Cuando ayer en el Parlamento de Uruguay se hizo un minuto de silencio por las víctimas del holocausto, Miriam Bek, que estaba en las gradas, recordó lo peor. “Lo que más me dolió es que mataron a 26 de mi familia y mi madre también murió. Esto es lo que más me duele, no puedo olvidarlo. Eso me duele más que lo que sufrí yo”, cuenta a El Observador en una entrevista a raíz del 70º aniversario del cierre de Auschwitz, el campo de concentración más emblemático, donde ella estuvo cinco días antes de pasar por otros 10 centros.

Tenía 17 años cuando el terror asoló en Clúj, la ciudad rumana donde vivía. Era judía y la obligaron a llevar la estrella de 10 cm por 10 cm en su pecho. Al comienzo de la persecución, se refugió en un hospital donde trabajaba su madre. Luego ella y algunos familiares fueron trasladados al gueto, donde estuvieron apenas una semana. Veían trenes que iban y venían y los judíos que llegaban les contaban lo que estaba sucediendo. Pero no lo querían creer y, por el contrario, solo deseaban irse en alguno de esos vagones.

“No sabíamos a dónde nos llevaban, solo nos dijeron que iríamos al sur de Hungría, donde algunos iban a trabajar y los viejos iban a cuidar a los niños. Pero nos pusieron en vagones cerrados con candado desde afuera y con una ventana chica. En cada vagón éramos más de 80 personas. Había un balde de agua y otro para las necesidades de todos. Cuando llovía sacábamos las manos por la ventana para lamer un poquito de agua. Así estuvimos cinco días, con todo cerrado, sin comida ni nada. Llegamos al norte, cerca de la frontera con Checoslovaquia. Ahí nos entregaron a los alemanes”.

Lo mismo vivía por esas fechas Silvio Packer, también rumano y hoy con casi 90 años. “Abrieron las compuertas del vagón y estábamos en un campo. Era el famoso Auschwitz. Nos gritaban para que nos apuráramos, íbamos rápido, como ganado. Vimos que de las chimeneas salía humo, pensamos que era una fábrica, pero, ¿qué fábrica? Ahí gasificaban los cuerpos. Después de ahí no vi más a mi mamá ni a mi hermana”, contó a El Observador.

La llegada de Miriam al campo fue de cierta inocencia. Al ver que los separaban en filas, comentó con simpatía a su madre que se sentía en clase de gimnasia. De repente se vio sola y luego se encontró con dos primas suyas. “Y dije: ‘Ya que estamos juntos, vamos a seguir juntas’, y así nos quedamos hasta el final”, evoca con una sonrisa.

Los separaron y algunos prisioneros casi moribundos les aconsejaban que mintieran sobre la edad, porque a los niños y a los ancianos los llevaban directo a la cámara de gas.

Recuerda Packer, que tenía 18 años: “Nos hicieron sacar la ropa, entramos a los baños y nos duchamos. Los que iban a la izquierda, cuando abrían los grifos les salía gas, que los eliminaba en segundos. Nos dieron ropa rayada, nos cortaron el pelo y nos hicieron una franjita de afeitado de unos tres centímetros, por si acaso escapábamos, aunque era imposible”. Esa noche les dieron un café que en realidad era cebada, una rodaja de pan de unos 12 centímetros de largo para repartir entre 10 y unos gramos de margarina.

La suerte de trabajar

Estos dos sobrevivientes, radicados en Uruguay, tuvieron “la suerte” de ser elegidos para el trabajo. Era 1944 y Auschwitz funcionaba como un centro de distribución de prisioneros, por lo que Miriam estuvo allí unos días y Silvio cerca de 20.

“Y donde se trabajaba era más humano”, recordó ayer Miriam, autora junto a su hijo del libro Una voz para la memoria. En total, pasó por 11 campos distintos antes de la liberación. Silvio estuvo en cuatro, y en uno de ellos pasó algunos meses trabajando en una fábrica de aviones de guerra alemanes. La jornada era de 6 a 12 y de 13 hasta la tarde, apenas comían y, con tanto trabajo, morían “como moscas”. Recuerda que un oficial lo martilló en la nuca con un cincel, ni sabe cuántos golpes recibió.

El hombre atribuye su supervivencia a su oficio de sastre. Con un conocido de su pueblo, que era mayor que él y tenía la misma profesión, lograron que les dieran aguja e hilo y usaban la tela de los forros de bolsos de antiguos prisioneros que encontraban. Con ellas cosían shorts, luego de arrastrarse para escapar a los reflectores. Se los daban a los de la cocina, que pasaban mucho calor y, a cambio, les daban algo de comer. “Cosíamos de noche y por eso de día estaba tan cansado. Sobreviví por esos dos o tres meses que tuve refuerzo. Si no, era imposible. Los demás morían a mi lado. En mi pueblo había unos 500 judíos y sobrevivimos solo cuatro”, relata.

El final de la guerra estaba cerca y cuando esta acabó, a Silvio le costó creerlo. “Estábamos tan shockeados que nadie pensó que llegaría a liberarse algún día. Estábamos aislados del mundo, nuestra vida era trabajar y volver, todo era lo mismo”. Con esfuerzo consiguió ir a la que era su casa, ya ocupada por su antiguo vecino, que le devolvió el lugar. Apenas encontró una foto de su hermana y una de su padre, donde aparecía con el traje que él le había hecho. Resistió poco y, con la idea de ir a Israel, llegó a Italia y luego a Francia, hasta terminar en Uruguay en 1952. Luego de años de silencio, “hace poco” comenzó a hablar de lo vivido.

Al día de hoy Miriam no usa polleras de lanilla marrón, pues con una de esas estuvo vestida durante un año al término de la guerra, luego de haber regresado a su país escondida en la cabina de un tren. Nunca volvió a pasar por el lugar donde vivía ni por el sanatorio donde se escondió. En 1947 llegó a Uruguay. En Jerusalén, en un memorial donde están los nombres de todos los desaparecidos en el holocausto, descubrió los de sus familiares. Veintiséis.

El presidente Mujica recordó a víctimas de Holocausto: “Solo una férrea y firme educación en la tolerancia con lo diferente asegura convivencia»

En transmisión simultánea de radio y televisión por el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, el presidente Mujica recordó la tragedia del pueblo judío, calificándola de “una verdadera ofensa a la humanidad”.

“La Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2005 dispuso que el 27 de enero debería ser una fecha en que la humanidad recuerde los horrores del Holocausto que cayó sobre el pueblo judío y otras comunidades, como gitanos, testigos de Jehová, militantes socialistas, comunistas y de organizaciones sociales”. Con esta precisión comenzó su alocución este martes el Presidente Mujica.

A continuación recordó que 70 años atrás el Ejército Rojo, de la entonces Unión Soviética, endurecido por años de guerra, «apareció en Auschwitz (Polonia) y muchos quedaron consternados contemplando montañas de cadáveres, dientes, anteojos, zapatos y 7.000 u 8.000 prisioneros, algo así como cadáveres vivientes”.

“Todo un conjunto de testimonios de la industrialización del horror practicada a mansalva en el corazón de Europa”, indicó.

“Ese plan de exterminio que impuso el nazismo contra el judaísmo es una verdadera ofensa a la humanidad. Pero es también una macabra lección sobre el modo en que se puede llegar al fanatismo”, manifestó y explicó que la ONU solicita que la humanidad recuerde lo acontecido.

“Ratificamos nuestra solidaridad con el pueblo judío. Pueblo que ha compuesto una parte importante de la construcción de nuestra nación. Lo hacemos con el mismo aliento de respeto, de bonhomía que merecen todas las colectividades más grandes, más pequeñas, que conforman la génesis de nuestra construcción”, señaló el mandatario uruguayo en una transmisión simultánea de carácter obligatorio para radio y televisión.

Mujica habló del respeto que en Uruguay se tiene a los pueblos extranjeros como el ibero y el italiano, a quienes huyeron del avance del Imperio Otomano, a los que vinieron de Europa o los que llegaron “arrastrados como esclavos” desde África. En ese orden dijo que cabe recordar el genocidio, todavía no reconocido, al pueblo armenio de hace un siglo.

“Uruguay mantiene esas características de respeto y solidaridad hacía todos, sin discriminar color, religión, origen, raza o historia. Bienvenidos los que llegan a nuestro país y ha sido nuestra característica histórica cuasi fundamental y lo sigue siendo y debe de seguir siéndolo”.

Tolerancia a lo diferente

Mujica comentó que es útil razonar a dónde llevan los extremos del fanatismo, empezando por entender “que solo una férrea y firme educación y formación en la tolerancia con lo que es diferente puede asegurar la convivencia en paz en este mundo”.

“Esa tolerancia es una característica de nuestra pequeña nación. Es un valor que debemos pugnar por salvaguardar por encima de cualquier otra cosa”, exhortó el Presidente.

Por eso instó a entender que esa tolerancia, “hoy bombardeada y en peligro por el auge del fanatismo, es una verdadera enfermedad que va contra la seguridad de los pueblos, contra la tranquilidad y sobre todo contra la posibilidad de convivir cuando se tienen diferencias”.

“En un mundo donde existen religiones, colores de piel, tradiciones históricas, pero por encima de ella, donde existen notorias diferencias de clases, el no partir de educar y formar en la tolerancia es cometer el error de tragarnos el porvenir”, indicó seguidamente.

Aseveró que esta fecha “de dolor y sacrificio” del pueblo judío es de lección para el conjunto de la humanidad, ya que es útil colocar en el análisis de la consideración pública estos temas “en un momento en que vemos signos que no son para nada alentadores”.

Recordatorio a Ana Frank

En otro momento de su discurso, Mujica explicó que a impulso de su Gobierno la Intendencia de Montevideo expone una escultura en homenaje y recuerdo a Ana Frank, la adolescente judía conocida por el diario íntimo en el que narró las vicisitudes pasadas durante los dos años que vivió escondida con su familia en un desván de un edificio de Ámsterdam, capital de Holanda, invadida por la Alemania nazi.

Ana Frank y sus familiares fueron finalmente capturados y distribuidos en varios centros de exterminio nazi, sobreviviendo solo su padre, Otto Frank. Ella muere de fiebre tifoidea el 12 de marzo de 1945 a los 16 años en el campo alemán de Bergen-Belsen, tras pasar por Auschwitz, que fue liberado por las fuerzas soviéticas el 27 de enero de 1945.

“Esa joven judía, cuyo sacrificio nos ha llegado a través de uno de los libros más difundidos en la historia de la humanidad, una especie de compendio, de resumen de amor a la vida en el medio del dolor y la barbarie de aquellos años cuando la Alemania nazi ocupaba gran parte de Europa”.

Señaló que ese monumento fue creado por el desaparecido escultor uruguayo Rubens Fernández Tudurí y que se ubicará en el «Parque de la Amistad» en el predio de Villa Dolores.

“Quedará como un testimonio de lo que ha sido el Holocausto y lo que encierra para que las nuevas generaciones de orientales siempre tengan un recuerdo para luchar por su hoy contra el fanatismo, contra la intolerancia y en contra de la barbarie siempre posible de que resucite por las contradicciones humanas”.

“Por eso esta fecha, es de gestación de nuestra propia personalidad como nación”, concluyó el Presidente Mujica.

Fuente: El Observador y Presidencia