Uruguay y Corea del Sur son los dos países del mundo que están enfocando el uso de tecnología en la educación en la «forma correcta», según el analista Michael Trucano.

Edutech es un Proyecto del Banco Mundial que se dedica al análisis del uso de las tecnologías de información y comunicación en la educación, llevado a cabo por Michael Trucano, el especialista en educación y tecnología del World Bank.

Trucano, que ya se ha referido en algunas de sus columnas a la experiencia uruguaya en educación y tecnología, escribió un nuevo análisis en el que intenta indagar en el dilema de cómo usar las nuevas tecnologías en la enseñanza de formas que sean interesantes, tengan impacto y sean «efectivas».

Recordemos que en el mes de setiembre, un informe del Banco Mundial había calificado al Plan Ceibal de «totalmente ineficaz». Sin embargo, una semana después eliminaron esa alusión, admitieron que se habían basado en información incompleta de los comienzos de la experiencia y de hecho elogiaron calurosamente la iniciativa, además de pedir disculpas al responsable del plan, Miguel Brechner.

En el análisis publicado la primera semana de noviembre, el especialista del Banco Mundial asegura que la evidencia rigurosa de qué es lo que funciona y qué no en esta área (educación y tecnología) no es concluyente. «Lo que no funciona es muy claro: simplemente comprar equipamiento y conectar un montón de escuelas», explicó, pese a lo cual esto sigue pasando en todas partes.

«En mi experiencia, la razón por la que muchos sitios terminan comprando equipos, metiéndolos en las escuelas y esperando que la magia ocurra (algo ampliamente reconocido como la ‘peor práctica’ en lo que refiere a uso de la tecnología en la educación) no es que la gente que está a cargo sea tonta, o desinformada o corrupta (…) sino más bien que es lo más sencillo de hacer, y que es algo sobre lo que las autoridades tienen algún tipo de control», razona Trucano.

Es decir, es algo que «es visible, se puede medir y ocurre en un período de tiempo relativamente predecible».

Pero, indica el especialista, usar las tecnologías de información y comunicación para catalizar un cambio de conducta en la educación «es algo completamente diferente». Y se puede colocar tecnología «sin repensar los procesos, procedimientos y ritmos que caracterizan los sistemas educativos de los países», aclara. «Si la meta es construir un monumento visible para uno o para el jefe de uno», señala, «esa meta se puede lograr» y «oportunidades de salir en fotos no van a faltar». «Pero poner un monumento en una calle cualquiera no cambia la dirección en que esa calle va», reflexiona Trucano, y «si la gente halla que lo que construiste es un inconveniente, simplemente encuentra la forma de esquivarlo».

«Si vas en la dirección incorrecta, la tecnología te va a ayudar a llegar hasta ahí en forma más rápida y más cara», advierte.

Sin embargo, hay excepciones. «Dos lugares que suelo exponer como ejemplos globales de países que están enfocando el tema en la ‘forma correcta’ (aunque lejos de ser perfectos- hablamos de la vida real, no de libros de texto) son Uruguay y Corea del Sur.

Han cometido un buen número de errores en el camino, seguro, y sin dudas que continuarán haciéndolo, pero ambas naciones hicieron esfuerzos coordinados y enfocaron sus inversiones para identificar y aprender de estos errores, tan rápidamente como fue posible, e invirtieron en la capacidad de su propia gente e instituciones para liderar el proceso», cuenta Trucano.

«Los uruguayos se tomaron unos cinco años para conectar sus escuelas, colocar dispositivos en las manos de maestros y alumnos en las clases, y poner a disposición un nivel básico de contenido digital. Cinco años, eso en un lugar bastante pequeño y desarrollado, con mucha habilidad local y liderazgo bien formado. Una de las razones por las que les llevó tanto tiempo -además de que estas cosas nos son triviales, especialmente si querés trabajar en todas las comunidades y no sólo donde es más fácil- es que fueron muy cuidadosos durante el camino para ayudar a desarrollar, estimular y respaldar una variedad de interesados, actores e instituciones dentro y fuera del gobierno», prosigue.

A estos grupos «se los consideraba fundamentales si la tecnología iba a ser usada ‘eficientemente’ (sin importar la forma que uno entienda el término), y mucho más si era usada para respaldar y permitir cambios en el comportamiento en el largo plazo». «Sólo ahora, una década después del Plan Ceibal, es que la evidencia firme del impacto de lo que estuvieron haciendo con la educación comienza a emerger», señala Trucano.

Muchos países «no tienen las capacidades internas de Uruguay, mucho menos de Corea». Pero eso «no significa que esas capacidades no puedan ser desarrolladas», apunta. Por ello, aconseja que las naciones inviertan en la gente, instituciones, mecanismos y sistemas que incentiven los comportamientos que justamente quieren cultivar.

Fuente: Montevideo Portal