Para tener una nación, decía Benedict Anderson, hacen falta tres cosas: un censo, un mapa y un museo.

La observación es especialmente pertinente en el caso de Uruguay, que fue un Estado antes de ser, propiamente, una nación. Dicho de otro modo, el reconocimiento de los límites territoriales (representado en el mapa), el relevamiento de la población que estará sujeta a sus leyes (el censo) y la instalación de un conjunto de objetos capaces de aportar sustancia e historia a algo tan difuso como la “identidad nacional” son claves para que un acuerdo político-administrativo derive en una forma de agrupamiento tan naturalizada como para que su soberanía sea indiscutible.

Uruguay tenía apenas 12 años de independencia declarada y hacía sólo siete que tenía Constitución cuando consideró que necesitaba tener un museo.

En la página web del actual Museo de Historia Natural se recuerda así ese momento: “Apenas si el país había comenzado a vivir su vida independiente, cuando por iniciativa de hombres sabios se comprendió que, como todo país civilizado, también el Uruguay debía destinar una parte de su presupuesto para la conservación de su patrimonio e incrementar el conocimiento de la naturaleza”. Por cierto, el territorio de la antigua Banda Oriental no era rico en restos arqueológicos monumentales, así que se pensó en un Museo de Historia Natural, que constituiría su acervo con el aporte de colecciones privadas como las de Dámaso Antonio Larrañaga y Teodoro M Vilardebó, entre otros.

El 4 de setiembre de 1937 un decreto del Ministerio de Gobierno creó una comisión encargada de organizar el museo y una biblioteca (la Biblioteca Nacional, creada 20 años antes, en 1816, era apenas “un pobre conjunto de libros, dificultosamente reunidos por Pérez Castellano, Larrañaga y otros”). Hacia finales de ese año se llevó a cabo la primera “expedición científica” del novel museo. Un equipo integrado por, entre otros, Vilardebó, Bernardo Berro y Arsène Isabelle se desplazó hasta la zona ribereña del Arroyo del Pedernal, en el departamento de Canelones, para extraer los restos fósiles de un gliptodonte. Una publicación firmada por Berro y Vilardebó en el diario El Universal de Montevideo (considerada hoy la primera publicación científica “pura” en el país) daba cuenta de los detalles del hallazgo y de los procedimientos seguidos para su extracción. El “fósil del Pedernal” fue bautizado como Dasypus antiquus, el primer nombre científico dado a una especie de gliptodonte.

El impulso no se detuvo ahí, y el 18 de julio de 1838, en lo que se conocía como la Casa del Gobernador, ubicada donde hoy está la plaza Zabala, abrió sus puertas al público el primer museo del país. Exhibía orgullosamente una colección que contaba con ejemplares de flora y fauna autóctonas, piezas geológicas y restos paleontológicos y arqueológicos.

El ímpetu museístico no duraría mucho, pero la piedra fundamental estaba colocada y, a pesar de los altibajos, hoy, a 180 años de aquel estreno, Uruguay tiene una red de museos que incluye a más de 200 instituciones públicas y privadas tanto nacionales como departamentales y está en plan de recuperar y “poner en valor” tanto el acervo como las estructuras de conservación y exhibición.

En este contexto, el martes de esta semana, en una conferencia de prensa brindada en la Casa de Giró, perteneciente al Museo Histórico Nacional y recientemente recuperada, un equipo integrado por la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, el director nacional de Cultura, Sergio Mautone, y la coordinadora de Ciudadanía Cultural, Begoña Ojeda, repasaban los objetivos alcanzados este año y daban con entusiasmo dos noticiones: la llegada, en marzo del año próximo, de la muestra Picasso mundo –compuesta mayoritariamente por obras pertenecientes al museo Picasso de París–, y la adquisición del museo Gurvich, que ya está a estudio del Tribunal de Cuentas y, de aprobarse, permitirá que la compra se concrete el año próximo.

Sobre la muestra de Picasso se destacó el hecho de que no se trata de una exposición itinerante sino que será una instalación especialmente traída a Montevideo, lo que abre la puerta a la llegada de visitantes desde toda la región.

En cuanto al museo Gurvich, la ministra Muñoz señaló su importancia por el acervo que guarda y destacó el punto estratégico de la ciudad en el que está ubicado, en plena peatonal Sarandí, en una zona de gran interés turístico. Toda la Ciudad Vieja, dijo Muñoz, está en un proceso de “puesta en valor” que incluye tanto sus propuestas culturales como su oferta gastronómica y su revitalización edilicia y comercial.

Esta noche, para cerrar un año en el que los museos fueron especialmente mimados por la administración, todo el país podrá disfrutar de una nueva entrega –la decimocuarta– de Museos en la Noche, una fiesta sólo comparable al Día del Patrimonio y que convoca cada vez a más público. Está todo pensado: habrá actividades para niños, comida para todos los gustos y recorridos especiales para hacer a pie o en bicicleta. Habrá espectáculos musicales, exposiciones, charlas y presentaciones de libros, se iluminarán los cementerios y se abrirán hasta la medianoche las puertas de instituciones públicas y privadas con colecciones para mostrar.

Si los museos nacieron como una necesidad de las jóvenes naciones para sustentar su legitimidad y dar soporte material al relato de su genealogía, hoy se muestran como una forma de poner a cada país –y hasta a cada poblado– en el mapa global de atracciones. El museo, en Uruguay y en el mundo, se reconvierte como escenario espectacular y fiesta compartida. Soplan vientos de nomadismo y de circulación incesante de personas y mercancías. Y en ese flujo continuo recaerá sobre museos, placas y monumentos la difícil tarea de oficiar como mojones, como marcas fijas heredadas de un tiempo en el que se esperaba que las naciones estuvieran quietas y se dejaran cartografiar.

Picasso y Uruguay

“Aunque el aniversario es este año, de alguna manera volver a tener exposiciones de primer nivel internacional en Montevideo, y que no sea un blockbuster que va de gira, sino especialmente pensada para aquí, es parte del proyecto. La exposición de Picasso fue concebida teniendo en cuenta a Torres, a Barradas, a nuestra modernidad y a la española y francesa de Picasso, a París y Barcelona de principios del siglo XX como centro. Va a ser una gran muestra que nos obliga, como museo, a crecer y profesionalizarnos para cumplir los estándares internacionales. Picasso obliga a los museos a mejorar, desde los recursos humanos, la infraestructura, la seguridad, los planes pedagógicos, a pensar la función misma del museo como espacio público”.

Fuente: La Diaria