El uruguayo Javier Ganz fue parte de una de las investigaciones del año.

Desde hace algún tiempo las noticias sobre ciencia se han plagado de hallazgos sobre las células madre. Recientemente un grupo de científicos de la Universidad de Tel Aviv y el Instituto de Tecnología de Israel (Technion) anunció que logró reparar la médula espinal de ratas en el laboratorio gracias a una investigación que busca dar pasos para mejorar la calidad de vida de miles de personas. El estudio fue liderado por el investigador uruguayo Javier Ganz, quien explicó a El País cómo se logró y por qué es importante de cara al futuro.

—¿Qué son las células madre?
—Las células madre son células que cumplen dos características básicas: deben ser capaces de autorrenovarse generando más células como ellas, y a la vez deben poder producir otras células con mayor nivel de especialización o diferenciación. Por ejemplo, las células madre embrionarias son las que aparecen en las primeras fases del desarrollo de un organismo y por ende las más potentes. Pueden generar un individuo completo. Las células madre que encontramos en un organismo adulto (y por eso son llamadas adultas) tienen un potencial más limitado que las primeras y son generalmente específicas de un tejido, cumpliendo funciones de mantenimiento y reparación luego de una lesión. Si tomamos una célula madre o progenitora del cerebro, ésta podrá generar células del cerebro pero nunca podrá generar células del hígado o pulmón, al menos no de forma natural.

—¿Qué lograron con esta última investigación?
—En esta última investigación realizada durante mi etapa en Tel Aviv, exploramos la efectividad de un tratamiento que diseñamos para tratar lesiones completas de médula espinal. La médula espinal es la principal estructura que comunica el cerebro con el resto del cuerpo. Esto abarca desde el caminar, sentir, respirar y otras tantas funciones que ocurren sin que nos demos cuenta. Cuando una interrupción de la médula espinal ocurre, el cerebro ya no puede enviar mensajes a sus destinatarios como por ejemplo los músculos de las piernas para moverlas. Existen varios tipos de lesiones medulares, las de compresión y las de sección o corte que son las más dañinas. Estas, a su vez, pueden ser totales o parciales. El corte total de la médula es el peor escenario ya que no existen tratamientos efectivos y el daño es generalmente irreversible. En esta investigación logramos restaurar el funcionamiento motor y sensorial de animales que presentaban un corte total de la médula espinal mediante ingeniería de tejidos.

—¿Cómo fue que las ratas volvieron a caminar?
—Nuestra estrategia se basó principalmente en promover la regeneración propia del sistema nervioso mediante el uso de células madre adultas humanas obtenidas de la mucosa oral. Una vez aisladas las colocamos sobre un esqueleto que sintetizamos en el laboratorio que simula la estructura de la médula espinal. Estos esqueletos cumplen con diversas funciones como proteger las células implantadas, otorgar soporte mecánico y también favorecer la infiltración de células y fibras propias del tejido a tratar. Luego, convertimos estas células en células capaces de producir factores de protección para las neuronas y también factores que estimulan procesos de reparación y regenerativos. Estos dispositivos fueron implantados en la médula, entre los dos segmentos que estaban separados. Tres semanas después del trasplante los animales comenzaron a mostrar mejoras y luego de cinco semanas el 42% ya mostraba patrones de coordinación y locomoción muy complejos que fueron sostenidos en el tiempo. El 75% también recobró la capacidad de procesar estímulos sensoriales. Si bien la locomoción de estos animales no era perfectamente normal, era similar a los de un individuo sin lesión alguna. Finalmente vimos que los mecanismos que llevaron a esta recuperación están basados, entre otros tantos, en la formación de nuevos circuitos que lograron conectar parcialmente las dos partes de la médula. Este proceso fue también posible gracias a que logramos prevenir la formación de un tipo de cicatriz particular y que es uno de los factores más limitantes en la regeneración del sistema nervioso.

—¿Qué implicancias tiene de cara al futuro?
—Los resultados que obtuvimos hasta ahora son bien alentadores respecto de los niveles de mejoría. Pero hay que ser extremadamente cautos. Es muy importante aclarar y tener en cuenta que este es el resultado de un proyecto de investigación que probó una hipótesis en un modelo animal. Las funciones locomotoras y las estructuras de los tejidos difieren entre roedores y humanos, por lo tanto la extrapolación directa y apresurada de estos resultados en humanos podría ser incorrecta. Es muy importante recalcar esto ya que no quiero generar expectativas e ilusiones en quienes más necesitan estos avances. Hay muchos mecanismos que faltan dilucidar, así como también determinar en qué tipo de lesión medular sería eficaz el tratamiento; cuándo se debería realizar la intervención y cuántas células deberían ser trasplantadas, por nombrar solo algunos de los desafíos y preguntas que surgen a partir del estudio y que quedan pendientes. El trabajo es un grano de arena más hacia el desarrollo de terapéuticas seguras y efectivas en pos de ayudar a aquellos que sufren de lesiones de médula.

Un científico uruguayo por el mundo.

Javier Ganz se fue de Uruguay hace casi ocho años. Cuando terminó la licenciatura en bioquímica en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, cursó una maestría en biología molecular y celular del Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas en el Instituto Pasteur de Montevideo. Luego, partió hacia Israel a hacer un doctorado en biomedicina en la Universidad de Tel Aviv y en el Hospital Beilinson, especializándose en medicina regenerativa, específicamente en células madre e ingeniería de tejidos en el sistema nervioso. Hace casi dos años se trasladó con su familia a Estados Unidos. Allí cambió el rumbo de su carrera y trabaja en neurogenómica humana en un laboratorio de la Universidad de Harvard, el Boston Childrens Hospital y Broad Institute —un instituto de investigación conjunta de Harvard y el Massachusetts Institute of Technology (MIT)—. Actualmente trabaja con un pionero del área de la neurogenómica, Christopher A. Walsh, en proyectos relacionados al mosaicismo somático del cerebro humano.

Ciencia – El futuro de las terapias celulares.
«Estoy convencido que las terapias celulares serán una práctica cotidiana en la medicina clínica en un futuro no tan lejano», aseguró el científico al ser consultado hacia dónde cree que va el futuro de la ciencia.
Auge – Más investigación sobre las células madre.

«En los últimos 30 años se ha dado el descubrimiento de ciertos tipos de células madre. También ha ocurrido el entendimiento de los mecanismos por los cuales podemos modificarlas con fines terapéuticos».

Lento – Para ir más allá en seres humanos.
«Hay hospitales, equipos de neurocirujanos, científicos y empresas privadas interesadas en desarrollar este proyecto y evaluar su potencial clínico en humanos, pero éste es un proceso lento», lamenta Ganz.

Fuente: El País