en este tiempo, (teniendo en cuenta que) si se abre mal puede causar un retroceso importante”.

Entre los científicos que asesoran al gobierno se definió un subgrupo de trabajo abocado a analizar los números de las temporadas turísticas pasadas, la capacidad de fiscalización de las cuarentenas, la disponibilidad de test y cómo buscar el punto de equilibrio entre los riesgos y los beneficios.

Un equipo de técnicos está compatibilizando la app CoronavirusUy con sus similares en Argentina y Brasil a efectos de que “haya una especie de trazabilidad” de la movilidad turística, explicó el subsecretario de Turismo, Remo Monzeglio. En Uruguay esta aplicación móvil ha tenido más de 610.000 descargas, pero la activación de la alerta de exposición (esa interfaz que avisa si uno estuvo cerca de alguien que dio positivo) comprende a menos del 10% de la población del país.

El decreto vigente no permite el ingreso de extranjeros con fines exclusivamente turísticos. Y para quienes entran por alguna de las nueve excepciones que permite la normativa (tener un emprendimiento local o reunificación familiar, por ejemplo) se les exige una cuarentena de siete días previo a la realización del hisopado confirmatorio.

“Es raro que alguien que viene a disfrutar las vacaciones esté dispuesto a quedarse siete días encerrado en un hotel”, reflexionó el presidente Lacalle. Por eso los tiempos de cuarentena y de testeo son otras de las variables en juego.

Los científicos están evaluando la fiabilidad de algunas pruebas rápidas, en especial las de saliva. Pero no está clara su eficacia para los diagnósticos.
El 19,5% de las personas que dieron positivo a los test de COVID-19 en Uruguay tuvo antecedente de viaje. El 65,6% tuvo contacto con otro confirmado de la enfermedad, y al restante 14,9% no se le conoce un vínculo epidemiológico claro. Así las cosas: con el correr de los meses hubo un incremento de los contagios internos, aun cuando en los reportes diarios suelen haber personas que cruzan la frontera y dan positivo, o uruguayos que regresan del exterior con el virus (en especial de misiones de paz).

Previo a la temporada de verano, Uruguay tiene la ventaja de que en el hemisferio norte ya han pasado por la experiencia… aunque los resultados no fueron muy alentadores. Francia, el país que más turistas recibe por año, tuvo un repunte desde principios de agosto. Lo mismo les pasó a España, Italia, Grecia y Croacia (por citar algunos destinos turísticos).

En América Latina y el Caribe la excepción es Barbados, la isla que abrió la frontera en julio y no tuvo un desborde de contagios.

Fuente: El País