Lograr la confección de 25.000 prendas para cuidados médicos y dos millones de barbijos es lo que empuja a Kevin Jakter y Sofía Domínguez, responsables de Rotunda, en esta cuarentena. Preocupados como todos, dan cuenta de que siempre se puede hacer un poco más.

Por Eugenia Lago.

Hacer. Levantarse, tomar las herramientas que estén al alcance y ponerse al servicio de la sociedad es para algunas marcas de moda uruguayas la única forma de afrontar la crisis. El rubro es uno de los tantos afectados por esta epidemia: diseñadores, modistas, vendedores y empresarios viven, como todos, la incertidumbre del día a día. Hay equipos enteros en seguro de paro, mercadería estancada y cortinas bajas que en algunos casos arriesgan no volver a levantarse. Se impone acompañar al sector, que vislumbra un cambio en las reglas de juego y de consumo. De ahí los apuros por modernizar las webs, ponerse al día con la venta online y dictar talleres que transmitan que no todo estará perdido cuando la nueva realidad se haga presente. Porque más allá de la incertidumbre, la supervivencia exige calma, imaginación y buen olfato para tomar fuerza y marcar la diferencia. Es en tiempos de cambio que aparecen las oportunidades.

Rotunda es una de las empresas exitosas de diseño de moda uruguaya, con una identidad muy definida, un desarrollo comercial más que interesante, y una evolución que se vio reflejada en cada uno de los pasos llevados a cabo a través de sus intensos seis años de vida. Hoy llegó el tiempo de mostrar su costado más humano, por eso se pone al servicio de la comunidad, y decide confeccionar implementos para el personal médico en tiempos de escasez.

Se vive como un regalo de Dios. Para Kevin Jakter y Sofía Domínguez, responsables de la firma, poder ayudar en esta crisis sanitaria es una luz que les fue dada. Rápidamente respondieron al llamado de la organización Nos cuidamos entre todos, con un millón de dudas, pero comprometiéndose a cumplir. Al momento de esta entrevista, hace más de cuarenta días que están envueltos no solo en la confección de 25.000 prendas para cuidados médicos, sino también en la elaboración de dos millones de barbijos.

El objetivo es claro. Los fondos que la ONG recaudó para paliar la crisis sanitaria deben quedarse en el país. Para esto, es necesario igualar el costo de importar los productos desde China y así demostrar que es posible fabricar localmente mamelucos, capuchas, sobre túnicas y barbijos, con el incentivo además, de poner de nuevo en marcha talleres que habían quedado parados, dando con ello una oportunidad a tantos trabajadores sin empleo.

Kevin– El primer pedido de la organización fue el de las prendas médicas y nos encontró en un contexto crítico y desafiante para todo el país. Una semana antes (13 de marzo), tuvimos que cerrar nuestras diez tiendas de un día para otro. Fueron jornadas enteras hablando con los dueños de los locales que alquilamos, estableciendo los seguros de paro para parte de los empleados y los nuevos horarios para los que quedaban activos. Tuvimos que cerrar el 95 por ciento de nuestra empresa. El cinco restante, que correspondía a la web en ese entonces, quedó en funcionamiento. Mientras tanto, Sofi recorría las tiendas, para encontrar en el mercado local las telas que cumplen con los requisitos de impermeabilidad, resistencia, condiciones de lavado y durabilidad. Ella en un momento estuvo por explotar, y me puse a ayudarla con los presupuestos, costos, y planificación de entregas de las prendas para el Hospital Español, el Maciel, las donaciones del Club Nacional de Fútbol, Montes del Plata y demás. Empezaron a pedirnos cotizaciones como si nosotros nos hubiéramos dedicado toda la vida a esto; querían ayudar y nosotros habíamos logrado un costo de producción que les servía. A partir de ahí, con Sofi nos abocamos a esta situación y el equipo de Rotunda puso todo para sacar adelante la web y el futuro de la marca.

El escenario era claro hasta que recibieron una nueva llamada de la organización que les proponía realizar un millón de tapabocas reutilizables para donar al personal médico y a los más necesitados. La apuesta era igualar el presupuesto destinado para la importación, cubriendo la demanda en el mercado local. Finalmente, el número se duplicó y desde hace tan solo diez días la meta es alcanzar los dos millones de barbijos.

Sofía– Todos nos decían que era una locura producir dos millones de tapabocas en este país. Nos preguntan una y otra vez si somos conscientes de ese número. Pero a la vez, una donación de tanto dinero es importante que se quede acá, en manos uruguayas. Comprarlos en China es un trámite, mientras que hacerlos en el país implica un proceso.

K– El proyecto solidario tiene un doble impacto: dar trabajo y cuidar la salud en un momento en que es un desafío nacional. Para poder hacerlo era necesario lograr un costo unitario muy bajo; a la hora de calcular el presupuesto pensando en un millón de unidades, cada peso es muchísimo. Nos llevó tres días armar una red de confección, entre fábricas grandes y chicas, talleres y costureros, con trescientas personas trabajando para esto. Logramos armar un sistema que va más allá de los talleristas; mueve a las empresas de telas y de corte, a servicios de cadetería, a proveedores de insumos y transportistas.
A medida que las tandas de tapabocas estén prontas se irán donando según la urgencia al MIDES, ASSE, SINAE, el Ministerio del Interior y el Ministerio de Defensa. Se estima que en la primera semana de mayo se entregarán 120.000 unidades y en las siguientes se sumarán de a 200.000, hasta llegar a los dos millones. La planificación pauta entre seis y ocho semanas, e involucra a más de 300 personas pagas y 4.000 voluntarios.

S– En este último viaje, nos encontramos con el importador de las telas médicas de ASSE que fue de gran ayuda. ´El importa una especie de tela TNT, no tejida, certificada e impermeable, con la que hicimos la capa interior del tapaboca. Era importante crear un producto lavable y súper resistente. También tuvimos en cuenta que fueran con elásticos, para que sean prácticos al poner y sacar. Cuando empezamos, ni nos imaginábamos que no quedaban más elásticos en el mercado. Hicimos la cuenta y necesitábamos 720.000 metros, una locura. Las importadoras nos decían que ni en todo un año adquirían esa cantidad. Las fábricas no tenían la goma necesaria para hacerlos y en todo caso, la capacidad de fabricación era de 5.000 metros por semana. Ante esos datos era imposible llegar a la meta. Pasamos mucho estrés. Al final conseguí un importador muy grande que podía proveernos un elástico de cinco centímetros de ancho que podíamos cortar en tiras de 0,5 centímetros. Lo compré pensando que con el equipo de Rotunda lo podíamos cortar sin problemas. Llegué a casa y me puse a dividirlo. Cortar cada rollo lleva cinco horas y tenemos 6.500. Ahí me puse a llorar, me di cuenta de que no llegábamos.

Parecía que ya no había solución frente al nuevo obstáculo. Sofía asume que lo de ella es lo creativo; repite que la planificación y el orden no son su fuerte. En cambio, Kevin parece tener en su mente cada paso a seguir. Habla de tiempos y planes a corto, mediano y largo plazo, que lo guían. Es lo bueno de complementarse.

S– A la mañana siguiente le pedí a Kevin que me filmara, en un acto totalmente impulsivo y espontáneo. Hice un video contando esta situación y automáticamente empezaron a estallar los celulares con gente que quería ayudar. Este era un desafío de solidaridad. La cantidad de personas que se acercaron a dar una mano fue el punto más emocionante para mí. Hoy hace una semana de este video, y ya llevamos repartidos 5.500 rollos entre voluntarios; faltan 1.000 y parece increíble. Tomé consciencia de que si no fuese por esta red de 3.000 personas que cortan, no podría hacerse esto en Uruguay. Tenemos sedes en cada barrio, treinta puntos de distribución en los que la gente toma sus metros y los devuelve cortados. Aparecieron voluntarios que ofrecían su casa para esto. No es poco. Tener tu casa como base implica responder a mensajes todo el día, estar a disposición, recibir gente, llevar control de lo que se entrega y lo que se recibe. Es un trabajo colectivo.

K– Este proceso implica varias partes. Se compraron miles y miles de metros de tela, que no entran en un depósito normal. A las modistas había que entregarles la materia prima cortada con medidas específicas. La fábrica de corte no tiene quinientas máquinas para abarcar las cantidades de las que estamos hablando, por lo que tuvimos que sumar a varias, para que fueran entregando ni bien terminaban cada rollo de tela.

S– La tela médica es muy particular, no tiene la medida estándar de otro textil, entonces un herrero tuvo que hacer un artefacto especial para que la cortadora funcionara. Pasamos estrés con la tela impermeable, con los cierres, no son mercados pensados para esto.

En lo que respecta a Rotunda como marca de moda, la dupla supo anticiparse al caos. El mismo viernes 13 de marzo armaron una estrategia de contingencia que suponen se mantendrá hasta junio.

K– La gente tenía miedo y había que ser responsable. Hubo que tomar decisiones en minutos, de todo lo que implica cerrar los locales. El personal, lo financiero, la mercadería que queda parada, la que estaba pronta para ingresar y la que se estaba produciendo. Actuamos rápido. Había mucha incertidumbre sobre qué pasaría con los alquileres, con las tarjetas, con los softwares, con las compras de mercadería y los depósitos.

S– Frase trillada, pero real. En toda crisis hay una oportunidad. A mí me emocionó mucho conectar mi carrera -tantas veces vista como superficial-, con una causa que nos trasciende. Rotunda volvió a los talleres, a la industria nacional, y a dar trabajo a uruguayos. Fabricamos algunas cosas acá, pero también en China y Brasil. Es real que Uruguay no cuenta con cierta tecnología para hacer algunas prendas. Pero hay cosas que sí y queremos fomentar eso. Dar cada vez más fuentes de trabajo. Siento que estamos trabajando en un propósito hacia un bien colectivo y eso me mueve. La solidaridad de la gente me emociona. Soy consciente de que entre todos es posible salir de esta, y de todas.

K– A mí me emociona mucho lo que estamos viviendo. Me hizo salir a la cancha, trabajar catorce horas por día, e irme a dormir cansado, pero feliz de corazón. Esto fue un regalo de Dios y le doy infinitas gracias por permitirnos ser vehículo de algo tan lindo.

Rotunda es una empresa de hoy. Se embandera con el feminismo en rondas de mujeres y propone nuevas reglas para este siglo; expone la importancia de los artistas uruguayos en producciones que recuerdan a poetisas y actrices nacionales; da a conocer a los integrantes de la marca, su valor y su rol en más de una oportunidad. Trabajan el camino de la sustentabilidad, incorporando prácticas a nivel interno y de a poco, sumando líneas amigables.

K– Venimos recorriendo un camino. Armamos una tribu en la que buscamos trabajar con amor, alegría y responsabilidad. El año pasado nos propusimos ser una empresa de cuádruple impacto: teniendo repercusión en lo social, lo ambiental, lo económico y lo espiritual. Ahora, todas nuestras acciones van en esta línea. No queremos ser solo una plataforma que venda ropa, sino una organización que da algo más a quienes trabajan con nosotros, y también a la sociedad.

Fuente: Revista Paula/ El País