«Está todo muy ajustado, hay veces que marchamos con el viento en contra, pero hay que seguirla”, expresó la productora rural y copropietaria de Rincón de Francia
Rincón de Francia –de la familia Zabaleta Stirling– es una emblemática estancia de Uruguay que el año pasado cumplió 150 años. El legendario establecimiento, que aun conserva aires de otras épocas, está en Río Negro y allí crecieron y se formaron siete generaciones. Hoy la estancia sigue con su buena gestión en manos de la sexta y séptima generación de la familia Stirling, que llegó desde Escocia en 1826. Rincón de Francia fue la primera anfitriona de la Gira de Otoño de la raza Hereford desarrollada este año, el 13 y 14 de junio. A continuación, el diálogo de El Observador con uno de los pilares del establecimiento, Maureen Stirling de Zabaleta.
¿Qué significan estos 151 años y siete generaciones forjando un mismo establecimiento?
¿Qué te puedo decir? Si hubiera sabido de antemano, a lo mejor salía disparando del susto. Me trajeron acá a los tres años y ésta fue mi casa desde entonces. Crecí en el campo, amé al campo y aun lo amo. Cuando era chica, temprano en la mañana montaba el caballo e iba detrás de mi padre y hacía todas las tareas junto a él. Todo eso lo llevo en la sangre. Mamá era muy exigente, ella era irlandesa. Me acuerdo que me decía: “Si tu no sabes hacer ocho comidas básicas y no dejas el cuarto listo, no vas a hacer nada de lo que queres”. Y yo tenía pasión por andar a caballo, no me gustaba mirar el campo desde la ventana, a mi me gustaba salir a trabajarlo. Eso me marcó por toda la vida, que hay cosas que van primero que lo que a uno le gusta ser o de lo que tiene ganas de ser. Después tuve la fortuna de casarme con un agrónomo que vino a trabajar acá y entonces ésta siguió siendo mi casa, porque seguí viviendo acá. Soy un bicho raro para eso. Toda mi vida la he hecho acá. Me ayudó también la ubicación de la estancia, en donde el casco está a 700 metros de la ruta. Entonces los hijos pudieron ir a Young a completar la secundaria y luego marcharon a la universidad. Yo soy la quinta generación directa, la primera que quiebra el apellido Stirling, cuando se volvió Zabaleta Stirling. Una vez casada con Zabaleta se quebró la historia porque venía uno detrás del otro. El primero fue escocés y de ahí para adelante. Y bueno, esto es la vida, esto es mi todo. Si nos quedamos sin luz, yo sé de memoria donde está todo.
¿Siempre estuvo en este casco?
No. Cuando nos casamos vivíamos en una casa pegada al tambo, ahí nacieron cinco de mis seis hijos. El mayor, Ignacio, se encarga del tambo y vive en esa casa. Cuando mis padres envejecieron, mi mamá tenía problemas de salud y se fueron a Montevideo. Ahí nos quedamos nosotros como los titulares de la casa. En otra casa Joaquín (otro de sus hijos) tiene el plantel y vive allí. Junto a ellos dos, somos los tres que continuamos viviendo en Rincón de Francia.
¿Qué recuerda de sus inicios en el establecimiento?
Me trajeron a los tres años porque papá vivía en una estancia vecina y mi abuelo lo trajo para que lo suplantara, fue por eso que seguí viviendo toda mi vida acá. Para nosotros es un modo de vida, es una vocación más allá del éxito o del fracaso. En estos tiempos está todo muy ajustado, hay que estar achicando todo, hay veces que marchamos con el viento en contra, pero hay que seguirla. Es la naturaleza y así se hace. Para nosotros es una bendición tener seis hijos y que cada uno, a su manera, dé la vida por el campo, aunque no estén viviendo acá. Los hijos que están lejos siguen diciendo “vamos a casa” cuando vienen para acá. Es una cosa que pega mucho y que lo tenemos en la sangre. Es una providencia, una bendición.
¿Qué tareas tiene hoy a cargo en Rincón de Francia?
Acabo de entregar lo que era la contabilidad de la empresa. Yo era la titular, pero con la edad me superó. Era la contable o era abuela. Ya con 75 años era una tarea muy engorrosa y pesada. Te lleva el día entero, pasas corriendo y el estrés me tenía enferma. Llevamos las cosas a Young. Verónica hace los mandados. En fin, nos ayudamos unos a otros. Ahora hay que estar presente. Porque si no estás en esta casa que tiene 150 años se viene abajo. No se puede estar viniendo los fines de semana, ni una vez al mes. Hay que estar.
¿Cómo observa al campo hoy?
Está muy difícil, muy complicado. Los mercados son inciertos, suben, bajan. Podría decir, en mis términos de entrecasa, que son como caprichosos, dependiendo de quien esté arriba para mover las piolas. Todo está muy complejo. Tampoco sabemos si lo que producimos lo vamos a vender. En eso nos ayuda ser humildes, acá no somos ningunos cracks. Más allá de lo que produzcas o a lo que te dediques, estamos a expensas del mercado. Pese a todo, siempre hay que ponerle ganas, estar abierto a nuevas cosas. Me acuerdo que mi hija más chica, Virginia, que nació 10 años después que los mayores, fue la que me inició en Internet. Ella estaba lejos y yo no podía comunicarme. O cuando se me descompagina el celular vienen mis nietos y son los que caminan arriba. Y todo es así: una rema de atrás, pero los chicos nos puntean. Lo que sí es seguro es que los cambios vienen cada vez más vertiginosos y hay que estar abiertos para adaptarse a ellos porque sino te quedas en la vereda.
La opinión de una hija
Durante la conversación con Maureen estuvo presente Verónica, unas de sus hijas, quien también participó de la charla. Para ella y sus hermanos Maureen es un ejemplo a seguir, por todo lo que les ha enseñado y lo que les ha dado en la vida. Verónica estuvo prácticamente toda su vida viviendo en Rincón de Francia, solamente salió tres años. “Hasta que me casé, hace 11 años, pero sigo viviendo cerca. Nunca más me despegué del campo. Solo durante la época en la que me fui a estudiar a Montevideo y me despegué de mis padres. Pero fue ella quien nos transmitió ese amor por el campo”, comentó.
El perfil
Datos: Maureen Stirling Lawlor está casada con Oscar Zabaleta y tiene 75 años.
Familia: Junto a su esposo tienen seis hijos y 12 nietos. Vive en el casco principal de Rincón de Francia.
Actividad: Ex responsable de la contabilidad de Rincón de Francia. Dejó esa tarea para encargarse de la casa y de sus nietos.
Fuente: El Observador