Los trabajadores del crucero estuvieron más de 40 días en la costa uruguaya y realizarán la cuarentena en dos hoteles de Montevideo

Carlos descendió del ómnibus con un mameluco amarillo, zapatones azules de tipo quirúrgico, tapabocas y una valija. Un barbijo cubría su boca pero sus ojos expresaban la alegría que generalmente se acompaña con una sonrisa. «Fue casi volver a nacer», dijo este martes al llegar al hotel Regency Way en el barrio Villa Dolores uno de los 36 tripulantes con coronavirus del crucero Greg Mortimer que terminará de cumplir la cuarentrena aislado en ese edificio hasta poder regresar a Honduras, su país se origen, en el que lo esperan su esposa e hijos.

El crucero partió de Ushuaia, bien al sur de Argentina, el 15 de marzo, y tenía como destino Las Palmas de Gran Canaria. Pero, a fines de marzo, uno de los pasajeros con coronavirus covid-19 empeoró su estado de salud y el barco llegó a aguas uruguayas luego de intentar atracar en varias ciudades en las que les negaron ayuda.

Permanecieron fondeados a 20 kilómetros de la costa, trasladaron a los pacientes más graves y a mediados de abril los pasajeros oriundos de Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y varios países de Europa regresaron a sus hogares en dos vuelos humanitarios.

Los 86 tripulantes, de 12 nacionalidades, permanecieron casi un mes en la soledad del barco luego que los últimos pasajeros regresaron a sus hogares el 15 de abril. Son hombres y mujeres que trabajan en el mar y están acostumbrados a permanecer muchos largos meses en ese ambiente. Sin embargo, en el Greg Mortimer no viajaban en condiciones normales. Varios tenían coronavirus, estaban encerrados y aislados en sus camarotes, lejos de sus familias en plena pandemia, con mala conexión a internet y esperando que llegara el día en que les dijeran «se van a casa».

«Los últimos días cuando nos dijeron que íbamos a desembarcar fueron muy alegres», contó el tripulante hondureño ya en tierra firme. Es que en este tiempo de confinamiento pasaron angustia, temores, estrés e incertidumbre. Al igual que el resto de la tripulación, el hombre está agradecido con el gesto de Uruguay de buscar una solución en el medio de una crisis sanitaria mundial. «Gracias Uruguay, los llevo en el corazón», expresó con entusiasmo, golpeándose con su mano el pecho y los ojos llenos de lágrimas, mientras era aplaudido por vecinos del barrio.

Los tripulantes descendían del ómnibus y el canciller Ernesto Talvi recibía agradecimientos y devolvía palabras de aliento a los extranjeros y al personal de salud del Casmu que se encargó de la parte sanitaria del traslado. Frente al hotel hay una plaza y Talvi se acercó hasta allí a saludar, con distancia, a varios de los uruguayos que se fueron agrupando este martes a medida que la avenida Rivera fue cortada por la Policía de Tránsito. «Gracias canciller, gracias por todo lo que hace», gritó una vecina.

Talvi explicó en rueda de prensa que esta operación fue más compleja de resolver que las dos anteriores en las que viajaron pasajeros ya que en esta ocasión no había una contraparte para gestionar el retorno como fue el caso de la cancillería australiana. «Los tripulantes vienen de muchas partes del mundo, de Honduras, Guatemala, Colombia, Ucrania, Polonia, Indonesia, Malasia, Tailandia. Era muy difícil coordinar que alguien se hiciera cargo», señaló.

El barco se convirtió en un foco de alta carga de coronavirus. Así es que pasados los 14 días en que se estima que los infectados empiezan a dar negativo en los test de diagnóstico, los tripulantes seguían con la enfermedad. «Si no los sacábamos no se iban a curar. Tomamos la decisión de bajarlos con todas las garantías necesarias para la ciudadanía, no va a haber riesgos ni para ellos ni para la población», enfatizó el canciller.

Así fue que se resolvió su traslado a dos hoteles de la cadena Regency. Primero descendieron del barco aquellos con diagnóstico covid-19 negativo y luego los positivos.

Ambos grupos se mantendrán aislados, en habitaciones individuales, sin contacto con los empleados y recibirán instrucciones para la limpieza de los cuartos y el procedimiento para recibir la comida. También tendrán chequeos médicos diarios a través de telemedicina y en caso que requieran internación, Casmu tiene preparada una operación de traslado.

«Sanarse y volver con sus familias, que ya hace varias semanas están en esta situación angustiante», remarcó el ministro como el objetivo central de la operación.

El seguro de Aurora Expeditions, empresa dueña del crucero, se hará cargo de los costos de alojamiento y alimentación. «El Estado uruguayo hace lo que pocos hacen, lo necesario en este caso», enfatizó Talvi.

En el buque permanecerá un contingente de 20 tripulantes para mantener la seguridad de la embarcación y el próximo domingo se desinfectará completamente el barco. «Vendrán cuatro tripulantes más que enviará la empresa, vamos a esperar 14 días, testearlos a todos y si da todo negativo, vamos a permitir que el buque vaya a Las Palmas, que era su destino final. No pueden estar lejos de Montevideo mientras sean positivos por si precisan atención», destacó.

El ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, explicó que se realizó una inspección a hoteles para saber si cumplían las condiciones para que los tripulantes realizaran la cuarentena. «La elección se debe a razones técnicas. Las habitaciones debían tener determinado piso para lavar, las paredes también y se eligieron los que estuvieron en mejores condiciones para hacer un aseo posterior», dijo el jerarca.

Orgullo uruguayo
Mirta, una vecina del barrio Villa Dolores, llevó a su perro a la plaza frente al hotel Regency Way con la excusa de mirar el operativo y aplaudir «la valentía de los tripulantes». «Muy contenta con lo que hizo mi país y cómo nos van a recordar ellos después de todo lo que pasaron», expresó.

Para los trabajadores uruguayos que participaron del operativo también fue una forma diferente de realizar su tarea. Cuatro enfermeras descendieron de una ambulancia en el muelle C del Puerto de Montevideo con sus equipos de protección personal azules y la atención puesta sobre ellas, que fueron de las primeras en llegar.

Pablo Sosa, chofer de Ega, participó en los otros dos traslados de pasajeros del Greg Mortimer y tiene claro el protocolo de vestimenta y los pasos a seguir durante el viaje. «Estacionamos el ómnibus pegado al barco, nos bajamos, nos alejamos y una vez que ellos (tripulantes) están arriba, subimos y manejamos», explicó un rato antes de comenzar la tarea. Los coches doble piso de la empresa tienen la cabina del conductor separada del lugar donde van los pasajeros, por lo que dijo sentirse «tranquilo» ante el temor de contagio.

Carolina Vázquez, otra tripulante, dijo estar feliz de conocer Uruguay, aunque haya sido en condiciones distintas a las que hubiera imaginado. «Conocí la humanidad de los uruguayos, enamorada de este país», gritó con entusiasmo en la puerta del hotel.

Este martes será recordado por ese grupo de trabajadores de alta mar como el día que la peripecia empezó a llegar a su fin. Hace un mes eran los mismos tripulantes quienes aplaudían a los pasajeros que salían del barco rumbo a su hogar y esperaron su turno. Ahora fueron ellos los que escribieron un cartel diciendo «Gracias hermanos uruguayos», que quedó en el crucero.

Fuente: El Observador