El escritor, periodista y crítico de arte argentino Fernando García, en la columna publicada este domingo en el diario La Nación, habla de una saga artística que forjó una estética local propia que asegura, permite distinguir la marca país de Uruguay en zonas sutiles del arte local.

En temporada se nota más. Por lo menos desde esta orilla. Si se mira con detalle en la estación del ferry entre bolsos, remeras, billetes de pesos uruguayos y souvenirs varios, se distingue la marca país (de allá). Muchos ni siquiera saben que esas formas de calculada geometría rupestre corresponden a la cuadrícula cósmica del maestro Joaquín Torres García, artista sobre el que los españoles disputan patente pero que es mil por mil uruguayo. A través del merchandising (que convirtió a su museo de la Ciudad Vieja en visita obligada) pero también por una decisión política la clásica forma de rayas y pictogramas de la Escuela del Sur devino un símbolo rápido y sofisticado del Uruguay. Y es también un mensaje: el país es chico, los artistas grandes, gigantes acaso.

La semana pasada escribí sobre la retrospectiva de Carlos Sáez en el Museo Nacional de Artes Visuales en Montevideo. Figurativo y romántico, con parte de su familia afincada en la Argentina, su pintura manchista es una debilidad de connaisseurs (Eduardo Costantini a la cabeza) pero no mucho más aquí. La saga del arte uruguayo seguramente tenga a Juan Manuel Blanes (hacedor del retrato de Artigas) y a Pedro Figari (que introdujo la cultura afro en lo pintable) entre sus representantes más vistos, pero se extiende hasta el presente. Torres García marcó a fuego a varias generaciones de constructivistas uruguayos con José Gurvich (otro con museo propio) a la cabeza y una línea que se terminó encontrando con el estilo de Figari en la obra lúdica de Ignacio Iturria en los años 90.

Sin embargo, no es una escena de oficio sino de ideas. Y allí en el mapa del arte contemporáneo Uruguay mide su peso en oro con la obra conceptualista de Luis Camnitzer y la videografía del irreverente Martín Sastre, cuya serie entre kitsch e iconoclasta culminó con la fabulosa puesta en escena del «U from Uruguay», un perfume hecho sobre la base de hierbas cultivadas por el presidente Mujica en su huerta suburbana. Arte uruguayo, demasiado cerca para perdérselo.

Fuente: La Nación