Andrés Moskovics es el último alumno vivo de Torres García. Restauró un mural que pintó 70 años atrás y hará otro para el hospital Saint Bois.

A sus 90 años, Moskovics sigue pintando y encarando nuevos proyectos. Dos de ellos tienen relación con la pintura de los célebres murales que Joaquín Torres García realizó con sus alumnos en el hospital Saint Bois, de cuya creación se cumplen 70 años.

Moskovics relató que días atrás lo visitó el doctor Juan Gil, del Saint Bois, le dijo que él «es el único que queda y le vengo a proponer que repita el mural o haga uno nuevo». «Cuente conmigo le dije, pero le propuse pintarlo en un bastidor que se pueda separar y luego sí voy a colocarlo, porque no estoy en edad y salud para viajar todos los días». Cree que «muy pronto» comenzará a hacerlo.

Moskovics fue operado de cataratas en el Saint Bois en el 2010, cuando llegó al hospital vio el mural de Alceu Ribeiro -el único que quedó en el lugar de los 35 pintados en 1944-. Le llegaron recuerdos y muchos sentimientos al ver los muros vacíos de donde había estado 70 años antes para pintar. «Fue una sensación fea, pero me lo pagaron devolviéndome la vista que había perdido en buena parte. Cuando me sacaron el vendaje y vi mis cuadros me sorprendí de lo colorido que pintaba. Recuperé los colores, esos que el maestro amaba y respetaba», dijo.

Restauración

Desde el 2007, Moskovics y su esposa Gladys Antúnez intentan restaurar el mural que él pintó en el Saint Bois y que está en custodia de Antel en la Sala Lumière que el ente tiene en Canelones. Con el apoyo de la Comuna Canaria lo pudo hacer en junio pasado.

«El hecho es material, reconstruir una obra. Pero hay otra cosa fundamental, importante y única: no se conoce un pintor que 70 años después restaure su obra», comentó.

«Fueron siete años de búsqueda, lucha y de burocracia para restaurarlo. Hoy nos cuentan que gente que fue a verlo dice que está maravilloso y es lógico porque estaba muy deteriorado», agregó su esposa.

Tiene muchos recuerdos de cuando a los 19 años junto a Torres García y otros 18 de sus alumnos pintaron 35 murales en el Saint Bois. «Nos venían a buscar a media mañana una ambulancia gris grande al taller y nos llevaba al hospital. A las 16:30 nos iba a buscar y nos devolvía al taller, el maestro vivía dos casas más allá».

Dijo que a los pacientes y funcionarios del hospital «los aplastaba anímicamente ver todo blanco». «Seguimos yendo después de pintar y el cambio les hizo bien nos comentaban, los colores de los murales y el pensar en cada cuadro», acotó.

Un artista que fue vecino del Conde Drácula

Moskovics nació el 5 de abril de 1925 en Transilvania (Rumania) «a una escasa cuadra del castillo del conde Drácula, que en realidad era Drakul de apellido», relató el pintor. «Era un hombre buenísimo, tremendamente generoso y amigo de mi padre desde la infancia, quien se ponía furioso cuando leía los cuentos que ese inglés (Bram Stoker) había inventado con Drácula», dijo.

Según Moskovics, los Drakul «eran médicos y Transilvania quedaba lejísimos de Bucarest, capital de Rumania. Era imposible ir hasta allí a estudiar cadáveres». Entonces «se les ocurrió pagarle el entierro a los pobres y comprarles los cuerpos para estudiar. Se hicieron una morgue en el sótano del castillo y por los ventanales pasaban los paisanos a las 5:30 de la mañana rumbo a la cosecha; había luz, miraban y se encontraban con que los doctores cortaban, sacaban sangre en frasquitos y empezó la fantasía de la ignorancia», dijo. «Este escritor preguntó qué había de original en Transilvania y le dijeron: `Un conde que es médico, vive de la sangre y come carne humana`. De ahí viene la fantasía», dijo.

El 6 de diciembre de 1930, Moskovics llegó con su familia a Uruguay. Su padre luchó en la Primera Guerra y decía que tuvo la suerte de traer a sus cuatro hijos; no quería que ellos pelearan en otra guerra.

Fuente: El País