Hace pocos meses, Gonzalo Bava se animó a abrir el primer restaurante uruguayo de Manhattan: lo llamó Charrúa.

En diciembre de 2014, Gonzalo Bava –un uruguayo de 44 años radicado en Nueva York– asumió el desafío de crear el primer bistró con propuesta gastronómica íntegramente uruguaya del distrito de Manhattan. Lo llamó Charrúa, en honor a la “garra” que distingue a los orientales dentro y fuera de fronteras.

Tras estructurar un plan de negocios y obtener algunos inversores, alquiló un local en el barrio Lower East Side –tal como indica su nombre, ubicado al sureste de Manhattan–. Ese barrio es actualmente muy concurrido por gente joven, aunque en el pasado fue una zona de inmigrantes.

Charrúa se instaló en un sitio plagado de propuestas gastronómicas de diverso origen. Esto representó el primer desafío para el emprendedor, pero logró que su negocio se diferenciara y popularizara.

Dado que muchos extranjeros que llegan a Charrúa se refieren a José Mujica como una figura destacable, Bava comenta que el ex presidente fue “el mejor relacionista público que Uruguay pudo tener”.

La estrella es el chivito

La carta de Charrúa es variada y comprende todas las propuestas más clásicas del menú popular uruguayo: empanadas, croquetas, churrasco con huevo, milanesas a caballo, picadas, pastas (fettuccine a la caruso y ravioles), chorizo al pan y papas fritas, entre otras propuestas para el almuerzo y la cena.

Pero según Bava, las grandes estrellas son los chivitos, entre los que se distinguen el típico canadiense y “el cheto” (un exclusivo chivito vegetariano). “Se volvieron muy populares, ya que el sándwich es un tipo de comida muy consumida entre los neoyorquinos”, explicó. Todas las recetas son creación del emprendedor, pero de la cocina se encarga un chef especializado.

Charrúa fue bien acogido por el público de Manhattan, pero fundamentalmente por la comunidad uruguaya residente en el lugar, que lo recibió de brazos abiertos.

Cuadros con fotografías de Montevideo antiguo visten un restaurante que Bava buscó que fuera acogedor, con una decoración basada en madera y espejos.

La iluminación es tenue y el ambiente es ameno, tranquilo e informal, en un lugar de 75 metros cuadrados con espacio para 49 personas. Observando la fachada desde afuera, se distinguen ventanales que permiten apreciar la belleza del interior del bistró desde la calle.

Experiencia en gastronomía

Desde que Gonzalo Bava se radicó en Manhattan en 2002 vive en el mismo barrio donde está su negocio, junto con su esposa Rocío Raña y sus dos hijos nacidos en EEUU.

Siempre le gustó cocinar, pero nunca se formó profesionalmente. En EEUU, se desempeñó como manager y encargado de piso en diversos restaurantes durante varios años. El año pasado, debió abandonar su trabajo para dedicarse de lleno a la apertura de Charrúa.

En la actualidad, su esposa se encarga de la contaduría de la empresa y del manejo de sus redes sociales y publicidad.

Enfrentarse a las diferencias

Cuando se le pregunta a Bava cuál es la mayor diferencia que encuentra entre la idiosincrasia neoyorquina y la uruguaya, destaca que los estadounidenses son “una máquina de trabajar”, y que eso los distingue. “Ellos no dejan su trabajo hasta que no está terminado. No importa si ya pasaron ocho horas. Esa es una diferencia cultural importante”, estimó.

Críticas expertas

Robert Sietsema, uno de los críticos de gastronomía más afamados de EEUU, tras conocer el lugar personalmente, escribió un positivo artículo sobre Charrúa para el sitio local Eater, portal de referencia para comensales exigentes. Además, el también popular portal Foursquare posicionó a este bistró en el lugar número 4 entre los 11 mejores restaurantes sudamericanos de Nueva York.

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Fuente: El Observador